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El 5G y sus riesgos para la salud

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Estimado Lector,

Los campos electromagnéticos son objeto de un encendido debate desde hace tiempo. Especialmente desde que se comenzó a hablar de la tecnología 5G, más rápida que sus predecesoras, la 3G y la 4G.

Por un lado, hay quien dice que:

“Están transformando la Tierra en un microondas gigante con tanto wifi, bluetooth, 3G, 4G, 5G, DECT [teléfonos inalámbricos]…”.

“Toda esta ‘niebla electromagnética’ exterminará a los insectos”.

“Estamos creando generaciones de personas electrohipersensibles. Las enfermedades se multiplicarán (especialmente los tumores cerebrales)”.

“Los estándares y estudios son realizados por expertos pagados por las grandes firmas de telecomunicaciones”.

Algunos van aún más lejos:

“Usarán el 5G para vigilarnos permanentemente”.

“Sería fácil para un gobierno malicioso utilizar estas tecnologías para tiranizarnos y esclavizarnos. No podemos correr ese riesgo”.

¿Podemos excluir esas ideas, al menos de entrada?

En cualquier caso, también hay voces que promulgan lo contrario:

“Hemos usado la radio durante 100 años …

… la televisión durante 50 …

… el wifi y el bluetooth durante 20…

… el 3G durante más de una década…

…si estas tecnologías fueran realmente perjudiciales, deberíamos tener síntomas concretos que lo confirmaran, ¿no?”

Y concretamente respecto al 5G, también se escucha que:

“Esta tecnología reduce la niebla electromagnética utilizando la tecnología de formación de haces: es decir, en lugar de proyectar ondas en todas direcciones, las antenas emiten solo en la dirección de los dispositivos que necesitan la red”.

“Los que se preocupan por el 5G no han sido conscientes de la existencia de enlaces de radio desde la década de 1970”.

¿Qué es un “enlace de radio”?

Se trata de enlaces de muy alta velocidad entre las antenas de la red actual.

Los haces inalámbricos son como tuberías invisibles que pasan sobre nuestras cabezas. Estas tuberías están formadas por ondas de muy alta frecuencia (a partir de 24 GHz), como las que usa el 5G.

Transportan gran cantidad de datos, y los sistemas globales de radioenlaces pueden medir varias decenas de kilómetros.

Eso significa que 5G lleva ya existiendo ¡unos 50 años!

A mí también me sorprendió cuando lo supe.

Ahora bien, ¿qué hay detrás de los radioenlaces? Para comprenderlo es necesario saber cómo funciona una red móvil.

¿Qué sucede cuando usted llama a alguien desde el móvil?

Cuando marca un número en su teléfono móvil y pulsa el botón de llamada, el aparato se conecta de forma inalámbrica a la antena de retransmisión más cercana.

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Por lo general, esa antena de retransmisión está conectada a la red por fibra óptica, y son esos cables los que conducen la voz (pasando por un complejo circuito de centrales de operador) a la antena de retransmisión que está más cerca del interlocutor que hay al otro lado del teléfono.

Una vez allí, la comunicación se vuelve inalámbrica nuevamente, hasta llegar al teléfono.

Pues bien, los sistemas de radioenlaces funcionan como una alternativa a la fibra óptica capaz de conectar a las antenas de retransmisión entre sí.

Además, son una opción más barata que la fibra óptica, simplemente por el hecho de que esta última requiere cavar una zanja en la que enterrar el cable.

¿En qué punto estoy yo en el debate?

Pues justo en el medio.

Como ya he dicho en más ocasiones, todo en su justa medida es bueno. La tecnología que utiliza campos electromagnéticos es práctica y ha permitido enormes avances a la sociedad, eso es innegable. Pero en cualquier caso eso no quita que debamos exponernos a ella con mucha moderación.

¡Si hasta los rayos del sol son malos en exceso! ¿Cómo no va a serlo la radiación electromagnética?

Y no hablo de los casos de hipersensibilidad, un problema concreto y muy grave, sino de los efectos no inmediatos de estas ondas sobre la salud debido a una exposición continua y prolongada.

Un estudio ya ha confirmado que la radiación de un horno de microondas o wifi (2,4 GHz) afecta a la memoria de aprendizaje, entre otros factores cognitivos.

Y a ello se suma el fenómeno de la interferencia: si el wifi y el microondas interfieren el uno con el otro por transmitir en la misma frecuencia, ¿qué sucederá si las antenas comienzan a hacerlo con los campos eléctricos necesarios para nuestro “funcionamiento biológico” (nervios, músculos, etc.)?

Por supuesto es un tema preocupante, pero la clave está en nuestra proximidad a los transmisores y la potencia de las ondas.

5 medidas con las que yo limito mi exposición electromagnética

1. Por supuesto, yo también utilizo tecnología inalámbrica cuando la necesito, pero lo hago solo cuando es imprescindible y mantengo la mayor distancia que puedo respecto a los aparatos.

2. Mi móvil, por ejemplo, se pasa sobre un mueble la mayor parte del tiempo y solo lo llevo en el bolsillo cuando no puedo evitarlo. De hecho, muchas veces voy con bandolera o mochila para poder llevarlo dentro de ella y no en el pantalón o la chaqueta.

3. No duermo con el teléfono en la habitación, pero cuando no me queda más remedio que utilizarlo como despertador (por ejemplo, en algún viaje), lo dejo en modo avión toda la noche.

4. Mi portátil está conectado a internet por cable (en lugar de por wifi). Y, si en algún momento debo conectarlo a la red inalámbrica, nunca lo coloco sobre el regazo, sino encima de una mesa o incluso en el reposabrazos.

5. El wifi de nuestra casa está programado para apagarse durante la noche (ojo: no todos los rúters o módems lo permiten; compruebe entre las opciones de configuración del suyo si usted también puede hacerlo).

No soy ajeno a que los fabricantes de aparatos electrónicos se esmeran cada vez más en la conectividad inalámbrica. De hecho, cada vez más dispositivos son 100% inalámbricos, lo cual es lamentable.

Ahora bien, yo le aconsejo que, cuando tenga que hacer alguna compra de este tipo, dedique algo de tiempo a buscar: todavía quedan firmas y modelos que permiten la conexión por bluetooth (es decir, inalámbrica), pero también por cable.

¡Ah! Y antes de despedirme, otro apunte sobre el wifi. Los módems en la actualidad usan dos frecuencias:

· 2,4 GHz, de largo alcance y velocidad media, que transmite en todas las direcciones.

· 5 GHz, de un rango más corto, velocidad más rápida y capaz de formar haces (es decir, que concentra las ondas en los dispositivos que las necesitan).

Por esa misma razón yo he desactivado el wifi 2,4 GHz en mi casa y solo uso el de 5 GHz. De ese modo, además, no solo me protejo a mí y a mi familia, sino que también reduzco la niebla electromagnética de mis vecinos.

¡A su salud!

Luis Miguel Oliveiras


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