El ejercicio siempre es bueno para prevenir problemas de salud. Pero, si se sufre alguna enfermedad en concreto, lo mejor es apostar por los deportes terapéuticos más apropiados. ¡Le indicamos los que ofrecen mejores resultados!
Que la actividad física ayuda a mejorar el bienestar en general, además de a prevenir problemas de salud y recaídas es algo que nadie pone en duda. Ahora bien, existen deportes terapéuticos que están especialmente indicados ante ciertas patologías.
Y es que las particularidades de los mismos, ya sea por su intensidad o por los movimientos que se realizan, hacen que sean más beneficiosos.
Por ello, si sufre algunas de las dolencias que se indican a continuación, tome nota de la actividad física que más le interesa realizar.
¡Notará la mejoría!
Esta patología es muy frecuente a partir de los 40 años, ya que se debe al deterioro articular que se produce con la edad. Sin embargo, esto no significa que no se pueda hacer nada para retrasar su aparición. Y, en el caso de que ya hayan empezado a darse los primeros síntomas, también es mucho lo que puede hacer para frenar su progresión. (1)
De hecho, en ambos casos la solución es la misma: hacer ejercicio.
Ahora bien, la clave está en realizar actividades de bajo impacto y que no conlleven golpes repetitivos o bruscos, como por ejemplo correr de manera intensa. Por el contrario, conviene montar en bicicleta, bailar o caminar (esto último mejor en suelo blando, para así reducir el impacto sobre las articulaciones).
Y un deporte terapéutico que ha demostrado ser especialmente beneficioso es la natación. Además de ser de bajo impacto, como se realiza en el agua el peso que soportan las articulaciones es mínimo, lo que ayuda a reducir el dolor.
Uno podría pensar que ante un hueso frágil lo peor es hacer cualquier tipo de esfuerzo, pero en realidad ocurre lo contrario: si la masa ósea se ve sometida a un esfuerzo mecánico, se vuelve más fuerte.
Eso sí, hay que fortalecer huesos y músculos al mismo tiempo, ya que ambos forman una pareja indisociable.
En cuanto a ejercicios concretos, los que más interesan son los de resistencia de impacto moderado. Por ejemplo, caminar a paso ligero, correr o musculación. Pero en este último caso conviene usar el propio peso corporal (haciendo sentadillas, flexiones…) en lugar utilizar pesas, que es demasiado intenso.
Y no menos importante es el control del equilibrio y la coordinación, ya que ayuda a prevenir las caídas y, con ello, las fracturas.
En este sentido una práctica que combina fuerza y equilibrio, por lo que está especialmente indicada para las personas con osteoporosis, es el tai chi. (2)
Aquí hay que diferenciar entre las posibles dolencias cardíacas que se tengan:
Convienen los deportes de baja intensidad como caminar a paso ligero, correr de forma suave, montar en bicicleta en terreno llano…
Además, la actividad debe ser progresiva y practicarse durante un máximo de una hora, además de intercalar esos ejercicios con otros que ayuden a relajar la mente como meditación, yoga, etc. De este modo conseguirá controlar la presión arterial al tiempo que se ejercita, lo que es crucial. ¡El sedentarismo es nefasto si se sufre esta patología!
Y si hablamos de deporte terapéutico, de nuevo la natación es el más adecuado. De hecho, esta práctica es beneficiosa para la salud cardiovascular en general, pues ayuda a controlar la presión arterial como pocas. (3)
La actividad física también conviene después de haber sufrido un infarto, por lo que podría realizar cualquiera de los ejercicios antes indicados. Y es que de este modo se mejora el rendimiento cardíaco, lo que favorece una recuperación más rápida; sobre todo si se ha visto sometido a una cirugía. Eso sí, no conviene ejercitarse durante más de 30 minutos al día.
Sucede lo mismo que con el infarto. De hecho, los expertos son unánimes al recomendar que se reanude la actividad física lo antes posible. Solo así puede frenarse la progresión de la degeneración que suele seguir al ictus. Tanto en cuanto a síntomas motores (pérdida de movilidad) como cognitivos (pérdida del habla, problemas de memoria…), ya que el ejercicio también estimula la plasticidad neuronal; es decir, la capacidad de las neuronas para regenerarse.
Y a este respecto un estudio demostró que la bicicleta estática eléctrica es un deporte terapéutico muy favorable para la recuperación de la motricidad y de la memorización tras haber sufrido un ictus. (4)
En este caso la clave está en encontrar el justo equilibrio. Y es que un ejercicio intenso puede provocar nuevas crisis, sobre todo si se es propenso a sufrirlas. Pero la cosa cambia si ese ejercicio es prolongado y de intensidad moderada, como por ejemplo caminar a paso ligero o correr de forma suave. También puede montar en bicicleta, bailar o nadar, y lo aconsejable es ejercitarse unas 3 veces por semana.
Asimismo, si las migrañas se producen con cierta frecuencia, le recomiendo que tenga a mano una especie de diario donde apuntar todo lo que ha hecho antes de que se desencadene una nueva crisis y cómo ha sido de intensa. De este modo sabrá si hay ciertos ejercicios que, en su caso concreto, favorecen su aparición, por lo que deberá buscar otras alternativas.
Eso sí, algo que no suele fallar cuando de migrañas se trata son los ejercicios de relajación. Y uno de los que más conviene es el mindfulness, que se ha demostrado que ayuda a reducir la frecuencia y la intensidad de las crisis. (5)
Por último, tenemos los trastornos del sueño, siendo el insomnio el más habitual. En esos casos la natación y otras actividades acuáticas son especialmente útiles para regular y optimizar la calidad del sueño, ya que estimulan la secreción de serotonina y endorfinas, hormonas que juegan un papel clave en el ciclo vigilia-sueño.
Otra buena alternativa es invertir tiempo al final del día en sesiones de meditación, musicoterapia, masajes o coherencia cardíaca (aquí le explicamos en qué consiste exactamente y cómo puede practicarla), pues todas estas actividades ofrecen efectos similares. Por el contrario, hay que evitar ejercicios físicos intensos a partir de las 5 de la tarde para no alterar el ciclo del sueño.
Como ve, a la hora de prevenir, controlar y evitar recaídas de patologías concretas no basta con “hacer deporte”. La clave es realizar el deporte terapéutico que más conviene en cada caso.
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