Estrés, en el punto de mira de la retinopatía serosa central

El estrés puede ser el punto de inicio de algunas afecciones como depresión, diabetes o problemas cardíacos. Pero a esta lista hay que sumar ahora la retinopatía serosa central⁽¹⁾. Esta afección se caracteriza por la acumulación de líquido bajo la retina, lo que puede conllevar una pérdida visual irreversible. Y su incidencia no ha dejado de aumentar, hasta el punto de convertirse en la cuarta maculopatía⁽²⁾ más común.

Lo que ocurre es que el cortisol (la “hormona del estrés), en situaciones de estrés prolongado, afecta a diversos sistemas del cuerpo, incluido el ocular. En este caso, debido probablemente a la reacción inflamatoria asociada, provoca una disfunción en los vasos sanguíneos de la retina que conlleva una mayor permeabilidad y que se filtre líquido bajo la retina. Más en concreto, en la mácula, que es la parte central del ojo responsable de la visión detallada.

De este modo, aunque un primer brote puede conllevar solo una leve y temporal merma en la capacidad visual, si la acumulación de líquido persiste pueden llegar a dañarse las células de la retina, causando una pérdida de visión permanente. Y esto es precisamente lo que le ocurre a los afectados que experimentan estrés de manera habitual, lo que confirma esa relación. De hecho, se han referenciado casos de personas que experimentan mejorarías al controlar el estrés. Por el contrario, si este persiste, el daño sobre la retina se cronifica y la afección pasa a ser irreversible. Incluso entre quienes se han sometido a terapia fotodinámica o de láser, que a día de hoy son los tratamientos más habituales.