Algunos lectores nos han escrito quejándose de que pongamos en duda la eficacia de la vacuna de la gripe, cuando es una acción de salud pública a la que las autoridades sanitarias dedican mucho dinero, tanto en las propias vacunas como en la difusión de las campañas, y dado que la gripe se lleva por delante vidas todos los años.
Se referían en concreto al texto que escribí hace unas semanas, cuando la gripe estaba en todos los telediarios ante la expansión de la onda epidémica y la reiteración de las tesis de las autoridades sanitarias de que “la vacunación es la mejor medida de prevención” y que puede ver en este enlace.
Lo que hoy quiero hacer es darle nuevos argumentos (y un par de clarificadores estudios científicos) que no hacen sino ahondar en esa realidad: la vacuna de la gripe no sirve para nada.
Si a usted le quedaban dudas tras leer el texto del otro día, o si no las tiene pero quiere conocer nuevos argumentos que refuercen su convencimiento, le invito a leer lo que hoy quiero contarle.
No somos los únicos que opinamos que esta vacuna es inútil. La vacunación frente a la gripe es una de las más cuestionadas por la literatura científica independiente. Prueba de ello es que uno de los grupos más informados y con criterio a los que se aconseja la vacunación, el de los médicos y enfermeros, apenas se vacuna (según distintas estadísticas, sólo lo haría entre el 15 y el 25%).
El proceso de elección de los componentes de la vacuna es muy complejo y azaroso (tal y como se explicaba en el texto del otro día que puede ver más abajo) lo que hace que la eficacia de la vacuna sea increíblemente baja.
Hay un estudio científico especialmente significativo sobre esta vacuna que hoy me gustaría compartir con usted.
Ha sido publicado por Cochrane Collaboration, un grupo independiente formado por más de 31.000 médicos y científicos repartidos por 120 países cuyos trabajos de análisis tienen reconocimiento internacional y se publican en las revistas médicas más exigentes, y que ocupa un puesto en la asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pues bien, la conclusión de su estudio “Vaccines for preventing influenza in healthy adults” es la siguiente:
“Las vacunas frente a la gripe tienen un efecto modesto para reducir tanto los síntomas de la gripe como los días de trabajo perdidos. No hay evidencia respecto a que tenga ninguna influencia en las complicaciones de la gripe, como la neumonía o su transmisión”. (1)
Al final de este texto encontrará, como siempre, la fuente en la que puede consultar el estudio (en inglés). Si usted tenía alguna esperanza de que la vacuna sirviera para algo, sin duda la lectura de este estudio se la disipará.
Todo lo que publicamos tanto en nuestra publicación gratuita Tener S@lud como en nuestras revistas (Salud AlterNatura, Plantas & Bienestar y Los Dossiers de Salud, Nutrición y Bienestar) está fundamentado en la evidencia científica. La verdad a veces obliga a tener que contradecir la opinión mayoritaria o la oficial, pero esa es precisamente nuestra misión, en una suerte de lucha entre David y Goliat, donde lo que publicamos son las piedras lanzadas con la honda por el joven pastor David.
¿Y qué hace el gigante Goliat? Pues lo que refleja el artículo “Gripe: marketing de la vacuna mediante el marketing de la enfermedad” (Influenza: marketing vaccine by marketing disease), publicado en la revista científica British Medical Journal (BMJ), donde se recuerda que: “la promoción de las vacunas contra la gripe es una de las políticas de salud pública más visibles y agresivas de la actualidad”.
Tras analizar las técnicas de marketing que subyacen en su promoción, el estudio concluye afirmando que “la vacuna podría ser menos beneficiosa y menos segura de lo que se ha afirmado, y la amenaza de la gripe parece exagerada”. (2)
Poco más que añadir.
Desde nuestra absoluta independencia y nuestro compromiso con la verdad y la salud, siempre publicaremos información que consideremos ayude a nuestros lectores a estar más informados para tomar decisiones en torno a su salud y la de sus familias.
Fuentes:
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Tengo 71 años, mis únicas vacunas -sin entrar en detalle sobre su necesidad y eficacia- han sido las que de niño nos obligaban a ponernos. Jamás me he vuelto a vacunar de nada y siempre he albergado, en mi fuero interno, la esperanza de que dándole la oportunidad a la naturaleza, ella cumpliría con su función.
Hasta el momento presente puedo decir con entera satisfacción que no conozco ninguna enfermedad, y los enfriamientos y catarros clásicos de siempre, han durado lo que tenían que durar: ocho o diez días como máximo. Bien es cierto que mi estado físico no es consecuencia de obra y gracia del Espíritu Santo, he procurado mantener una vida lo más sana y equilibrada posible en el tema de alimentación. Sí, el tema de la alimentación que es precisamente por donde contraemos el noventa por ciento de casi todas las enfermedades.
Por eso doy las gracias a toda la información que recibo por aquí, que tanto me ayuda a convencerme cada día más, de que mis pensamientos sobre el estilo de vida van por buen camino.