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Contra la comida basura, tácticas militares

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Conoce a tu enemigo”, decía Sun Tzu, famoso general chino que vivió a finales del siglo VI a. C. Los ejércitos de hoy en día siguen haciendo uso de su manual de estrategia militar, “El arte de la guerra”, que puede encontrarse en cualquier librería, y cuyas enseñanzas también se siguen en las empresas para resolver conflictos, para fortalecer el liderazgo, etc.

Sun Tzu explica que “el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin luchar.” Suena extraño, pero tiene su lógica, pues lo ideal es colocar al enemigo en una posición de tanta debilidad que no intente ni siquiera luchar.

Sun Tzu enseña cómo analizar los puntos débiles del enemigo y cómo aprovecharse de ellos y agudizarlos. Hace hincapié en la psicología del combate y en la importancia de la táctica y la huida.

Al releer a Sun Tzu me he puesto a pensar en la lucha contra la comida basura.

Luchar contra la comida basura: en primer lugar, conocer al enemigo

Más que adelgazar como un fin en sí mismo, lo prioritario es aprender a comer de forma saludable; comer todo lo que se quiera, pero que sea saludable. Cuando uno se alimenta bien, recupera su peso ideal. Hacer una dieta estricta vendría en una segunda etapa si fuera necesario, pero no suele serlo.

Sin embargo, renunciar a la comida basura no es tan sencillo. Hará falta luchar contra las tentaciones, y de ahí la importancia de conocer al enemigo y saber dónde se originan las ganas de comida basura.

Un proceso inconsciente

Las ganas de comida basura comienzan de manera inconsciente. Usted está en casa, en la oficina, en el coche o en la calle y, de repente, al ponerse a pensar en cualquier cosa, le apetece comerse una napolitana, abrir una bolsa de patatas fritas, meter la mano en un paquete de caramelos o ir a comprarse una pizza, una hamburguesa, unas patatas fritas…

En realidad, muchas veces la idea no llega sola.

Primera posibilidad: tiene ganas de comida basura porque ha visto o ha olido comida basura. Ha pasado por delante de un escaparate donde estaba a la vista, o en un supermercado ha visto algo en una estantería y se le ha antojado. Lo tiene en su propia despensa, se ha encontrado un caramelo en el bolsillo o una tableta de chocolate al abrir un armario. Le ha venido el olor a pan recién hecho, a fritos o a queso fundido, o incluso ha escuchado sonidos que sugieren comida (en la radio, los anuncios de comida basura a menudo incluyen efectos de chisporroteos y aceite hirviendo para abrir el apetito).

Pero hay otras posibilidades.

Así, a uno le apetece comida basura cuando se encuentra en una situación que su mente, de manera consciente o inconsciente, relaciona con la comida basura. Por ejemplo, si tiene la costumbre de llegar a casa por la tarde y picotear unos cacahuetes tostados mientras espera la cena. O si come patatas fritas cuando ve la televisión, o compra palomitas y refresco sistemáticamente cada vez que va al cine. O si chupa caramelos mientras conduce…

Por último, también le pueden entrar ganas por el simple hecho de sentirse solo, triste o cansado. Si utiliza la comida como una forma de subirse el ánimo, entonces cada vez que se encuentre así el cerebro esperará recibir su dosis de glucosa “como recompensa”.

La comida basura se convierte en una obsesión

Una vez que las ganas de comida basura han entrado en el cerebro, rápidamente se transforman en una necesidad imperiosa. Resulta complicado, por no decir imposible, dejar de pensar en ello; ya no podrá quitárselo de la cabeza.

Se desata una batalla en el cerebro.

Por un lado, el cerebro emocional, que quiere su recompensa de inmediato en forma de dopamina generada por el placer que supone tener comida en la boca.

Enfrente, la parte racional del cerebro, que se dirige a usted diciéndole que ahora mismo no necesita comer nada, que no estaría bien, que tiene las necesidades fisiológicas cubiertas de sobra y que el cuerpo se encontraría mejor si consiguiera aguantarse las ganas de comida basura.

Por tanto, su fuerza de voluntad se encuentra dividida entre dos partes que están enfrascadas en una violenta guerra de oposición: usted quiere, sinceramente, cuidar de su cuerpo, tener una figura más delgada, una salud más fuerte, pero también quiere imperiosamente tomarse ese dulce, esas patatas, esos fritos… en este mismo momento. La parte del cerebro que defiende la opción racional es el córtex cerebral prefrontal. La que ordena extender la mano y llevarse enseguida a la boca lo que se le ha antojado es el cerebro primitivo, que alberga el sistema de “recompensa” que proporciona placer más fácilmente.

Es como si el cerebro se peleara consigo mismo y, por desgracia, la parte primitiva es mucho más fuerte, voluminosa y antigua que el córtex, así que, de entrada, parte con una importante ventaja en la batalla.

