Millones de personas son infelices aunque estén perfectamente sanas desde el punto de vista médico, mientras que muchas otras con muy mala salud se declaran “extremadamente felices”.
¿Qué diferencia a unos y otros? ¿Para qué sirve la buena salud si no somos capaces de disfrutar de ella?
El profesor Fausto Massimini, del departamento de Psicología de la Universidad de Milán, ha estudiado a centenares de personas parapléjicas. Se trata en general de jóvenes que han perdido la movilidad en sus extremidades inferiores en un accidente.
La conclusión de ese estudio es insólita: un alto porcentaje de estas víctimas consideran su accidente una de las experiencias más negativas pero al mismo tiempo más positivas de su vida.
Lucio tenía 21 años cuando un accidente de moto le dejó parapléjico. Hasta aquel momento trabajaba en una gasolinera, jugaba al rugby y se divertía escuchando música. Sin embargo, él recuerda aquel tiempo como una existencia sin metas y sin sentido.
Su accidente le sirvió para tomar conciencia del valor de la vida. Tan pronto como pudo, se matriculó en la universidad y aprendió nuevos idiomas, y actualmente trabaja como asesor fiscal. En su tiempo libre pesca y hace tiro con arco, disciplina en la que llegó a alzarse como campeón regional (a pesar de su silla de ruedas).
Así lo cuenta él:
“Para mí, haberme quedado parapléjico ha sido como volver a nacer. He tenido que reaprender todo desde cero y de una forma diferente. He tenido que aprender a vestirme, a usar mejor mi cabeza… He tenido que aprender a formar parte del mundo, a utilizarlo sin tratar de controlarlo. Todo ello requiere implicación, voluntad y paciencia. De cara al futuro, espero seguir mejorando, superando los límites de mi discapacidad. Cada uno debe encontrar el sentido de su vida. Ahora estos progresos son el objetivo de mi existencia”.
El profesor Massimini también estudió casos de personas ciegas de nacimiento y de otras que perdieron la vista a causa de alguna enfermedad o accidente.
Recogió numerosos testimonios de personas que consideran que el hecho de ser ciegas es algo positivo que ha enriquecido sus vidas.
Pilar, por ejemplo, es una mujer de 33 años invidente desde los 12. Cuando perdió la vista, su situación familiar, que era bastante conflictiva, mejoró. Ahora trabaja en un centro de atención telefónica. Explica que se siente “genial” al transferir rápidamente y sin problemas las decenas de llamadas que recibe, jugando con sus dedos sobre las teclas. “Ser ciega me ha hecho más madura que cualquier diploma. Por ejemplo, los problemas ya no me afectan tanto como antes, ni tanto como a mis colegas”, declara.
Dino tiene 85 años y es ciego de nacimiento. Está casado y tiene dos hijos. Aún hoy continúa trabajando día a día como restaurador de sillas antiguas, y describe su trabajo como una complicada tarea que requiere toda su concentración, lo que le hace olvidarse de lo que le rodea. “Cuando termino, puedo sentir la resistencia de la silla entre mis manos y sé que va a durar otros 20 años”. Con estas palabras explica la satisfacción que supone para él acabar cada uno de sus trabajos.
Paolo, por su parte, tiene 30 años. Ciego desde hace 6, participa en torneos de ajedrez, disfruta del deporte y toca la guitarra. Hace poco ganó un campeonato de ajedrez en España y quedó en séptima posición en una competición de natación para personas discapacitadas celebrado en Suecia. Además, planea escribir un manual en braille para aprender a tocar la guitarra clásica.
Otro estudio del profesor Massimini se centró en las personas sin hogar. Muchas de ellas son personas desafortunadas, vencidas por diversas desgracias. Sin embargo, es sorprendente ver cómo muchos de ellos logran disfrutar de los aspectos positivos, por pequeños que sean, donde el resto sólo vemos unas horribles condiciones de vida.
Reyad es egipcio, tiene 33 años y actualmente duerme en los parques públicos de Milán, come en comedores sociales y a veces hace de lavaplatos en restaurantes. A pesar de ello, describe toda su existencia como una experiencia intensa que le ha hecho descubrir el sentido de la vida.
