Morir es algo natural, pero por lo general no estamos preparados para experimentar esa situación, ya sea en nosotros mismos o en personas allegadas. Le contamos cómo puede apoyar a morir a sus seres queridos llegado el momento.
Uno de los textos que más reacciones ha producido a lo largo de los años que llevo escribiendo Tener Salud hablaba sobre las señales que anuncian la muerte. Se trata de un tema serio, doloroso, al que casi todos nos hemos tenido que enfrentar alguna vez: las últimas horas de un ser querido.
Por eso me permito recuperarlo, para que los nuevos lectores que se han ido incorporando a Tener Salud desde entonces puedan también leerlo. Y es que la muerte, antaño omnipresente, permanece hoy escondida. ¿Quiere saber cómo ayudar a morir a un ser querido al que le ha llegado su hora?
Más del 80% de los fallecimientos tiene lugar en el hospital. Lejos quedan ya aquellos tiempos en los que los muertos eran velados en sus casas, en los que toda persona cercana, por no decir todos los vecinos del barrio, eran invitados a rendirle un último homenaje, esos tiempos en los que era frecuente ver a gente vestida de luto pasar en procesión por las calles detrás de un coche fúnebre.
Debido a estos cambios, muchos de nosotros ya no estamos en absoluto familiarizados con la muerte. Ya no sabemos cómo es ni cómo comportarnos ante ella. Nadie conoce el día ni la hora de su muerte ni la de sus seres queridos, pero por esa misma razón conviene estar preparado.
Por todo ello he decidido recuperar este texto, aunque pudiera en principio parecer algo macabro. Y por ello también le recomiendo que lo atesore con cuidado porque, el día en el que la muerte se aproxima, puedo asegurarle por experiencia que el simple hecho de saber qué está ocurriendo y cómo actuar permite controlar mejor la conmoción y el dolor terrible que pueden llegar a adueñarse de nosotros y así también poder ayudar a morir a quien lo necesita.
Voy a hablarle de las diez señales que anuncian la llegada de la muerte y de cómo reaccionar ante ellas. He cuidado mucho el mantenerme en el plano de los hechos, ya que las emociones que se suscitan pueden variar en función de la relación que cada cual pueda tener con quien está en el lecho de muerte (progenitores, hijos, pareja, hermanos, abuelos…).
Cuando se acerca la muerte, las necesidades energéticas disminuyen. La persona empieza a resistirse o a negarse a comer y a beber, y solo se presta a tomar pequeñas cantidades de alimentos sosos (como papilla de cereales). Lo primero que se rechaza es la carne, porque se digiere mal. Con la muerte al acecho, el individuo puede volverse incapaz de tragar.
Qué hacer: no debe forzarle a comer y deberá respetar las señales que da el yacente, por mucho que le pueda preocupar esa pérdida de interés por la comida. Ofrézcale con regularidad un poco de sorbete o de helado, o un sorbo de agua. Pase una toalla húmeda y caliente por el contorno de sus labios y póngale cacao en los labios para que estén húmedos y no le duelan.
Quién está viviendo sus últimas horas pasa dormido la mayor parte del día y de la noche mientras su metabolismo se ralentiza, y la falta de comida y de bebida contribuye a su deshidratación. Despertarlo se vuelve algo complicado, y el cansancio es tal que el individuo ya no alcanza a discernir bien lo que sucede a su alrededor.
Qué hacer: deje que duerma, evite despertarlo bruscamente. Parta del principio de que puede oír todo lo que usted diga, puesto que el oído sigue funcionando, aunque la persona esté inconsciente, o incluso durante el coma.
La falta de alimentos y el cansancio debilitan a las personas hasta el punto de que pueden volverse incapaces de levantar la cabeza o incluso de sorber por una pajita.
Qué hacer: céntrese en el bienestar del enfermo, ayúdele para que se encuentre confortable y se sienta acompañado.
Los órganos, y entre ellos el cerebro, empiezan a dejar de funcionar. Hay pocas enfermedades que provoquen hiperagudeza (grado elevado de consciencia) cuando el final se acerca. Por lo general, los agonizantes dejan de saber dónde están con exactitud ni quién hay en la habitación. Cada vez hablan y responden menos, o hablan con personas a las que los demás no ven; puede parecer que dicen cosas sin sentido y pueden agitarse y rebuscar entre las sábanas.
Qué hacer: mantenga la calma y sea comprensivo. Hable con serenidad y recuérdele quién es usted cuando se acerque a él.
La respiración se vuelve irregular, complicada. Los pulmones y la garganta también pueden producir secreciones en exceso, lo que produce ruidos fuertes en las inspiraciones y espiraciones. Este fenómeno se llama estertor.
Qué hacer: los problemas respiratorios pueden preocupar a quienes lo presencian, pero la persona que está en esta fase del final de su vida no es consciente de estas alteraciones de la respiración. De nuevo, céntrese en su bienestar. Hay posturas corporales que pueden ayudar: la cabeza ligeramente reclinada sobre una almohada, o sentarlo sujetándolo bien con unos cojines y un respaldo sólido, o tumbarlo ligeramente inclinado sobre el costado.
Humedézcale la boca con una toalla húmeda e hidrate sus labios con cacao. Si desprende mucho flujo por nariz y boca, límpiele delicadamente sin intentar sonarle. Permanezca tranquilo cerca del enfermo, tiéndale la mano o háblele con suavidad.
