Puede que los lectores de Tener S@lud que conducen un Volkswagen no se sientan muy bien estos días. Aquellos que pretendían hacerse con uno de estos automóviles, reputados por su fiabilidad y bajo consumo, seguro que ahora tienen algún reparo.
En efecto, sabíamos que ir en coche era malo para el medio ambiente y, por lo tanto, para la salud, pero ahora ya sabemos que once millones de Volkswagen están equipados con un software informático que truca las emisiones de dióxido de nitrógeno.
El dióxido de nitrógeno es una absoluta porquería, responsable del olor dulzón característico de las calles contaminadas por la circulación de automóviles, y también lo que le da ese tono amarillo-anaranjado a la atmósfera de las grandes ciudades los días de mayor contaminación.
Cuando desde su coche ve la luz al final de un túnel, o al llegar por la autopista a una gran ciudad los días de más calor, habrá observado claramente ese halo pardusco tan inquietante: se trata del dióxido de nitrógeno, que es emitido sobre todo por los motores diésel.
Sus efectos son numerosos: irrita los ojos además de los pulmones y contribuye a los problemas cardíacos. Los niños de las grandes ciudades padecen asma y problemas ORL (boca, nariz, garganta) por su culpa, mientras que las personas mayores fallecen prematuramente en los picos de contaminación.
Además, el dióxido de nitrógeno se transforma en el aire en ozono y provoca las lluvias ácidas.
Así pues, el escándalo es colosal.
Pero habrá que pensárselo dos veces si queremos renunciar a los Volkswagen diésel o “reparar” los motores para que cumplan con la normativa. Los ingenieros automovilísticos alemanes no son los máximos incompetentes, a pesar de lo que dejan entrever los periódicos. Ahora verá por qué.
Por muy raro que pueda parecer, estos famosos softwares trucados instalados en los vehículos ni los han inventado ellos ni son la viva representación del mal como parece estos días.
En la actualidad, hay normas que regulan los más de cien componentes presentes en los gases de los tubos de escape. Se trata de softwares indispensables para encontrar un punto de equilibrio entre consumo de carburante, rendimiento del vehículo, precio y respeto a las normas. Todos los coches son dirigidos por dichos programas informáticos que funcionan optimizando los parámetros de emisión permanentemente.
Estos softwares incluso han recibido la autorización para hacer trampas y evitar estragos en los coches. El sistema anticontaminación queda desactivado provisionalmente. Por esta razón se les llama “defeat devices”, lo que los periodistas han traducido al español por “softwares trucados” pero que de hecho significa “sistemas de puesta en jaque” o “sistemas de neutralización”.
Por lo tanto, los Volkswagen incriminados son capaces de respetar las normas medioambientales estadounidenses (lo que, tal como vamos a ver más adelante, supone un rendimiento sorprendente). Esto les permite superar las pruebas anticontaminación. Sin embargo, Volkswagen prefirió programar otros parámetros para cuando el vehículo se encuentra en circulación normal.
¿Por qué? Pues para reducir el consumo de carburante de sus vehículos.
Las emisiones de dióxido de nitrógeno son características de los motores diésel más eficientes: los que emiten menos dióxido de carbono, aquellos que recorren más kilómetros por litro de carburante, emiten también más dióxido de nitrógeno.
Se trata de un fenómeno ineludible, una ley de la física.
Para lograr motores más eficaces, hay que aumentar la tasa de combustión del carburante en los cilindros, lo que se hace aumentando el coeficiente de combustión, la temperatura y dejando entrar más aire en los cilindros. Así, el coche libera menos hidrocarburos mal quemados (humo negro), tiene un mejor par (la mejor relación entre potencia y consumo con el menor gasto de combustible), consume menos… pero produce también más óxidos de nitrógeno.
De pequeño, los motores diésel se reconocían por su ruido de tractor, por una aceleración demasiado lenta y también por la espesa humareda negra que salía del tubo de escape.
Los motores diésel tan sólo quemaban una parte del carburante y los restos de la combustión se evacuaban a la atmósfera y llegaban a nuestros pulmones. Entre ellos, grandes cantidades de dióxido de carbono y de monóxido de carbono, el terrible gas asesino que causaba tantos muertos en los hogares que se calentaban con estufas de carbón.
Gracias a una mejor concepción de las cámaras de combustión en los cilindros, los actuales motores diésel son más eficientes, por lo que el carburante se quema mucho mejor. Por lo tanto, los nuevos motores diésel han dejado de producir humo negro y monóxido de carbono.
Los vehículos diésel actuales ya no son aquellos cacharros pesados cubiertos de grasa negra por detrás; se trata más bien de vehículos con las mismas prestaciones, si no superiores, que los vehículos de gasolina. Ayer sin ir más lejos yo conducía detrás de un Volkswagen Touran diésel por una carreterita secundaria en el campo. El Touran iba a toda prisa y, por mucho que me frotara los ojos, ¡no veía el más mínimo rastro de humo salir del tubo de escape! La carrocería le brillaba y estaba tan limpia como si fuera nueva.
