Es decir “ajo” y enseguida viene a la mente un buen sofrito, el aderezo indispensable para carnes o pescados, los guisos de la abuela y esas salsas para chuparse los dedos. Da igual picado o laminado. Ya sea en la cocina tradicional o en las últimas tendencias gastronómicas.
Es innegable que estamos ante uno de los ingredientes estrella de la dieta mediterránea, por su capacidad para dar a todos los platos ese sabor tan nuestro.
Pero más allá de sus cualidades culinarias, el ajo también es famoso por atesorar algunas de las mejores propiedades medicinales que se pueden encontrar en un producto natural.
Su presencia en la dieta es beneficiosa para la salud en general y especialmente para la salud cardiovascular. Siempre se ha dicho que el ajo es bueno para la circulación sanguínea, y esto ha sido acreditado por numerosas investigaciones científicas durante los últimos años.
Según estos estudios, el consumo de ajo tiene efectos tan positivos en la salud cardiovascular como:
Pero sus propiedades terapéuticas van mucho más allá.
Su acción antioxidante, frente al daño que produce el exceso de radicales libres y que conlleva el envejecimiento prematuro de las células, también está sobradamente documentada. (3)
Y otras investigaciones han demostrado igualmente que cuanto mayor es el consumo de ajo, menor es el riesgo de padecer cáncer de estómago y colorrectal. Entre ellas cabe destacar el estudio EPIC (que investiga la relación entre la nutrición y el riesgo de cáncer) y que ha asociado el consumo de ajo y cebolla con la disminución del riesgo de sufrir cáncer intestinal. (4) (5)
Basta con ir a la despensa para disfrutar de un producto natural cuyo consumo es sinónimo de buena salud y de menos visitas al médico.
Las propiedades beneficiosas de este alimento se atribuyen principalmente a sus compuestos azufrados bioactivos, entre los que destaca la S-alilcisteína, además de aminoácidos, oligosacáridos y sustancias antioxidantes como los flavonoides o el selenio. (6)
El caso es que esta sustancia, la S-alilcisteína, es volátil, por lo que cuando el ajo se pica, trocea o machaca, se convierte en alicina y se libera provocando su característico olor.
De ahí que sea muy aconsejable consumir el ajo en crudo, sin ser cocinado, y lo más fresco posible. Al triturar el ajo durante la masticación aseguramos que la alicina sea aprovechada directamente por el organismo y nos permita beneficiarnos de todo su poder preventivo y curativo ante la enfermedad.
Así, un humilde ingrediente de cocina como el ajo se convierte en una medicina natural con innumerables usos:
Un alimento a todas luces insuperable. O, al menos, eso se creía… hasta que otro producto natural que mejora su eficacia y virtudes terapéuticas ha conseguido ir abriéndose paso en nuestra cocina.
Lo más curioso es que este competidor es de su misma especie. O, mejor dicho, se trata del mismo ajo, pero con distinto collar.
Fue en la primera década de este siglo cuando un científico japonés, el Dr. Jin-ichi Sasaki, se propuso disminuir el olor tan fuerte e intenso del ajo. Durante la investigación dejó fermentar unas cabezas de ajo en un recipiente cerrado, caliente y húmedo, y al final del proceso pudo comprobar que los ajos habían cambiado por completo: sus dientes eran de color carbón con aspecto brillante, había desaparecido el olor, la textura se había hecho más cremosa y el sabor era dulce y sutil, nada que ver con el potente gusto del ajo común.
Había nacido el ajo negro.
Y con él, un ingrediente gourmet, muy apreciado hoy en día en la alta gastronomía por su singular y sorprendente sabor, fruto de la lenta caramelización que se produce al fermentar.
Pero si el ajo negro o madurado aumentaba sus virtudes culinarias respecto al ajo de siempre, el proceso de fermentación también obraba un efecto “milagroso” en sus propiedades medicinales, ampliando y potenciando todo su poder curativo.
Esto ha hecho que, para muchos nutricionistas y profesionales de la salud, el ajo negro sea considerado como un superalimento.
Aunque se trata de la misma especie (Allium sativum), la fermentación del ajo produce una variación significativa en sus nutrientes y fitonutrientes, cuyo grado de concentración se multiplica por diez.
Sí, ha leído bien: por diez.
Así lo acredita un estudio realizado por el ALS Laboratory Group en 2011, según el cual existen importantes diferencias nutricionales respecto al ajo “corriente” en elementos tan importantes como la fibra, las proteínas, la vitamina B1, minerales como el magnesio, el sodio y el potasio y la mayoría de los aminoácidos esenciales. (7)
Pero, además, el ajo negro supera con holgura a su “primo hermano” en muchos aspectos:
El ajo negro es la versión mejorada del ajo de siempre. Las reacciones bioquímicas de la fermentación le confieren unas propiedades únicas para la prevención y el tratamiento de la enfermedad.
Y ello se debe principalmente a la increíble riqueza de S-alilcisteína que el proceso de maduración le genera.
El alto contenido de esta sustancia incrementa en el ajo negro su acción antioxidante y cardioprotectora respecto al ajo común, tal y como revelan los primeros estudios.
Por un lado, minimiza el estrés oxidativo, al aumentar la actividad de enzimas antioxidantes endógenas como la SOD (súper óxido dismutasa).
Por otro, previene la arterioesclerosis, al disminuir la acumulación de colesterol en las arterias, y de este modo, contribuir a la fluidez de la circulación sanguínea.
En definitiva, las propiedades medicinales del ajo negro lo convierten en todo un activo para su salud.
Empiece a tomar ajo negro
Le invito a que pruebe el ajo negro untándolo en una tostada de pan, por ejemplo. Le sorprenderá su sabor dulce, tan diferente del ajo al que estamos acostumbrados, y que carece del potente olor del ajo común.
Eso sí, debe tener en cuenta que lo aconsejable es tomarlo antes de realizar actividad física o al menos mucho antes de las horas de sueño, pues su efecto energizante es tan potente que puede llegar a provocar insomnio. De hecho, gracias a ese efecto se ha consagrado como un alimento especialmente popular entre deportistas y atletas de alto rendimiento.
Pero para conseguir un aporte con el que beneficiarse de todas sus propiedades habría que tomar ajo negro a diario y en una cantidad considerable.
Ante esto, una solución práctica (y más económica) es tomar ajo negro en forma de complemento alimenticio, lo que asegura una alta concentración de sus componentes y, por tanto, que se sacará provecho de todos sus beneficios sobre la salud con un gesto que apenas lleva unos segundos.
Como siempre, es importante la elección de un buen complemento nutricional, en este caso uno con la estandarización adecuada en su principal principio activo, la S-alilcisteína.
Con esta premisa, hemos hecho la labor de búsqueda e investigación por usted y me gustaría recomendarle Holofit Ajo Negro, de los laboratorios Equisalud. Se trata de un complemento nutricional con más de 1% de S-alilcisteina, lo que le convierte en uno de los más potentes del mercado.
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FUENTES: