¿Le cuesta tomar decisiones? Es una realidad más común de lo que parece, y no solo en lo que a cuestiones trascendentales respecta. Le damos dos trucos para aprender a tomar decisiones fácilmente.
Por exceso de perfeccionismo (que lleva a que, por querer tomar la mejor decisión, no se tome ninguna), por miedo a equivocarse o por muchas otras razones, lo cierto es que algunas personas tienen dificultades a la hora de tomar decisiones.
Y eso es un problema, pues consume muchísima energía, paraliza el fluir de la vida y nos impide marcar el rumbo de nuestra propia vida.
Puede ocurrir ante grandes decisiones personales o profesionales, cuando la vida nos pone ante un camino que se bifurca (¿dejo este trabajo para apostar por este otro? ¿me caso?). Pero otras veces esa parálisis afecta incluso a cuestiones menos trascendentales.
Tomar decisiones con fluidez ayuda a vivir mejor. Por eso hoy me gustaría proponerle dos ejercicios sencillos que le ayudarán a saber qué camino tomar sin quedarse paralizado ni atrapado en una decisión que es incapaz de tomar.
En algún momento, cuando no se tiene la solución a un problema, todo lo que se necesita es un poco de perspectiva.
Y a veces, cuando se consigue perspectiva, uno descubre que la solución siempre estuvo en su mente.
Este ejercicio es un enfoque creativo para ver un problema desde muchos ángulos y desde diferentes puntos de vista. Es un giro creativo y mucho más efectivo que el clásico enfoque de: “¿Qué haría mamá?”.
Su finalidad es aprovechar más ideas subconscientes, ideas que uno mismo se niega por miedo o inseguridad, opciones que parecen inverosímiles, posibilidades que no se creían posibles, soluciones que pensaba que no existían…
Comienza en un estado relajado. Así que mejor pruebe esta técnica nada más despertarse, cuando la mente aún no está llena de pensamientos, preocupaciones y listas de cosas por hacer.
Mientras está acostado en la cama, respire profundamente e imagine que su cuerpo se vuelve muy liviano; tan ligero que comienza a flotar alrededor de la cama, sobre la casa y la ciudad.
Ahora trasládese a un bosque.
En este lugar debe reunirse con cinco asesores. ¿Quiénes serán? ¿Amigos? ¿Compañeros de trabajo? ¿Familia? ¿Figuras históricas o grandes líderes? Elija a cinco personas a las que les explicará el problema.
Y reúnase con todos ellos, uno tras otro, con uno cada vez.
¿Qué les preguntará? Imagínese, según lo que sepa sobre sus personalidades y logros, cómo le asesorarán.
¿Está de acuerdo o en desacuerdo con el primero? Dígale por qué. Déjele responder.
Ahora váyase a otro claro en el bosque y reúnase con su siguiente asesor.
Discuta sus opciones con él también.
Una vez que se haya reunido con todos sus consejeros, regrese a su propio cuerpo, a su casa y a su cama.
Cuente lentamente hasta cinco mientras respira hondo y luego escriba las respuestas u opciones recibidas durante su “viaje” al bosque.
Es posible que se sorprenda al encontrar lo que había dentro de usted todo el tiempo y aprenda a confiar en su propia capacidad para ver y pensar en perspectiva.
¿Tiene que tomar una decisión, pero parece que no puede llegar a una conclusión? Las decisiones complicadas sobrecargan la mente con dudas del tipo “Y si…”, “Pero por otro lado…” y con emociones entremezcladas.
La clásica lista de pros y contras es una técnica antigua que ha sobrevivido porque funciona.
Pero ¿por qué no darle un nuevo giro?
Cuando se enfrente a una decisión complicada, haga una lista de razones a
favor (pros) y en contra (contras) y añada un valor numérico a cada una.
Para los pros asigne un valor de +1 a +10. Para los contras, del -1 a -10.
Por ejemplo, ante esta decisión que se plantea un estudiante: “¿Debo ir a la universidad de Veterinaria de Córdoba?”.
En su caso los pros son:
Los contras serían:
Los pros suman +21 y los contras -16. Dado que la cifra total es de +4, hay probabilidades de que ir a estudiar Veterinaria a Córdoba sea la mejor opción.
Cuanto más positiva o más negativa sea esa cifra, más clara será la decisión.
En realidad, este método vale para todo, desde cuestiones importantes a decisiones banales; desde asuntos lógicos hasta decisiones emocionales.
¿Qué le han parecido estos dos ejercicios? Si le cuesta tomar decisiones, le animo a que los ponga en práctica la próxima vez que tenga que tomar una decisión. Además, también puede dejar un comentario más abajo contando su experiencia.
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