“Después de la guerra, decidí abandonar Egipto y tratar de llegar a Europa haciendo autostop. A partir de ahí, he vivido concentrado en mí mismo. No ha sido un simple viaje, sino una búsqueda de mi identidad. La gente de mi pueblo creía que me había vuelto loco cuando decidí partir hacia Europa. He tenido que luchar, he atravesado el Líbano en guerra, Siria, Turquía, Yugoslavia… He tenido que afrontar todo tipo de catástrofes naturales y dormir en la cuneta en medio de la tormenta. He tenido accidentes y he visto a amigos morir cerca de mí, pero la aventura continúa después de 20 años y lo hará toda mi vida. Los coches, las televisiones o la ropa son secundarios. ¿De qué sirve que conquistemos el mundo entero si nos perdemos en nosotros mismos? Yo he tratado primero de conquistarme a mí; poco importa si pierdo el resto del mundo”.
Jacques Voyer es médico y sufre parálisis en ambas piernas a causa de una mala zambullida cuando tenía 21 años. Especialista en psiquiatría, trabaja en el hospital Royal Victoria de Montreal, donde acompaña a enfermos en fase terminal. Aquí tiene un extracto de su entrevista:
“Yo no elegí pasarme la vida en una silla de ruedas, pero… aunque vayamos en silla de ruedas, tenemos la misma disposición a la felicidad. No lo digo demasiadas veces, pero en realidad yo soy muy feliz. La alegría se saborea”.
Ciertas personas experimentan episodios de felicidad intensa aunque cuenten con unas pésimas condiciones de vida. Como Alexandre Soljenitsyne. Enviado por el régimen comunista a un gulag -un campo de trabajos forzados de la antigua Unión Soviética-, nos cuenta:
“A veces, en medio de una columna de prisioneros abatidos, entre los gritos de los guardianes armados, me sentía invadido por una ola de poesía e imágenes… En esos momentos me sentía libre y feliz… Algunos compañeros trataron de escapar atravesando la alambrada. Para mí no había alambradas. En el recuento, el número de prisioneros seguía siendo el mismo, pero yo no estaba allí”.
No todos respondemos de la misma forma ante los mismos desafíos o desgracias. Todo depende de nuestra capacidad para transformar un acontecimiento trágico en una experiencia positiva.
Srivivasa Ramanuya, un joven indio excepcional como matemático cuya vida ha sido llevada al cine recientemente (El hombre que conocía el infinito), invirtió tal cantidad de energía en la teoría de los números que ni la pobreza, la enfermedad o el dolor lograron distraerlo de sus cálculos; las malas condiciones parecían estimular todavía más su creatividad.
Incluso en su lecho de muerte seguía maravillándose de la belleza de las ecuaciones que había descubierto. Su serenidad y lucidez eran el reflejo de la paz que le proporcionó a lo largo de su vida aquello que le hacía feliz. Es como si nadase en un océano de felicidad.
Todas estas historias me han recordado a los excepcionales testimonios que recoge el libro Lo que de verdad importa, publicado por la fundación del mismo nombre, que se dedica desde hace años a transmitir a través de conferencias y publicaciones el legado de supervivientes natos; gente que, en unas circunstancias concretas, logró superarse a sí misma gracias a su fuerza interior.
En el libro se recogen varios testimonios de los protagonistas de algunas de las tragedias más conocidas de nuestro tiempo (el Holocausto, el atentado contra las Torres Gemelas…), pero todas y cada una de las historias de superación que presenta son lecciones de vida que vale la pena conocer y de las que debemos extraer un aprendizaje.
Es el caso de Irene Villa, que con sólo doce años perdió ambas piernas en un atentado de ETA, pero que nunca, ni en el primer momento, dejó que el odio le arrebatase la sonrisa ni la pasión por el deporte (¡y terminó formando parte de la selección española de esquí adaptado!).
O el caso de Bosco Gutiérrez Cortina, un arquitecto mexicano que pasó secuestrado nueve meses en un zulo de apenas tres metros cuadrados. Gracias a su fe inquebrantable, Bosco Gutiérrez se esforzó por mantener la lucidez, aun cuando sus secuestradores trataban por todos los medios de volverle loco. Esa fuerza interior fue la que le salvó la vida, para asombro de todos (incluidos sus captores).