A medida que el cuerpo deja de funcionar, quien está postrado pierde el interés por las personas que le rodean. Puede que deje de hablar, que farfulle de manera incomprensible, que deje de responder a las preguntas o que, simplemente, dé la espalda a quienes le acompañan. Unos días antes del fallecimiento, es posible que la persona sorprenda a sus seres queridos con una última muestra de alegría y afecto, que puede durar desde menos de una hora hasta un día entero.
Qué hacer: tenga en cuenta que es una parte normal de la senda de la muerte, que nada tiene que ver con la relación que usted tenga con esa persona. Mantenga la presencia física tocándole y sin dejar de hablarle, si se siente capaz de ello, pero sin esperar nada a cambio. Aproveche cualquier momento de lucidez, si llega, porque pronto se desvanecerá.
La escasa cantidad de bebida y el descenso de la presión sanguínea contribuyen a disminuir la actividad de los riñones. La orina se vuelve muy concentrada, oscura, rojiza o del color del té. También puede darse una pérdida del control de los esfínteres cuando la muerte acecha.
Qué hacer: puede suceder que el personal médico decida que hace falta un catéter (una sonda), pero no en las últimas horas de vida. La disfunción renal hace que aumenten las toxinas en sangre y puede contribuir a provocar un coma apacible previo a la muerte. Al cambiar las sábanas, ponga una sábana impermeabilizante sobre el colchón.
Cuando el funcionamiento de los riñones se ralentiza, puede producirse una retención de líquidos en el cuerpo, sobre todo en las zonas más alejadas del corazón, como los pies y los tobillos. Estas zonas, así como las manos y la cara, pueden hincharse.
Qué hacer: por lo general, no suele aplicarse ningún tratamiento concreto (como fármacos diuréticos, por ejemplo) para estos hinchamientos relacionados con la agonía. Es consecuencia natural de la proximidad de la muerte.
Durante las horas o los minutos previos a la muerte, la circulación sanguínea se aleja de la periferia del cuerpo y se centra en los órganos vitales. Mientras esto sucede, las manos, los pies y los dedos se enfrían y las uñas pueden volverse pálidas o azuladas.
Qué hacer: una manta caliente puede ayudar a preservar el bienestar de quien agoniza y a mantenerlo consciente. Podría molestarle el peso, de modo que no se la ajuste demasiado.
La piel, que antes era uniformemente pálida o de color ceniza, empieza a mostrar vetas violáceas o azuladas. Es uno de los signos de que la muerte es inminente, como resultado de la ralentización de la circulación sanguínea. Las vetas suelen aparecen primero en las plantas de los pies.
Qué hacer: no hay nada que deba hacer al respecto, salvo saber que es parte del proceso natural y no sorprenderse por ello.
Los signos que anuncian la muerte y que acabo de mencionar describen un proceso de muerte natural, que puede variar de una persona a otra. Si se mantiene a una persona con vida de manera artificial (mediante un respirador o tubo de alimentación), el proceso puede ser diferente.
Conocer todos estos signos puede ayudar a enfrentarse a este doloroso momento sin estar más desamparado aún de lo que ya se está.
Y es que no hay una forma mejor de calmar un miedo humano y natural, como es la muerte, que hablar sobre él de una manera franca y abierta.
Si hoy usted no necesita esta información, siéntase dichoso por saber que sus seres queridos tienen buena salud y disfrute de cada instante de las personas a las que quiere.
Sin embargo, si hay algo que le inquieta respecto a la muerte, ya sea la de un ser querido o la propia, algo que le hace estar intranquilo o preocupado, le recomiendo que lo hable. Es bueno saber cómo ayudar a morir.
Recientemente he conocido una herramienta que le ayudará a dialogar de este tema tabú con sus seres queridos, siendo un catalizador de sus miedos y emociones. Se trata de las cartas de Al final de la vida.
Al final de la vida es un proyecto de obra social que tiene el objetivo de proporcionar apoyo y una mejor calidad de vida a las personas y sus familias en el proceso de fallecimiento y duelo.
Y estas cartas son un “vehículo” que el equipo de este proyecto utiliza para ayudar a las personas a canalizar emociones, normalizar el proceso de morir y promover una mejor autogestión en el ámbito familiar.
Hace poco que las descubrí y las considero extraordinariamente útiles, pues le ayudarán a facilitar la conversación y el debate sobre las necesidades que podría tener, usted o un ser querido, respecto a los cuidados al final del ciclo vital.
Quizá hoy usted esté agitado, nervioso… y ni siquiera sepa por qué. A veces, sucede incluso que estas cartas revelan o sacan a la luz una inquietud que la persona tenía pero que ni siquiera sabía cómo verbalizar…
Si quiere saber más sobre estas cartas y pedirlas, hágalo a través de este enlace
Sepa que el 100% de los ingresos recaudados por la venta de las cartas va destinado a la labor social de la Fundación Al final de la vida. Quizá mi texto de hoy le haya hecho revivir las últimas horas de un ser querido.
Si es así, tal vez las cartas le ayuden también a resolver este dolor pasado al gestionar la muerte en el presente y a ayudar a morir. Y es que nada hay tan natural como la muerte, pero es inevitable sentir un profundo dolor al presenciar cómo se escapa la vida de alguien a quien amamos.
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