Han pasado 18 meses martilleándonos a diario con las “cifras covid”:

• Número de contagios.
• Número de muertes.
• Número de vacunados (1ª dosis, 2ª dosis... enésima dosis…).

Las autoridades no han tenido reparos en presentar cada día todas estas cifras, algunas extremadamente angustiosas, de las que se han hecho eco los medios de comunicación.

Sin embargo, no se nos informaba según porcentajes de población (por ejemplo: “hoy se ha contagiado el X%”).

NO, se nos daban cifras brutas. Que dan mucho más miedo. ¡No es lo mismo hablar de 1.000 personas que de un 0,X% de la población!

Y, sin embargo, desde el inicio de la campaña de vacunación: ¿quién ha informado en un canal de máxima audiencia, durante una rueda de prensa o en los periódicos de esto otro…?

• Cuántas personas están sufriendo efectos secundarios después de la vacuna (graves o leves).
• Cuántas personas han desarrollado una especie de covid persistente (con múltiples molestias duraderas, como el que tiene lugar a veces tras la infección) después de haberse puesto alguna de las vacunas.

NADIE.

En un documento oficial del sistema de farmacoviligancia de la AEMPS, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, se recoge que desde el comienzo de la vacunación en nuestro país:

• Se notificaron 41.751 acontecimientos adversos relacionados con la vacuna.
• De ellos, 8.515 fueron graves.
• En 300 casos, el desenlace fue el fallecimiento de la persona vacunada.

Está lejos de ser algo anecdótico, pero ni siquiera tenemos la certeza de que esas cifras sean las reales.

Ni todo el mundo que sufre efectos adversos lo notifica, ni todos los efectos adversos (ni siquiera los fallecimientos) se relacionan inequívocamente a las vacunas.

¿Cuántos de los ictus, cardiopatías, vasculitis o afecciones cutáneas, por poner algunos ejemplos, que se están produciendo en personas vacunadas pueden estar relacionadas con la vacunación sin que se hayan asociado a esta?

¿Qué son exactamente “efectos adversos graves”?

La propia AEMPS los define como “cualquier acontecimiento adverso que requiera o prolongue la hospitalización, dé lugar a una discapacidad significativa o persistente o a una malformación congénita, ponga en peligro la vida o resulte mortal, así como cualquier otra condición que se considere médicamente significativa”.

Desde que comenzó la vacunación contra la Covid se han reportado trastornos vinculados a ella de todo tipo:

• Afecciones del sistema nervioso.
• Desórdenes gastrointestinales.
• Malestar muscular.
• Problemas de piel.
• Trastornos vasculares.
• Infecciones.
• Dolencias respiratorias.
• Afecciones de los órganos sexuales (genitales, mamas…).

Pero también problemas de mayor consideración, como trastornos nerviosos, vasculares, cardíacos, respiratorios y torácicos graves (incluidas trombosis y miocarditis), gastrointestinales (incluso hepatitis), musculares, infecciosos, del oído…

Sin embargo, ante estos datos los laboratorios y las autoridades sanitarias insisten en que los efectos secundarios de estas vacunas son mucho menos graves que los riesgos de contraer el virus.

Tenemos derecho a ser informados del riesgo que corremos al ser vacunados y de los resultados reales de la vacunación masiva.

Nos han dicho durante meses que “la vacuna es segura” y desde luego no lo parece en absoluto.

¡Solo queremos saber la verdad!

Está claro que no controlamos la política de salud que nos han impuesto desde hace año y medio, pero lo que sí tenemos es el derecho a exigir transparencia.

Queremos conocer el número real de efectos secundarios y su gravedad producidos por las vacunas frente a la Covid:

• Tanto los producidos a corto plazo (hasta dos semanas después de la vacunación) como los que se dan a largo plazo (semanas e incluso meses después).
• Los producidos por cada una de las vacunas que se están utilizando (Pfizer, Moderna, AstraZeneca o Janssen).

¿Dónde están esos números?

Solicitamos que se haga público diariamente cada efecto secundario, cada fallecimiento. Exactamente igual que se comunican los contagios y muertes vinculadas al Covid, para que los ciudadanos puedan ejercer libremente su elección de vacunarse o no con toda la información que necesitan conocer a su disposición.

De ese modo cada ciudadano decidirá si le merece la pena correr el riego de vacunarse o el de no vacunarse.

Solo así se puede tener una idea inequívoca y real de la relación beneficio/riesgo de estas vacunas.