También es el caso de Nando Parrado, uno de los supervivientes de la tragedia aérea de los Andes en 1972. Tras pasar penurias durante dos meses y medio en las montañas -vieron morir a amigos y familiares, una noche les sepultó una avalancha e incluso tuvieron que comer carne humana para sobrevivir-, Parrado logró recorrer 60 km a pie hasta conseguir ayuda y salvar a sus compañeros.
Por último, podríamos citar el caso del televisivo Bertín Osborne, a quien el nacimiento de su hijo pequeño -prematuro a causa de la listeria, con septicemia generalizada y dos hemorragias cerebrales- le llevó a replantearse su escala de valores y a convertirse en todo un “padre coraje”. Junto a su mujer, ha fundado una organización que lleva su nombre y que ayuda y apoya cada vez a más padres con hijos con lesiones cerebrales.
Después de haber conocido todas estas experiencias, le planteo una pregunta (como hice al comienzo de este e-mail) para que se cuestione qué es realmente la felicidad y dónde se esconde: ¿puede encontrarse la dicha en la tragedia, o cuando todo lo que rodea a uno parece ir mal?
Si estos testimonios le han hecho reflexionar tanto como a mí sobre lo que significa realmente la felicidad, le invito a intentar vivir con alegría a pesar de que en algún momento atravesemos circunstancias personales difíciles, e incluso desgarradoras. Transmita este mensaje: reenvíeselo a sus allegados o compártalo en las redes sociales. Y, si lo desea, comparta también con nosotros sus impresiones y cuéntenos cuál es su experiencia y su historia de superación dejando un comentario un poco más abajo.
Artículos relacionados
Os felicito, me encanta leer vuestros consejos!!
Muchas felicidades!!!
Me parece fantástico, poner de relieve que el ser felices depende de uno mismo, al margen de creencias o religiones. Es la misma vida que tiene que comprenderse para saborear todo lo que ella nos depara. La Vida es la gran maestra y la que nos proporciona la felicidad…
Se puede. Y si tienes el amor de tu familia aún puedes más. «Si tienes un por qué puedes soportar cualquier cómo»
Hace ahora tres años después de una operación de casi 14 horas a vida o muerte estoy haciendo casi vida normal. Tengo que decir que estuve en el infierno y decidí que si otros habían conseguido salir pues yo también Comencé por 20 pasos y he llegado a hacer kilómetros en una casa de 100 metros cuadrados. He luchado mucho y ha merecido la pena Espero seguir así
Comparto totalmente las palabras de Lucio, mi caso es muy similar curiosamente hasta en aficiones. Y tiene total razón, esto que nos ha sucedido es sin duda una nueva etapa de aprendizaje. Creo ser mejor persona y valorar mucho más la vida y el mundo que nos rodea. No cambiemos Lucio, nosotros ya lo hicimos…a mejor.
Es muy difícil llevar la vida adelante después de varias tragedias mi padre se suicidó, mi marido y mi hijo de 15 años fallecieron a la vez, me quedaba otro hijo el cual no sé porque motivo se metió en drogas después de tener su carrera. Y es lo que estoy arrastrando el tirado no hay más hombre y yo nunca estoy tranquila es muy difícil afrontar todo esto lo estoy haciendo pero no puedo más.
Estimado Dr. Dupuis, Sus artículos siempre son muy amenos e instructivos; no se necesita saber Medicina para entenderlos y aplicarlos. Éste en especial es muy revelador y contundente (cuando menos para mí)
Tengo 73 años vivo en México y con 3 cirugías de columna (fallidas) amenaza de cáncer recurrente de próstata y otros tantos achaques de esta edad, a veces me siento que caigo ; pero me levanto y vuelvo a levantarme y trato de ser Feliz el tiempo que me quede de vida. De verdad lo intento, a veces lo consigo, otras no; pero sigo en el intento.
Gracias por sus consejos. Saludos.
