¿No le da la sensación de que regresamos al casillero de salida en lo que a la pandemia respecta?
Nuevos confinamientos, alertas, aumento de los contagios…
Vuelve a ponerse sobre la mesa qué sucederá en Navidades. ¿Mesas de 6? ¿De 8? Y sobre las reuniones familiares se desliza de nuevo la sombra de la duda y la sospecha.
Sin embargo, cada vez son más las personas que, ante todo esto, dejan de disimular su exasperación.
Y no es para menos.
“De verdad que no puedo con otra ola, Luis”, me decía una amiga el otro día.
La situación continúa poniéndonos a prueba tras casi dos años y ello pasa una seria factura al estado de ánimo y a la salud en general. De hecho, las cifras de los informes sobre salud mental en todo el mundo a raíz de la pandemia son, simplemente, demoledoras. (1) (2)
Y no solo en lo tocante a la ansiedad y la depresión, que son ya terribles en sí mismas, sino también respecto a otros trastornos seguramente más imprevisibles.
Así, resulta que se han disparado los casos de tics en adultos y algunas adicciones, entre otros problemas de índole mental y nervioso. (3) (4)
Lo que está claro es que, en tales circunstancias, dedicar tiempo a uno mismo resulta fundamental. Pero ¿cómo dedicarnos tiempo cuando todo lo que nos rodea “nos necesita”? Nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros hijos… Basta con fijarse un poco para ver que todos necesitamos un extra de ayuda en estos tiempos; un plus de cariño y de contacto.
Pero es imprescindible, más que nunca, dedicar tiempo y espacio a aquello que nos hace sentir bien a cada uno de nosotros. A aquello que nos libera. Ya sea pasear, hacer meditación, visitar un museo, leer o rezar.
Y a hacerlo en soledad, reencontrándonos con nuestro ser interior.
Muchos de los ejercicios practicados por los filósofos en la Antigua Grecia servían precisamente para incrementar la sabiduría y el autocontrol, así como para hallar el bienestar dentro de la propia mente. (5)
Y, antes que ellos, los milenarios sabios chinos e hindúes, por mencionar solo algunos ejemplos, meditaban en búsqueda de exactamente lo mismo.
No se trataba de adherirse a un principio superior, ni de realizar un acto de fe ciega.
Sencillamente se conocía la importancia de cultivar el mundo interior; de concentrarse y “trabajar” en quien uno es de verdad.
Y no hay que olvidar que el de entonces era un mundo en el que el miedo, las enfermedades y todo tipo de adversidades acechaban por doquier. De hecho, los peligros eran entonces muchos más y más reales que los de hoy: la guerra, el hambre, las insalubres condiciones de vida de buena parte de la población…
Además de canalizar nuestro malestar a través de actividades liberadoras, es importante conocer bien los mecanismos del miedo.
Sobre esta cuestión publiqué hace tiempo un texto que quiero animarle a volver a leer (más abajo le digo cómo acceder a él), pues lamentablemente está más de actualidad que nunca.
En ese mismo texto le recomendaba utilizar, en una situación de angustia como la que parece que sigue imponiéndose en toda Europa, unas pequeñas aliadas cuya efectividad y seguridad han sido bien probadas.
Hablo de las flores de Bach.
Estos elixires herbales no podrían funcionar de forma más diferente a como lo hacen los ansiolíticos y demás artillería farmacológica, cuyo consumo se ha disparado con la pandemia y que solo buscan neutralizar todas las emociones mal consideradas “excesivas” de un plumazo.
Resulta que cada una de las flores de Bach está “especializada” en un tipo específico de malestar emocional: el enfado, la rabia, la tristeza, la tristeza con apatía y agotamiento… (6). Todos ellos posibles efectos psicológicos de la pandemia.
¡Dígame qué medicamento que haya podido probar presenta tal nivel de precisión! A mí la verdad es que no se me ocurre ninguno.
Pero precisamente si nuestras emociones en un tiempo complicado como el que vivimos son también complejas, la solución para paliarlas no puede ser tan sencilla como una simple pastilla… ¿no le parece?
Es necesario profundizar, pararse a oír lo que el propio cuerpo y mente tienen que decir, atender a cada una de las emociones y… solo entonces, actuar si es preciso.
Aquí tiene la lista de las mejores flores de Bach para aliviar cada tipo de emoción, en caso necesario.
¡Ah! Y como estoy seguro de que, como yo, tiene a más de un amigo que está atravesando un momento de gran fatiga mental debido a la situación que arrastramos, me gustaría animarle a que le reenvíe directamente este texto. Créame: este es el texto que yo agradecería que alguien que me aprecia de verdad me enviase en estos momentos.
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Creo que sería imprescindible que por lo menos se llevase una trazabilidad de las vacunas, ya que si por cualquier circunstancia un lote saliera con algún problema o defecto y fuese preciso tomar medidas para proteger a las personas inoculadas de este lote, por el momento nadie conoce su numero de lote ni de vacuna, con lo que la situación seria terrible.
Entiendo que en el escrito se debería pedir al gobierno una explicación al respecto y que nos explicase el porqué de esta falta de prevención.
En absoluto estoy de acuerdo con lo que esta pasando. Creo que estas vacunas serán nocivas para muchísimas personas y sería necesario parar esta locura.
Muy buen artículo, pero ¡no está firmado! (como tampoco otras entradas del blog). No hay manera de saber quién es el autor o autora. En la pestaña «Quiénes somos» de la web aparece el único nombre de Laura Aramburu. ¿Hay que entender que es la autora de las entradas del blog?
Me gustaría divulgar el artículo pero sin saber quién lo escribe me cuesta hacerlo.
Muchas gracias