Cicatrizante, suavizante, calmante, antiséptica… La miel posee muchísimas propiedades buenas para la piel, ya sea para un uso cosmético o para ayudarle a curar heridas y lesiones. Le decimos cómo usarla en cada caso.
Casi todos la tenemos en la despensa, pero desde luego no pensando en sus utilidades para el cuidado de la piel.
Sin embargo, hay que saber que la miel, alimento presente en tantas y tantas casas cuando el frío aprieta por ser un gran estimulante del sistema inmunitario, es también una auténtica maravilla para el tratamiento de las afecciones cutáneas y para mantener el buen estado de la piel en general.
De hecho, con una buena miel se puede rehidratar de forma duradera, pero también repararla y favorecer la cicatrización cuando ha sufrido lesiones.
Conozcamos más en profundidad cómo actúa.
Las fantásticas propiedades de la miel a nivel cosmético se deben a su composición única, de en torno a:
Debido a su textura, se utiliza sobre todo en forma de mascarilla, en cataplasma o como ingrediente para bálsamos o cremas.
Pero lo cierto es que también actúa eficazmente diluyendo los aceites esenciales cuando lo que se busca integrarlos en el agua de baño.
El uso cosmético de la miel tiene en realidad miles de años de historia.
Cosechada y utilizada por el ser humano desde la noche de los tiempos por sus propiedades medicinales, los egipcios ya la utilizaban como elemento embalsamador y como cicatrizante en el vendaje de lesiones y heridas.
¡Y tenían toda la razón del mundo al hacerlo! Las propiedades curativas y cicatrizantes de la miel hoy día están fuera de toda cuestión. De hecho, incluso se utiliza en hospitales de Inglaterra y Bélgica en diversos cuidados de enfermería, como por ejemplo en caso de úlcera.
En cualquier caso, la ciencia ha revelado que la miel no solo posee un excepcional poder cicatrizante (hasta el doble que algunos apósitos de farmacia).
Eso sí, hay que reconocer que las propiedades antibióticas de la miel han sido probadas científicamente en laboratorio (in vitro) y aún no en las personas.
Cada tipo de miel tiene una actividad terapéutica propia, dependiendo de la planta de la que deriva, de sus concentraciones de principios activos…
De ahí que sea importante tener en cuenta los siguientes trucos:
Este último es, por ejemplo, el caso de la ahora tan popular miel de manuka, originaria de Nueva Zelanda (la “manuka” es una planta aromática oriunda de estas islas). De hecho, ya se han desarrollado estudios que atestiguan su poder bactericida sobre los bacilos Staphylococcus aureus y Helicobacter pylori, dos de los más comunes.
Un poco más adelante va a conocer otros consejos para saber cómo identificar una miel de calidad. Pero ahora, antes de eso, sigamos viendo cómo usarla tanto en caso de molestias y dolores como en tratamientos cosméticos.
Aquí van algunos ejemplos de aplicaciones terapéuticas frente a lesiones y dolores comunes:
En cosmética, la miel se considera un humectante eficaz, capaz de hidratar en profundidad la piel. Además, es bien tolerado por todos como mascarilla o como ingrediente para añadir a una fórmula reparadora y/o calmante.
Le doy un par de ideas para usarla extrayendo todas sus virtudes:
Hay que atender tanto al origen geográfico y al tipo de flores que se han trabajado como a las prácticas, orgánicas o no, del apicultor. De hecho, en ocasiones vale más apostar por miel no ecológica pero que cumpla otras características.
El tema es tan complejo que prefiero recomendarle que lea este otro texto, donde la cuestión queda perfectamente clara.
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