Vivir en un entorno rico en estímulos, tanto físicos como cognitivos, ayuda a rejuvenecer el cerebro. Así lo ha concluido un equipo de científicos españoles, con cuyo trabajo se incide en la importancia de seguir buenos hábitos de vida para envejecer con salud(1). Y, más aún, en el gran impacto que tienen los cambios que realicemos en ese estilo de vida, ¡incluso a nivel molecular!
Para probar este efecto realizaron ensayos con ratones jóvenes y ancianos que convivieron durante meses en un espacio repleto de juguetes, rampas y túneles, entre otros objetos, para obtener así un mayor enriquecimiento ambiental. A continuación, analizaron su hipocampo para observar si se habían producido cambios a nivel molecular y epigenético (es decir, que regulan el comportamiento de los genes).
Y es que se sabe que esa región del cerebro es clave para la formación de nuevas neuronas, pero también la que sufre un importante declive con el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento. Pues bien, los responsables observaron que, gracias a la estimulación cognitiva, física y social que experimentaron los ratones, pudo revertirse buena parte de ese declive del hipocampo asociado al envejecimiento natural del organismo.
Por supuesto, no es cuestión de que nos subamos a rampas, como cuando éramos pequeños, para conseguir esos cambios moleculares y cumplir más años con salud. Bastaría con realizar actividades que consigan la misma estimulación cognitiva, física y social que experimentaron los ratones. Por ejemplo, bailar, hacer deportes de equipo (acorde al estado de salud de cada persona), apuntarse a clases de teatro o de cocina, ser voluntario de alguna asociación…
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