Mientras lee este mensaje, podría estar perdiendo la vista.
Y no exagero. No es bueno leer en pantalla, sobre todo si su equipo, ordenador o smartphone tiene una pantalla demasiado pequeña o que parpadea.
Muchas personas se lo toman a la ligera y es que imaginan que, si la cosa va mal, siempre podrán ponerse gafas, lentillas o someterse a una operación quirúrgica que ponga remedio al problema. Es el peor razonamiento que se puede hacer.
Pero lo cierto es que pocos podemos permitirnos hoy día vivir de espaldas a las nuevas tecnologías y las omnipresentes pantallas (de ordenador, móvil, tablet…), si es que por nuestro trabajo no pasamos toda la jornada delante de una de ellas.
No se trata de apartarle del mundo que le ha tocado vivir, sino de algo mucho más razonable: si tiene la suerte de que sus ojos funcionen, ¡cuídelos! Ningún aparato, ninguna operación, ninguna prótesis, le va a devolver jamás una visión comparable a la de un ojo que funciona correctamente.
Cuesta imaginarse hasta qué punto cualquier instante de la existencia se estropea cuando uno ve mal.
La lectura o incluso coser un simple botón se convierten en algo penoso o imposible. Ya no se es capaz de leer los paneles de tráfico y se debe renunciar a conducir. Ya no se pueden apreciar los paisajes, y se confunden los calcetines azules con los negros. La nariz se golpea contra los escaparates demasiado limpios y las puertas acristaladas y se dan traspiés en los escalones o se tropieza en los pasillos.
El rostro de los amigos, los hijos y los nietos se difumina. Se pierden los objetos pequeños, las llaves, las gafas, los pequeños utensilios, y encontrarlos se convierte en una labor cada vez más larga y frustrante. Leer una receta de cocina o unas instrucciones produce fatiga. Poco a poco, toda la vida se convierte en algo gris, lúgubre, triste, a causa únicamente de la pérdida de visión.
Y se puede cometer un error fatal si, por ejemplo, no se consigue leer con claridad el prospecto de un medicamento.
Sin embargo, nada hay más fácil que proteger los ojos. Volveré a ello en un instante.
De hecho, es el propio mecanismo del ojo el que lo expone a deteriorarse prematuramente. Y es que el ojo es una especie de lupa hecha para atraer y concentrar la luz sobre la retina.
La luz se compone de ondas electromagnéticas a frecuencias muy altas que dañan las células vivas, por lo que las células del ojo (córnea, cristalino, retina, mácula) son las células más agredidas de todo el cuerpo, ya que el ojo es un órgano muy frágil: la córnea (parte delantera del ojo) es uno de los raros tejidos del cuerpo que no está vascularizado, es decir, atravesado y alimentado por vasos sanguíneos, a fin de conservar su transparencia. Y eso quiere decir que está mal protegido contra las infecciones y que debe alimentarse y oxigenarse con las lágrimas y el líquido ocular, un mecanismo frágil y delicado.
El cristalino, que se encuentra detrás de la córnea, se halla también en riesgo permanente de opacificación. Cuando esto se produce, los rayos luminosos llegan peor a la retina (el fondo del ojo, donde se forma la imagen), lo que explica que la visión se enturbie. Estamos hablando de la opacificación progresiva del cristalino que conduce indefectiblemente a las cataratas. La palabra cataratas se eligió porque describe a la perfección esta impresión de mirar a través de una cascada (viene del latín cataracta, que significa eso mismo, salto de agua).
Por su parte, la mácula es la parte del fondo del ojo que se encuentra más cerca del nervio óptico y ahí es donde se forma la imagen que el ojo transmite al cerebro y donde se concentra toda la luz. Por lo tanto, es una zona especialmente agredida.
Cuando la mácula se deteriora, se pierde progresivamente la visión central, que cada vez se difumina más. Por eso se habla de degeneración macular.
El principal factor que ocasiona estas pérdidas de visión es la edad: con el tiempo, los daños producidos por los rayos solares hacen perder sus propiedades a las diferentes partes del ojo. El principal factor es el efecto oxidativo de los radicales libres provocados por las radiaciones solares.
