Estimado Lector,
Hoy le propongo un viaje a su interior que es posible que le descoloque (al principio) y le emocione (después) a partes iguales.
El inconsciente, que el psiquiatra suizo Carl G. Jung, pionero de la psicología profunda, denominó “sombra”, es en realidad una especie de “otro” que vive dentro de nosotros mismos.
Tiene sus propios proyectos, emociones, deseos… e incluso toma decisiones en nuestro lugar, con frecuencia precisamente contrarias a lo que nuestro “yo consciente” quiere hacer.
Es lo que explica que…
Esto nos hace sentirnos débiles, que no estamos a la altura, y conlleva frustración y decepción.
Sin embargo, muchas veces esta autocrítica -e incluso autodesprecio- se debe, precisamente, a que no sabemos reconocer a ese “poder en la sombra”.
Debemos conocer a ese “extraño” que nos habita para poder domarlo e, incluso, convertirlo en nuestro aliado.
Al igual que los Caballeros de la Mesa Redonda, que en busca del Santo Grial se adentraron en bosques oscuros para enfrentarse con todo tipo de seres malvados, cada uno de nosotros estamos llamados a vivir una aventura que nos exige atrevernos a explorar las partes más oscuras de nuestro interior.
Y es que nuestra “sombra” está formada por todas las prohibiciones, tabúes y límites autoimpuestos que nos habitan. Cosas que creemos peligrosas porque pueden llevarnos a ser rechazados por nuestros iguales.
Es decir, que a esa “sombra” también la forjan la historia de nuestra familia y la época en la que vivimos, con sus directrices sociales, modas…
Y todo ello prueba que no la elegimos voluntariamente, lo cual hay que tener muy en cuenta para evitar una vergüenza exagerada al descubrir todos los matices de ese otro “yo” que nos limita.
A lo largo de nuestra vida todos nos vemos forzados a reprimir numerosas fuerzas vitales.
Pongo por ejemplo el caso de una familia que haya vivido durante mucho tiempo dificultades económicas. Aunque uno de los hijos presente un talento artístico innato, es posible que los padres le desalienten de desarrollar esas capacidades por miedo a que ello le conduzca a un trabajo mal remunerado.
Esto me sirve para ilustrar la “otra realidad” de la sombra: la de los aspectos brillantes que también mantenemos ocultos, ya sea conscientemente o no.
Ya ve que no todo lo que ocultamos en ese otro lado es malo.
Una vez llegados hasta aquí, le invito a hacerse 4 preguntas que le ayudarán a empezar a conocer mejor esa sombra que anida dentro de usted. (1)
Dicho de otro modo: de entre todas sus cualidades, ¿de cuáles está más orgulloso?
Algunos dirán que el aspecto físico, la simpatía, la generosidad, el ingenio…
Pues bien, debe saber que lo que piensa su sombra es exactamente lo contrario de esos cumplidos.
Es decir, que una persona a la que le encanta que le digan cuán graciosa es seguramente en su interior teme no serlo tanto como parece. Por eso necesita que se lo digan.
Piénselo por un momento: si fuese al revés, para usted sería escuchar lo obvio, lo cual le dejaría indiferente.
Pruebe a hacer el ejercicio contrario: párese y dígase a usted mismo “no soy gracioso” (o “soy egoísta” o cualquier frase que refleje su miedo concreto). A continuación, observe sus sensaciones.
Quizá sienta vergüenza, o culpa. Sin embargo, yo le pido que reciba esas emociones con ternura. Libérese de toda carga y entienda que esas reacciones no dependen de usted, sino de su inconsciente (su “sombra”).
Esta es otra gran pregunta para explorarse a uno mismo. Tener miedo de que nos vean gordos, impacientes, nerviosos, incompetentes, holgazanes… dice mucho de cómo nos ve nuestra propia “sombra”.
Además, la perspectiva que ofrece esta pregunta es muy interesante porque nos hace asumir que todos son como nosotros. Es decir, que consideramos nuestros miedos como universales… cuando para otras personas ser tomado por impaciente o perezoso, por ejemplo, ¡no supone ningún problema!
Darse cuenta de esto tiene a menudo un impacto muy saludable y liberador. Y es que nos permite lanzarnos a una segunda pregunta que ahonda en nuestro yo profundo: “¿Por qué?, ¿por qué me preocupa tanto que me tomen por…?”
En general el origen se encuentra en hitos de la historia familiar, en fracasos o tragedias y en traumas transmitidos, con lo que tampoco son culpa nuestra.
Nuestra “sombra” también se revela cuando reaccionamos exageradamente ante algo; esos momentos en los que muchas veces nuestra respuesta nos sorprende a nosotros mismos tanto como a los demás…
Todo ello es señal inequívoca de que hemos pisado un terreno que no aceptamos, a veces incluso sin saber muy bien por qué.
Por eso le invito a que, la próxima vez que le suceda, anote lo ocurrido y las emociones que sienta en un papel y después se dé un tiempo para reflexionar sobre ellas.
Eso le permitirá conocer nuevas dimensiones de usted mismo y su mundo interior que quizá ni siquiera intuía.
Se trata de un punto particularmente sutil y, por tanto, muy importante que se explore, dado que permite acceder a las partes más ocultas de la “sombra”.
Para empezar, trate de enumerar aquellos cumplidos que le cuesta aceptar, esos que cree que no tienen fundamento.
Por ejemplo, quizá la gente le felicite por sus habilidades culinarias y sin embargo usted rechaza sistemáticamente esas palabras asumiendo que las dicen “para complacerle”, “por cortesía”, “para ser amables” o que, simplemente, se equivocan y en realidad los halagos deberían estar dirigidos a otra persona (siguiendo el mismo ejemplo, pongo por caso a su madre, si fue ella quien le enseñó a cocinar).
La experiencia demuestra que, al contrario, la mayoría de las veces los cumplidos que se reciben tienen una amplia base de sinceridad y verdad.
No aceptar cumplidos es en realidad una forma de camuflar parte de nuestro inconsciente. En realidad, refleja un anhelo de ser reconocido y admirado precisamente por ese motivo. Sin embargo, somos nosotros mismos los que nos limitamos a la hora de aceptar y hacer propios esos halagos (muchas veces porque nos han enseñado e impuesto no hacerlo).
¿Y después?
Al reconocer la parte “enterrada” de uno mismo lo primero que nos invade es una sensación de alivio, como si soltásemos una pesada carga.
Nos ayuda a ser más benévolos no solo con nosotros, sino también con los demás, al darnos cuenta que también ellos tienen una “sombra” con la que deben lidiar. Y asimismo nos frustramos menos y nos liberamos del yugo de la impaciencia.
En definitiva: nos enfadamos menos gracias a que establecemos metas más realistas y sentimos orgullo por lo que asumimos de nosotros mismos, en lugar de poner el foco solo en lo que no tenemos.
Esto es algo que estoy seguro que puede beneficiar a muchas personas que usted conoce, por lo que le animo a reenviarles directamente este e-mail para que también puedan leer este texto.
¡A su salud!
Luis Miguel Oliveiras
P.D.: Hay muchas más cosas que en realidad la personalidad nos dice sobre nuestra forma de entender la vida, el bienestar y la salud. Por ejemplo, ¿se considera usted extrovertido o introvertido? Descubra aquí todo lo que ello implica.
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