Estoy totalmente de acuerdo con las vivencias de los casos que hoy expusieron. En lo personal hace 8 años me detectaron cáncer de mama avanzado y lo primero que pensé: «Tengo que preparar todo por si me muero para no dejarles problemas a mis hijos». Durante esa preparación de «asuntos», también me di a la tarea de preparar mi espíritu. Cuando vive uno momentos tan intensos de dolor e incertidumbre, nos damos cuenta de la pobreza espiritual con la que día a día vivimos. Es un efecto mágico sentir la muerte cerca y no querer dejar a sus seres amados. Es entonces cuando volteamos a Dios a rogarle por que nos permita vivir un poco más. La fuerza del Espíritu Santo nos abraza y nuestra mente y sentimientos cambian de negatividad a positivismo.
Inicia ese proceso de sanación a través del dolor y la alegría. Pasado ese tiempo de dolor solo queda el recuerdo de continuar hacia adelante con el corazón inflamado de alegría. ¿Que a veces lloro? ¡Claro! pero ahora es de tristeza de ver a otros enfermitos que no quieren luchar. ¡Animo! la vida es hermosísima mientras dure.
Me ha parecido muy interesante y digno de reflexión
Cervantes un gran esotérico decía, no hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años dure.
Todo lo que nos sucede en nuestras numerosas existencias, es lo que nos conviene, necesitamos o en cierto modo merecemos, por la ley interna-universal del karma, para reflexionar, mejorar, superarnos o pagar por errores, un cierto karma.
He escuchado con mucha atención a Bertín Osborne hablando de su hijo Enrique. Gran divulgador Bertín, buena gente.
Todos nos quejamos o nos hacemos conscientes de nuestro problema que sin duda es el más importante cuando lo sufrimos. Yo estoy en una asociación de personas con problemas de ansiedad y depresión y quiero decir que la sensibilidad hacía los problemas de los demás es escasa a no ser que nos toque a nosotros.
Gracias, gracias….felicitaciones a todo el equipo de trabajo. Me hace mucho bien leer sus artículos!!!
Muchas veces el ser humano cuando llega a situaciones límite o vive tragedias grandes, es cuando más se plantea su propósito de vida.
Un post muy interesante, donde deja muy claro que la felicidad, no depende de las circunstancias externas.
La vida es una gran lección y un enrome aprendizaje… siempre me digo cuando salgo de un hospital, siquiera sea de una consulta externa. : ¿Cuánto darían los enfermos que están ingresados por salir a la calle, disfrutar de un día de sol o de un domingo con sus hijos…nietos, etc.? en esos momentos intensos, das con la exacta medida de tus problemas.
Admiro mucho a esas personas pero yo desde que tengo una fibromialgia y artrosis en manos y en rodillas y caderas que cada día me cuesta levantarme y tomarme una gran cantidad de medicación así como de complementos dietéticos para poder entrar en el día y hacer algo yo no me considero feliz. La verdad era mucho más feliz cuando podía levantarme a las 7 de la mañana trabajaba y estaba bien hasta por la noche. Eso es mi caso con sinceridad.
Sigo mi comentario Bertín Osborne es un señor que viene de familia de abolengo con una riqueza que ni el mismo sabe lo que tiene y que por lo tanto aunque trabaje y haga cosas por su hijo y por los demás tiene muchos posibles para poder hacerlo. Pero cuando se vive enferma y con una pequeña paga quizás la cosa no es tan fácil.
Tuve en una situación muy difícil durante cuatro meses, con 4 hijos, y fue cuando en realidad me di cuenta de que me daba cuenta de la importancia del momento. De situaciones difíciles aprendes a valorar más la vida. Gracias por el regalo que me habéis hecho con FELICIDAD EN LA ADVERSIDAD.
No he tenido experiencias negativas que me hayan llevado a un estado de superación, como las que se mencionan en su artículo, pero si veo muy positivo que se conozcan estas experiencias y se divulguen. Aun en los casos de aparente felicidad, uno encuentra en estas experiencias de superación, un rico bagaje humano.
He vivido muchos años en la Amazonía y he visto a la gente más feliz del mundo entre los amazónicos, a pesar de la pobreza material y los problemas vinculados con el subdesarrollo. La clave: las relaciones sociales, como ha demostrado una investigación de la U. de Harvard, que durante 70 años siguió la vida de varios cientos de personas. Pensar más en los que están al lado y dejar de mirarse el ombligo es una buena receta para encontrar algo de felicidad. Y lo dijo Jesús hace más de 2000 años…
«El estudio de Harvard concluye que ni el dinero ni la fama dan una vida sana, plena y mucho menos feliz.