¡Asombroso!
Pero…
El problema de estos nuevos motores diésel es que ya no emiten prácticamente monóxido de carbono, el veneno mortal del que antes hemos hablado.
Ahora bien, este monóxido de carbono tenía una utilidad: al entrar en contacto con el dióxido de nitrógeno, lo transforma en simple nitrógeno, un gas inofensivo (el aire que nos rodea contiene de forma natural un 70 % de nitrógeno).
Así pues, resulta que los viejos diésel producían un veneno (el monóxido de carbono) que permitía reducir otro veneno, el dióxido de nitrógeno.
Entonces, ¿hay que volver a los motores diésel antiguos que olían tan mal? Evidentemente, no.
La solución pasa por concienciarse de que el coche es malo y tender a dejarlo en el garaje, apostando cada vez más y en la medida de nuestras posibilidades y circunstancias por medios de transporte más respetuosos con el medio ambiente.
La argucia de los ingenieros de Volkswagen consistió en fabricar motores potentes que producían poco dióxido de carbono pero mucho dióxido de nitrógeno, mientras hacían creer a las autoridades que sus vehículos hacían lo contrario. Incluso programaron su software para que el motor funcionara de un modo diferente durante las pruebas y en carretera.
Es grave porque es deshonesto. Y además también es muy peligroso (y costoso) violar la ley.
Las acciones de Volkswagen han perdido un tercio de su valor. El presidente Martin Winterkorn ha dimitido. Toda la industria alemana ha visto manchada su reputación por este asunto. Incluso la “marca Alemania” se ha visto desprestigiada.
Pero, desde un punto de vista medioambiental, lo que han hecho es neutro.
Por supuesto, sus coches, por limpios que sean en relación con los de antaño, siguen contaminando.
Ya lo dice una ley de la termodinámica: toda combustión provoca emisiones.
Por eso, si desea reducir la contaminación, lo urgente es dejar de ir en coche, preferir los trabajos que estén cerca de su domicilio, enviar a sus hijos andando al colegio, dejar de tomar un avión cada vez que junte tres días de vacaciones o un puente, no coger el coche para ir a hacer un recado a dos pasos de distancia, compartir vehículo en los desplazamientos siempre que sea posible, priorizar el transporte público, utilizar la bicicleta e ir a pie… y suma y sigue.
El software trucado de Volkswagen ha permitido la comercialización en Estados Unidos de 500.000 automóviles que rebasan la emisión de dióxido de nitrógeno establecida por la normativa.
Lo extraño es que los mismos vehículos cumplen la normativa cuando se trata de Europa. ¿Es que las normas europeas son más laxas?
No. Lo que pasa es que es imposible que los automóviles pequeños respeten las normas estadounidenses.
Ninguna otra marca aparte de Volkswagen comercializaba vehículos diésel de cuatro cilindros en Estados Unidos. El presidente de Chrysler ha llegado a explicar que se puso furioso contra sus ingenieros cuando le dijeron que no podían producir vehículos que cumplieran con la normativa. “¡Si Volkswagen puede, vosotros también tenéis que poder!”, les decía. (1)
Ahora ya sabemos cómo Volkswagen conseguía este “milagro”…
Y con razón: estas normas no se fijaron para proteger el medio ambiente. Su objetivo era perjudicar el ascenso incontenible del grupo europeo Volkswagen, que en julio de 2015 pasó a convertirse en primer fabricante mundial y cuya especialidad es, precisamente… el motor diésel. (2)
Hoy en día, las autoridades estadounidenses se frotan las manos al poder imponer a Volkswagen una nueva multa récord, que puede ascender a 18.000 millones de dólares.
Por lo tanto, me parto de risa de que tanto los políticos como los medios de comunicación europeos vayan ahora tras los pasos de los estadounidenses en este asunto, sin darse cuenta de que en realidad nosotros también estamos pagando el pato.
Ironía del destino: el resultado de estas normas absurdas es que el conductor estadounidense está obligado a adquirir un modelo diésel potente y de gran consumo, ya que son los únicos que respetan las normas.
En efecto, tan sólo a partir de un determinado consumo de carburante se vuelve rentable para el conductor disponer de un sistema catalizador antidióxido de nitrógeno, y así respetar las normas medioambientales.
De hecho, existe un sistema, la tecnología AdBlue, que inyecta urea en los gases de escape y que va instalado en los camiones, tractores, así como en los vehículos diésel de grandes cilindradas. Esto reduce el contenido de óxidos de nitrógeno que hay en los gases de escape, que se transforman en nitrógeno y en vapor de agua. La tasa de conversión es del 85 % e incluso del 98 % en ciertos motores y cuesta en torno a 1.500 euros por coche, pero hay que recargar el sistema con regularidad. Por último, AdBlue reduce el dióxido de nitrógeno, pero no los centenares de otros gases que emiten los vehículos.