Así pues, para no perder la vista, debe preocuparse de aportar a sus ojos los nutrientes que lo protejan; los hay que desempeñan con mucha eficacia esta labor, como son los carotenoides, unos antioxidantes naturales que protegen los ojos. Hay tres de ellos que nos interesan en particular: la luteína, la zeaxantina y la mesozeaxantina.
La mácula contiene un pigmento amarillo compuesto de estos tres carotenoides y los investigadores creen que estas sustancias protegen la mácula de la degeneración macular asociada a la edad (DMAE). Efectivamente, permiten disminuir los daños infligidos por el estrés oxidativo y absorber ciertos rayos de luz que dañan la retina. (1) (2)
Por otra parte, la cantidad de pigmentos presentes en la retina sería inversamente proporcional al riesgo de desarrollar la DMAE. Y he aquí la buena noticia: la cantidad de pigmentos puede aumentarse ingiriendo simplemente más de estos nutrientes en la alimentación o en forma de complementos nutricionales. La Asociación Estadounidense de Optometría (American Optometrist Association) recomienda 10 mg de luteína y 2 mg de zeaxantina al día. (3)
El estudio AREDS (Age-Related Eye Disease Study) patrocinado por el The National Eye Institute (Bethesda, Md), realizado en más de 4.000 participantes y con un seguimiento de diez años, observó que la suplementación de luteína y zeaxantina reduce un 18 % el riesgo de avance de la DMAE. Este estudio, que data de 2001, ocasionó un gran revuelo en Estados Unidos y animó a un gran número de adultos a tomar un complemento alimenticio de luteína y zeaxantina. El resultado es que se ha constatado una regresión de los problemas de visión en la población estadounidense.
¿Cuándo veremos recomendaciones de este tipo por parte de las autoridades sanitarias europeas?
Además de su acción contra la DMAE, la luteína y la zeaxantina parece ser que también protegen los ojos contra el desarrollo de cataratas. (4)
Los resultados de estudios epidemiológicos indican que un aporte nutricional elevado de luteína y zeaxantina se asocia a un riesgo más débil de sufrir cataratas. Estos estudios han permitido constatar una reducción del 20 al 50 % del riesgo de operación de cataratas. (5).
Se cuenta que los pilotos de la Royal Air Force (la aviación británica) comían arándanos durante la guerra para pilotar sus aviones de noche. El arándano se ha convertido en la fruta más recomendada para los ojos. Estados Unidos y Canadá producen grandes cantidades de frutas que se parecen al arándano, pero que son más grandes y menos perfumadas, y a los que llaman blueberry o bilberry. En realidad, el mejor arándano es el arándano europeo, cuyo nombre en latín es Vaccinium myrtillus.
Se consume con el fin de mejorar la visión nocturna, aumentar el campo de visión de las personas miopes y, asimismo, para prevenir los problemas de visión de los que hablábamos anteriormente.
Es muy importante que cuide su alimentación para asegurarse de que “alimenta” también a sus ojos. Para ello deberá comer verduras verdes (ricas en carotenoides), aumentar sus aportes de ácidos omega-3 y comer pequeños frutos rojos (arándanos, grosellas, moras…).
¿Quiere otro consejo, especialmente valioso a partir de los 50 años? Tomar complementos alimenticios que le aseguren que hace llegar a sus ojos lo que sólo con la dieta no basta.
El laboratorio SuperSmart, que ya he mencionado otras veces, tiene un lote combinado de Macula Plus (con nada menos que 2,5 mg de zeaxantina) y Bilberry Extract (que garantiza un aporte extra de arándanos). Aunque puede adquirirlos por separado, tomándolos juntos es como despliegan su máxima acción protectora (además de suponer un ahorro). Si quiere, puede pedir este lote combinado de los dos productos directamente aquí.
O, si lo prefiere, también puede adquirir ambos productos por separado: Macula Plus en este enlace y Bilberry Extract en este enlace.
Fuentes:
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