Nuestros antepasados cazadores-recolectores, que vivían antes de la introducción de la agricultura, pocas veces se veían afectados por las enfermedades crónicas que en la actualidad afectan masivamente a las poblaciones:
Esta salud de hierro la debían a su modo de vida y, sobre todo, a la alimentación.
Sencillamente, no consumían ninguno de los productos básicos de la alimentación moderna: productos industriales a base de cereales (pan, pasta, bollería), golosinas, bebidas azucaradas, productos lácteos en grandes cantidades (sin tener en cuenta todos los estudios recientes sobre la leche y el cáncer, los problemas digestivos así como las enfermedades del esqueleto, las alergias y las enfermedades autoinmunes, como la diabetes de tipo 1).
Entonces, ¿qué comían?
Nuestros antepasados se alimentaban de verdura, fruta, nueces, determinadas hojas, flores, raíces y semillas que encontraban en la naturaleza, así como de pescado, crustáceos y carne de caza, según las zonas donde vivían.
Cuanto más cerca estaban del ecuador terrestre, más rica era su dieta en productos vegetales. Aquellos que vivían en las regiones frías y montañosas se alimentaban esencialmente de la caza, con el caso extremo de los inuits (esquimales) cuya alimentación, pero también el modo de vida (ropa, herramientas, materiales de construcción), procedían de la caza de focas y de la pesca.
En este estadio, para nosotros, las personas del siglo XXI, es fácil imaginar una vida idílica en la que pizzas, patatas fritas y lasañas congeladas serían sustituidas por generosos platos de pescado salvaje asado, amenizado con ensaladas frescas de aguacate, brotes de espinaca y otras hortalizas de hoja, y seguido de una buena macedonia fresca de fruta variada.
Pero claro está que la diversidad de los vergeles, de las huertas y, sobre todo, de los estantes de los supermercados de hoy, no existía ni de lejos en esa época.
Si, por ejemplo, usted fuera un cazador-recolector de la Europa occidental en esa época, la única fruta para consumir que tendría a su disposición sería la grosella y la uva espina. Por supuesto, la grosella no se presentaba en un bote de mermelada o de jalea de color rojo. Sería la grosella de los arbustos, sin azúcar, con muchas pepitas y gran acidez.
¿Y las manzanas y las peras? Sólo estaban en el Cáucaso, una región montañosa a 4.000 kilómetros hacia el este.
¿Y la uva, las cerezas, las ciruelas? Había que acercarse a Mesopotamia.
¿Y las fresas? Sólo crecían en Estados Unidos y Argentina, al otro lado del Atlántico.
¿Y las frambuesas y las moras? También en Estados Unidos.
En cuanto al limón, la naranja, el pomelo y el plátano, ni pensarlo; había que ir al sudeste asiático, un destino que todavía en la actualidad, en la era del Aribus 380, sigue siendo un viaje interminable…
En la Europa occidental no crecían en estado natural más que coles, zanahorias, habas y nabos.
Los tomates, las judías y las calabazas, que imaginamos con tanta facilidad en los huertos medievales, no llegaron a Europa hasta el siglo XVI, después de que Cristóbal Colón desembarcara en América, y la patata no lo hizo hasta el siglo XVIII.
La cebolla, las espinacas, la remolacha, los espárragos, el apio, los guisantes, la lechuga y el rábano sólo crecían Oriente Medio.
La berenjena y el pepino sólo existían en la India.
En otras palabras, en las cocinas de la época de los cazadores-recolectores hacía falta una imaginación increíble para llegar a componer sopas de verduras y, además, no había apenas ingredientes con los que aderezarlas.
Está muy bien, incluso es excelente, inspirarse al máximo en la dieta de los antiguos cazadores-recolectores para vivir sanamente y aportar al organismo una alimentación adaptada a sus necesidades. Pero alegrémonos (y mucho) de vivir en una época en la que podemos variar con tanta facilidad los placeres de la alimentación.
Y aprovechemos la extraordinaria diversidad de verduras y frutas que encontramos hoy en día en las tiendas, o que podemos cultivar en los huertos, para jugar con toda la gama de sabores y texturas que nos estimulan las papilas gustativas y aportan tantos buenos nutrientes al organismo.
Es una maravilla poder disponer de tal cantidad de frutas, verduras y alimentos diferentes, ¿cuál de todos ellos es fundamental en su dieta y echaría de menos si hubiera nacido en otra época? Le invito a comentarlo con el resto de lectores de saludnutriciónbienestar.com un poco más abajo.
Artículos relacionados
Yo sigo bastante la dieta paleolítica y me va muy bien, ya que me estoy curando con ella del colon irritable.
Yo echaría mucho de menos mi aguacate con tomate y oregano que como por las noches.
De las frutas echaría de menos el melón y el albaricoque; de las verduras el repollo, las habas, guisantes y sobre todo los tomates.
Yo cuando tengo excedente de tomates, seco al sol y frío en un buen aceite, para envasar, con los repollos hago chucrut, que luego voy añadiendo a mis ensaladas diarias. !!Qué maravilla¡¡ todo biológico.
A mí me cuesta decir qué verdura o fruta echaría de menos si viviéramos en aquellas épocas donde sólo había coles, zanahorias y poco más. Pues la verdad es que me parece extraordinario y privilegiado poder llenar la encimera de tal variedad de colores. Cocinándolo y sacándole esos sabores tan variados ya sea de un rico pisto. Una riquísima sopa de variadas verduras en la que no falte el apio. Un rico gazpacho. Hay tantas deliciosas mezclas. Yo tengo que decir que echaría de menos la mayoría de frutas y verduras. Aguacate, mandarinas. Cada uno con su particularidad, placeres diferentes. Infinitos
Me encantan las verduras orgánicas, trato de comer saludable.
Lastima que uno no empieza de joven a comer mas saludable, estaríamos más sanos.
En verdad que sí, ¡¡¡¡que bendición vivir en estos tiempos!!!! Y que maravillosa sociedad hemos desarrollado…
Ir al súper es como ir al parque de diversiones para mi jajajajjaaj y con este artículo se tiene un poco más de conciencia sobre lo que es y la bendición que tenemos al tener esta «evolutiva» posibilidad.
Dios los bendiga 🙂