Lo mismo que por un lado sirve para “emancipar” al paciente, para hacerlo más responsable y concienciado de su propia salud, puede derivar en una auténtica obsesión.
“¿Con qué enfermedad se corresponden estos síntomas?”.
Esta es probablemente una de las preguntas que más se plantean en el principal buscador de internet, el gigante Google.
No en vano es incluso conocido por algunos como “San Google” y, dentro del ámbito médico, como el “Dr. Google”.
Pues bien, precisamente sobre este último apelativo compartimos hoy una reflexión.
Buscar información en la red (a través de Google o de otros motores similares) para resolver todo tipo de dudas y consultas es, para muchas personas, una constante diaria.
Ahora bien, este hábito también puede llegar a afectar a la salud y ahora vamos a ver hasta qué punto.
Por supuesto, no es cuestión de demonizar estas herramientas digitales, que en realidad son de lo más útiles (permiten que personas de todo el mundo accedan a información de manera inmediata, así como a gran cantidad de datos sobre casi cualquier tema que les interese o preocupe).
En cambio, sí es necesario tener claro que, de no hacer un uso responsable de ellas, terminan haciendo más mal que bien. Sobre todo, cuando la salud entra en juego.
Un ejemplo bastante extremo, pero desgraciadamente muy real y en claro aumento desde el inicio de la pandemia, lo encontramos en la cibercondría.
Este es un tipo de hipocondría (es decir, una convicción y preocupación permanente acerca de una enfermedad no real) en este caso alimentada por el acceso permanente que tenemos a una cantidad ingente de información sobre salud en la red. (1)
Es decir, que lo mismo que por un lado sirve para “emancipar” al paciente, para hacerlo más responsable y concienciado de su propia salud, puede derivar en una auténtica obsesión (o empeorarla cuando ya se ha desencadenado).
A todos o a prácticamente todos, ante esta pregunta, se nos viene a la mente alguien (ya sea familiar, amigo, compañero de actividades o de trabajo…).
Si no queremos catalogarlo directamente como hipocondríaco, podría decirse que “se preocupa excesivamente” cuando se presenta el mínimo problema de salud (temiendo que hasta un pequeño dolor implique una enfermedad grave, incluso mortal).
Estos perfiles existían antes de la era de internet. Los ha habido siempre.
De hecho, han alumbrado grandes obras literarias universales como El enfermo imaginario de Molière o las divertidas aventuras del Dr. Knock. (2)
Sin embargo, hay que reconocer que con la aparición del “Dr. Google” el problema ha alcanzado dimensiones en algunos casos desorbitadas.
Las personas cibercondríacas, al igual que cualquier hipocondríaco, están ávidas de información porque sienten que el conocimiento las tranquilizará. En cambio, muchas veces lo que sucede es todo lo contrario:
Ojo: muchas personas se reconocen a sí mismas en esta descripción y son conscientes del problema. Sin embargo, solventarlo de raíz es más complejo de lo que parece, requiriendo muchas veces tratamiento psicológico.
Sea como sea, lo que sí se puede hacer es dar un poco coherencia a la cuestión. Y apenas bastan unas medidas de puro sentido común para lograrlo, como va a ver.
Muchos colegas relatan experiencias con pacientes que, nada más entrar en la consulta, lo primero que sueltan es eso de: “he leído en internet que…”.
En ocasiones, aunque parezca mentira en el mundo de hoy, repleto de fake news, todavía cuesta hacer entender que el haber leído algo en internet no siempre es sinónimo de verdad.
La buena noticia es que también hay mucha y muy buena información fiable y que puede ayudarle. A aprender sobre sus dolencias, sobre sus enfermedades, sobre cómo mejorar su situación y paliar sus síntomas…
Solo hay que saber dónde buscar, tener criterio y no fiarse de todo lo que uno ve o lee, por mucha apariencia de profesionalidad que tenga.
Precisamente si de algo “presumimos” siempre es del sentido crítico que tienen nuestros lectores, que lo que buscan es conocimiento y criterio para afrontar con otras herramientas en sus manos tanto la enfermedad como la propia vida.
Según una encuesta realizada por Microsoft, 4 de cada 5 internautas usan la red para buscar información sobre cuestiones de salud. (3)
En su mayoría lo hacen para informarse sobre síntomas y problemas médicos (83%). Pero el verdadero drama es que 1 de cada 2 personas consultadas ve corresponderse siempre sus síntomas con el problema descrito.
¿Por qué sucede esto?
Porque una descripción inespecífica y generalizada de una enfermedad recoge síntomas y características que, en muchos casos, se corresponden con enfermedades de casi cualquier tipo.
Es lo que sucede por ejemplo con la fatiga, el cansancio, el dolor muscular, el mal descanso… Son síntomas comunes a grandes familias de dolencias, que abarcan desde infecciones virales a fibromialgias y otras patologías mucho más graves.
No en pocas ocasiones he comentado los problemas de los que adolece la medicina convencional.
Preocupa el poco tiempo que se dedica a cada paciente en la consulta. Y también que muchos profesionales se limiten a recetar el fármaco de referencia, sin reparar siquiera en las alternativas naturales que existen.
Sin embargo, esto no quita que se trata de un profesional de la salud que se ha formado durante años y que cuenta con unos conocimientos específicos que vuelca cada día en sus pacientes.
Y que es una persona de carne y hueso que se preocupa por las personas y con la que usted puede hablar cara a cara.
Esto es algo que jamás encontrará a través de una pantalla electrónica. Da igual la ingente cantidad de información que contenga ese vastísimo mundo que es internet.
Por eso lo mejor es siempre, ante la duda, acuda a su médico para resolver cuestiones de salud que le preocupen (por supuesto, también puede buscar un profesional alternativo en la medicina integrativa).
Y esta recomendación se hace todavía más determinante si es usted una persona que tiende a preocuparse -e informarse- excesivamente.
Lo mejor que puede hacer por su salud y por mantenerse bien informado es:
Como hemos visto, hoy por hoy casi cualquiera conoce a una o varias personas que sufren cierto grado de cibercondría. Es algo, casi podría decirse, inherente a la era de sobreinformación y de hiperconexión que nos ha tocado vivir.
Por eso le animamos a compartir este texto a través de las redes sociales. ¡Seguro que muchos de quienes lo lean agradecerán que se lo haya hecho llegar!
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