Créame, no hay que darle más vueltas: vuelva a descubrir las bondades de ir caminando, en bicicleta o incluso en patinete, algo muy habitual en muchos países. Organícese para minimizar las distancias de transporte. Cultive el ocio local. Son las únicas maneras reales de poder seguir respirando un buen aire.
Además, créame de nuevo, cada hora que no pase en un automóvil la ganará en otras actividades mucho más sanas y constructivas.
Fuentes:
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Muy interesante el artículo, pone en evidencia que el interés de los poderosos a ambos lados del atlántico no es el medio ambiente y nuestro hábitat sino seguir ordeñando los hidrocarburos contaminantes por todos los medios y mantener el petróleo como base de la economía mundial para ellos seguir forrándose, en vez de cambiar este modelo y apostar por las energías renovables, el coche eléctrico u otros. También lamento que usted no los mencionara, invitar a la gente como primer paso a probar los híbridos ayuda a ir creando conciencia.
Está muy bien la lección de química, sobre todo para los que no hemos pisado la escuela.
Tengo que decir que en el tema de los humos no se ha explicado lo suficiente:
En el conjunto del bloque motor existe el factor temperatura que un motor diesel debe trabajar entre 88 y 92gº c y por la época la mayoría no llevaban el termostato puesto, y a día de hoy pobre del que no le funciona correctamente lo marean en los talleres y las estaciones de la ITV.
Saludos.
Me parece magistral la explicación que han dado sobre la Volkswagen haciéndonos ver un punto de vista diferente y desconocido al menos para mí.
Me queda la incertidumbre la manera que lo han relacionado con la salud, aún así es genial.
Hay una forma de reducir las emisiones relativamente sencilla, aplicando hidrógeno en la admisión de aire del motor, es lo que se llama «pila de hidrógeno», y que incluso uno mismo se la puede fabricar…en Internet se muestra cómo fabricarla, es fácilmente aplicable en vehículos diésel «antiguos» de inyección indirecta y sin la parafernalia electrónica que llevan los más modernos.
Resumidamente se trata de un conjunto de placas conductoras separadas entre sí por un pequeño espacio y sumergidas en agua salinizada si no me equivoco,, a las que se aplica la corriente suministrada por la batería esto hace que se libere hidrógeno del agua, que a través de un tubito se aplica a la admisión de aire, como consecuencia la mezcla se vuelve «más explosiva» y con menos cantidad de gasoil se consigue el mismo rendimiento y por lo tanto menos contaminación.
Hola a todos,
Sabéis que cualquier motor de gasolina se puede modificar fácilmente para funcionar con agua y que no podemos gastarla pues vuelve a condensarse en agua en el tubo de escape, mirad en internet: Stanley Meyer.
Y que también podemos modificar cualquier motor gasolina o diésel para que funcionen eléctricamente y sin absurdas y carísimas baterías, produciendo nuestra propia electricidad y que al llegar a casa lo ponemos a disposición del hogar, teniendo también el hogar abastecido eléctricamente.
Yo lo estoy haciendo solo para mí, me he vuelto tan egoísta que no lo voy a comercializar, ni patentar, ni a seguir dando mi poco dinero a la industria del cáncer, las petroleras, casas de patentes y otros bribonacos que no piensan más que en amasar dinero que nunca van a poder gastar y que convierten a la gran mayoría en pobres con cáncer.
Basta de petróleo, a ver si con este escándalo de Volkswagen empezamos a combatir el uso del oro negro y fomentamos una autentica ecología, pues por muy poco que pueda contaminar un motor de combustión, es muchísimo al compararlo con los motores eléctricos o de hidrogeno por poner dos ejemplos.
Hace muchos años que se inventó el motor por agua. Lo compraron los que tenían para pagarlo. ¿Porqué un bien tan útil no se comercializó? Por razones económicas.
Nunca es tarde si la dicha es buena.
Hace muchos años que se inventó el motor por agua. Lo compraron los que tenían para pagarlo. ¿Porqué un bien tan útil no se llevó a la práctica? Por razones económicas.
Nunca es tarde si la dicha es buena.
Tal como ya han apuntado otros comentarios, han olvidado hablar que no hace falta hoy día, dejar de utilizar la moto o el coche, sólo hay que cambiar los motores que hoy utilizan derivados del petróleo por otros que sean menos nocivos y ya existen, eléctricos de pila de nitrógeno, de agua, etc., pero sus diseños están bien guardados por las mismas empresas que fabrican los actuales.
¿Por qué ustedes creen que si se acabara el petróleo se dejarían de fabricar vehículos? Se trata solamente de un asunto de dinero. Hoy por hoy les sale más barato explotar sus fábricas tal como están que reconvertirlas en otros motores.
Pero además, ¿que no contaminan los autobuses del servicio público?, ¿los camiones?, ¿los aviones?, ¿los barcos?, ¿las centrales térmicas? etc. No todo termina con los automóviles!.