Un traidor en el cerebro

Pero todavía hay algo peor: el córtex, que nos razona, nos recuerda nuestros buenos propósitos y nos explica por qué es mejor resistir a la tentación, no es en realidad tan leal como parece.

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De hecho, se trata de un temido traidor. Con el pretexto de defender nuestros intereses, al córtex también se le da muy bien engañarnos con buenos argumentos para caer en la tentación. Es extremadamente hábil a la hora de inventar excusas sugiriéndonos que esa napolitana de chocolate a la que le hemos echado el ojo es “pequeñita”, que de todas formas anoche tampoco cenamos demasiado, o que no pasa nada, con que nos saltemos la comida “será suficiente”…

Y ahí es cuando debemos volver a Sun Tzu: “Conoce a tu enemigo”.

Desde los filósofos de la Antigüedad (Platón, Aristóteles…), creemos que somos “víctimas” de nuestras pasiones, mientras que la “razón” es nuestra aliada a la hora de tomar buenas decisiones. La sabiduría consistiría en liberarnos de la dictadura de nuestros deseos para seguir aquello que la razón nos indique.

En realidad, los estudios actuales de psicología y neurología (funcionamiento del cerebro) nos presentan un panorama diferente. En una cantidad notable de casos, la razón sólo sirve para darnos buenos motivos para hacer aquello que nos apetece hacer. (1)

Conocer al enemigo es entender esto: que en realidad la razón y los deseos se han aliado secretamente contra nosotros.

La táctica para resistir

Por consiguiente, la mejor táctica para no sucumbir a la ganas de comida basura es no contar nunca con la razón para que nos eche una mano. Además, usted ya sabe que eso no funciona: cuantos más argumentos busque para resistir a la tentación, mayor será ésta.

Como dijo Sun Tzu, lo primero que hay que hacer es huir del combate cuando sea desigual y se parta con desventaja. En la medida de lo posible, evite pasar por lugares que puedan generar ganas de comida basura o llevar a casa paquetes de caramelos, galletas o patatas fritas.

Pero una vez que la tentación está ahí, Sun Tzu recomienda actuar con astucia.

En vez de intentar prohibirse sucumbir, lo cual es imposible, diviértase observando a cada una de las dos partes de su cerebro haciendo como que se pelean cuando en realidad están conspirando contra usted.

Una (el cerebro primitivo) dice: “Venga, ¡ríndete!”, como el pequeño diablillo rojo que anima a Milú a que no haga caso a las instrucciones de Tintín y se quede con el hueso.

Este diablillo es malvado, pero por lo menos tiene el mérito de actuar de frente. Se ve claramente que el Milú de color rojo quiere hacer el mal, con su cola en punta, su tridente y sus alas de murciélago.

Mientras tanto, el otro, el angelito con la aureola en la cabeza, está diciendo: “No, no te rindas”. Se trata del córtex cerebral y él es el auténtico traidor. De quien menos se debe uno fiar es de él. Finge que mira para otro lado y hace como que está de nuestra parte, pero en cuanto puede nos traiciona de la manera más vil. ¡Mírele! Con un tono zalamero, sigue diciendo: “Al fin y al cabo, si me prometes que no vas a recaer… Es que ya te has esforzado tanto… Te lo mereces… La vida es tan complicada… Y tampoco hay nada de malo en darse un homenaje ¿Qué sentido tiene vivir si nos privamos de todos los placeres de esta vida? Y además, que no pasa nada. Venga, va, ¡ríndete!

Así que la próxima vez que le apetezca comida basura, haga como si estuviera en el teatro. Contemple el jueguecito que tiene lugar en su cerebro y espere el momento adecuado para desenmascarar al traidor y darle un tirón de orejas y una buena patada en el trasero.

Ser fuerte y no abalanzarse sobre la comida basura en ciertos momentos no es sencillo para nadie. Y usted, ¿tiene algún truco para evitar caer en la tentación? Si es así, le invito a compartirlo con todos los lectores de www.saludnutricionbienestar.com haciendo un comentario un poco más abajo.

P.D.: Hoy, 31 de Mayo, se celebra el Día Mundial Sin Tabaco, y mi mensaje para los todavía fumadores es claro: “Está a tiempo. Déjelo ya. No hace falta esperar al momento en el que crea estar más “preparado”. Hoy y ahora es el mejor momento”. Para animarle a dar el paso le invito a releer el texto «Qué le pasa a su cuerpo si deja de fumar» que envié hace unos meses; por favor, no deje de echar un vistazo a los comentarios.

Fuentes:

  1. Ver las obras sobre psicología social de Jonathan Haidt, profesor de la Universidad de Nueva York.


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