Si lo que muchos esperan (el dinero y la fama) no son factores que llevan a una vida feliz entonces la pregunta del siglo es: ¿Cuál es la clave de la felicidad? Y la respuesta es muy simple: tener relaciones humanas saludables y constructivas.»
https://miguelmier.com/2016/01/04/cual-es-la-clave-de-la-felicidad-75-anos-de-estudio-en-harvard-nos-dan-la-respuesta/
A veces limitarnos nos engrandece. Los «normales » estamos sujetos a unas exigencias inhumanas, imposibles, víctimas de estrés, agotamiento,…bueno. Ojala sería tan fácil como ser bienintencionado.
Un mutilado, inválido estará más incapacitado, pero tiene menos exigencias. Hay limitaciones invisibles, inseguridades, condicionantes reales aceptadas y que son destructivas.
Así que lo de ser feliz no creo que sea tan fácil, porque lo hemos puesto difícil. Siento enviar este mensaje, pero olvidarse de ciertos aspectos es como lo de la avestruz.
Soy de los que cree que la Naturaleza es la gran riqueza, pero eso que es una enorme fuente de satisfacción, a la vez lo es de tristeza por el trato que le damos.
Creo que, estrictamente, confundimos los términos. El artículo se refiere más a la resiliencia -o capacidad de superación de las adversidades- que a la felicidad -en este caso, desde una definición minoritaria pero en la que coincido. Desde tal punto de partida, la felicidad se entendería como un estado químico cerebral efímero -similar a la fase primera fase del enamoramiento -correspondido, la dicha que sienten ambos miembros de la pareja durante los meses iniciales- y no como algo que se mantiene indefinidamente en el tiempo; una sensación pico que exacerba la química cerebral por motivos ligados a las aspiraciones íntimas, propias o ligadas a allegados, alcanzadas, una alegría que ocupa un periodo más o menos extenso, dependiendo de cada uno. Transcurrido éste, pasadas las etapas del duelo -aspecto diferente sería quien ha nacido ya con ello-, te adaptas a la nueva situación de una manera u otra, dependiendo de la genética y de las circunstancias particulares. Y se ha hecho hincapié en las personas que se tienen alrededor. Más si se es abandonado, por la edad, por una enfermedad que te deja postrado en un lecho -aun con amistades, es ley de vida que las visitas se espacien cada vez más hasta que se omiten- sin nadie -en otras ocasiones, es uno el que se va apartando del mundo, por vergüenza, sentirse incomprendido…-, sin que el sistema sanitario y asistencial se preocupe en dar ayuda psicológica -también el paciente la rechaza.
En los ejemplos y algunos comentarios se dispone de apoyos desde el principio y se enseña a dar un sentido nuevo a la existencia -parapléjicos, ciegos- pero, los enfermos de dolor crónico neuropático -como categoría que suele causar mayor sufrimiento; esta semana, por cierto, se ha demostrado que la fibromialgia se debe a un fallo en las terminaciones nerviosas, y el Estado no la considera incapacitante en lo laboral, pese a los dictámenes de la OMS- sufren pérdida del empleo, depresión, ansiedad, insomnio, incomprensión -el dolor no se ve-, dependencia de opiáceos y cuidadores, pérdida de su pareja y hasta los hijos, sabiendo que no existe curación y que antes les matarán los efectos secundarios de la medicación que de otra enfermedad. Son muchos los años que precisan para superar que podría ser posible encarcelar al dolor en un rincón de la mente, que no la ocupe al completo.
Por consiguiente, deberíamos hablar no de felicidad sino de armonía consigo mismo y el entorno.
NO soy feliz en la adversidad. Estoy en el último período de cáncer, igual trabajo, vivo mi vida como puedo, sigo con muy buen aspecto como si nada pasara. Pero los pocos que quedaron cerca (inclusive un «amigo») me acompañan como una obligación moral y me invita a salir cuando no tienen otra cosa para hacer. Me siento defraudada x la vida. Bueno, no soy feliz y ahora estoy resentida., ESA ES LA VERDAD Y NO ME RESIGNO