Calaveras, esqueletos, enfermeras zombis, brujas e incluso asesinos en serie sacados de los clásicos del cine. De un tiempo a esta parte, la noche del 31 de octubre, víspera del Día de Todos los Santos, se ha convertido en sinónimo de fiesta y de diversión con base en una tradición importada.
No hay que engañarse: Halloween no es más que un producto de marketing a escala global.
Por supuesto que me parece bien que la gente se divierta, no me entienda mal.
Lo que me apena, y tengo que reconocerlo, es que en este caso algunas tradiciones cargadas de valores simbólicos muy positivos se vayan perdiendo por el camino.
Permítame que me explique.
Para empezar, el propio nombre de Halloween, que proviene de All Hallows’ Eve y se traduce por “víspera de Todos los Santos”, nos acerca al sentido originario de la celebración del 1 y 2 de noviembre: recordar y homenajear a nuestros familiares y amigos fallecidos o, en general, mostrar respeto hacia todos los difuntos.
Ojo: esto no tiene que hacerse necesariamente de una forma sombría o trágica (si no, piense en las alegres y coloridas celebraciones mexicanas del Día de Muertos). Ahora bien, lo que sí parece lógico es hacerlo desde el respeto que merece el dolor de alguien que ha perdido a un ser querido.
Estas celebraciones no son algo exclusivamente religioso.
Es cierto que en su momento fueron absorbidas por la religión cristiana. Sin embargo, el verdadero origen de la fiesta de Halloween es una celebración pagana que tenía lugar en diferentes regiones de Europa, entre ellas el norte de la península ibérica, mucho antes de la aparición del cristianismo.
Hablo concretamente del Samhain (también conocido como Samaín), una antiquísima tradición que celebraba el fin del buen tiempo y de la época de cosecha. Tenía tanto arraigo en la cultura celta que llegó a considerarse como una especie de celebración de Año Nuevo.
Durante esa noche se suponía que los espíritus aprovechaban para regresar y mezclarse entre los vivos, por lo que los druidas se disfrazaban con la intención de engañarlos y de evitar que robasen las almas de sus vecinos.
He ahí el origen de la tradición que posteriormente acabó llegando a Norteamérica de la mano de los migrantes irlandeses y que siglos más tarde terminó por convertirse en el fenómeno que todos conocemos hoy día.
Incluso en Latinoamérica se habla de una celebración en honor a los antepasados fallecidos ya presente en la civilización azteca. En concreto, se cree que su nacimiento podría ser próximo al 3000 a. C. (huelga decir, por tanto, que es muy anterior a la llegada de los españoles y de la religión cristiana al continente).
Ya lo ve: nada de sangre de mentira, cuchillos de goma ni telarañas de tela. Lo que trasciende de estas celebraciones ancestrales es un homenaje basado en un profundo respeto hacia las personas fallecidas y, en general, hacia todo lo relativo al mundo de los muertos.
Y eso es, al fin y al cabo, lo que tradicionalmente se palpa en muchos cementerios estos días. Aunque solo sea brevemente, un bullicio casi alegre de personas cargadas con flores y velas acerca un poco más ambos mundos, el de los vivos y el de los muertos, irremediablemente conectados entre sí.
¿No dicen que una persona fallecida sigue entre nosotros mientras sigamos recordándola? Pues eso se plasma en los camposantos de pueblos y ciudades, grandes y pequeños, en el día de hoy. El homenaje y el recuerdo a quienes ya se han ido.
Nada tiene que ver con disfraces de monstruos ni con calabazas demoníacas.
La muerte forma parte de la vida, y es lógico dedicarle una celebración por todo lo alto, con todo el respeto que merece.
Le animo a dejar un comentario más abajo para conocer su opinión sobre este tema. Estaré encantado de leerle.
Inevitablemente, al escribir estas líneas vino a mi cabeza un Tener S@lud escrito hace mucho tiempo en el que abordaba el duelo, el tener que decir adiós a un ser querido, y las herramientas que ayudan a sobrellevarlo de la mejor forma posible. Por las respuestas recibidas en aquella ocasión me consta que permitió a muchos lectores liberarse y reflexionar sobre sus qué sentían. Si no lo hizo entonces, todavía puede leerlo aquí.
Imágenes:
Artículos relacionados
La muerte no forma parte de la vida, es un suceso trágico como consecuencia de separarse del Eterno y autor de la vida, Aquel que es la Vida con mayúsculas. Para mí es triste ver que debido a la ignorancia de su Creador, las personas se dejen llevar de imaginaciones y absurdos paganos como consecuencia de una ignorancia espiritual que podrían subsanar.
Amen
Nos falta mucha Comprensión Interna de la Vida y la Muerte.
Somos seres inmortales en nuestra Esencia, que existimos desde siempre y no dejaremos de existir nunca.
Tenemos que saber bien lo que muere y lo que no muere.
Nacemos para morir y morimos para nacer, con la misma Esencia,los mismos Egos-defectos-vicios-maldades con que acabamos nuestra existencia pasada, que aparecerán una vez como niños formemos, su vehículo para manifestarse, el carácter-personalidad.
El cuerpo físico se descompone, quiere decir que en los Cementerios solo hay restos de materia y Cuerpos Astrales energéticos de los difuntos más recientes que deambulan por las tumbas hasta que con el tiempo se desintegran y desaparecen.
Recordar,llorar, rememorar, etc. a los desencarnados perjudica a los que se van y a los que quedan, pues estamos en Dimensiones diferentes y no debemos atraernos energéticame y mucho menos invocar la presencia de sus espíritus, una despedida sencilla y serena, cuando desencarna un ser querido, sin flores, actos sociales-religiosos, lutos y a ser posible sin lágrimas.
Pues es la Ley de la Vida y la Muerte de la Gran Fraternidad Universal.
El Tribunal de la Justicia Divina, después del Juicio Personal, viendo obras buena y malas, la columna vertebral y el Libro de la Vida, es decir el Morir Interno a lo que nos perjudica, Nacer a lo que nos falta-Creación de los Cuerpos Superiores mediante la Alquimia Sexual y el Sacrificio por la Humanidad, para trasmitir el Conocimiento-Sabiduría-Enseñanza desinteresada y altruistamente, nos adjudican de forma totalmente Justa y Objetiva el lugar y el momento, si no hemos agotado las 108 existencias y no hemos degenerado gravemente, pues si fuera así pasaremos a Mundos Infiernos de sufrimiento temporal, es decir la Lavadora Universal, para volver como mineral, vegetal, animal y humano.
Incinerar los cuerpos de los desencarnados es lo mejor para los que se van y los que se quedan, pues los procesos y tránsitos son mejores y más rápidos para todos.
Hasta donde creo saber y por si es de vuestro interés.
Es el recordatorio de una etapa vivida, el aliciente de ello es el fin terrenal, así pasar al descanso eterno.
La celebración del Halloween, especialmente en niños disfrazados de brujas, monstruos, esqueletos, zombis…, me parece una falta de respeto a lo que realmente debería significar ese día. Visto desde otro plano, se trata sin duda de un importante tanto ganado por la fuerza que maneja la sociedad hacia el campo de lo insensible, lúgubre y falto de amor -tal y como sucede con algunos tipos de música, películas y modas-.
Estoy totalmente de acuerdo con el artículo. Y más profundamente en el sentido de que el alma desencarnada tiene que estar en paz y libre para marcharse y seguir su evolución, para ello hay que rezar y enviarles mensajes de Luz y Amor. Esta fiesta la entiendo como una burla a lo más profundo de la espiritualidad, trascendencia y sentido de la vida en el planeta. En esta fiesta puede haber más de una situación no deseada por jugar con fuerzas del más allá, con ello apoyo el párrafo escrito por ustedes en el que habla de como las almas de los muertos venían en este día y era el chamán o druida quién las controlaba.
Estoy de acuerdo con su artículo. Me parece abominable en lo que se ha convertido la víspera de Todos los Santos.
La estupidez humana no tiene límites. Me refiero a la celebración de Halloween en nuestro país y en donde sea.
Debería ser labor de padres y de instructores transmitir el origen y significado de nuestras celebraciones y tradiciones, para evitar que nuestros niños y jóvenes sean ciegos consumidores de basura con envoltorio atractivo que tanto beneficia a unos y atonta a las mayorías.
¿Quiénes somos cada uno de nosotros? La parte principal la conformamos cada uno. Pero está la parte de qué opinan y cómo nos interiorizan quienes están en nuestro entorno y con los que nos relacionamos estrechamente. Por eso que cuando muere una de esas personas, bien amigos o familiares, también se muere algo de nosotros con ellos. De la misma forma, que ellos siguen viviendo en nuestro interior porque también forman parte de nuestra forma de ser y entender la vida. Los recordamos y nos tomamos su vino favorito en homenaje a ellos.
Así lo siento yo.