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¡No suba a ese avión! Lea esto antes de su próximo viaje

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No quiero aguarle las vacaciones, sobre todo si ya tiene comprado el billete de avión. Pero, ¿está seguro de que volar no va a perjudicar su salud? Siga leyendo para descubrir si de verdad debe tomar ese vuelo.

Y es que son muchas las situaciones en las que, por motivos de salud, ni la compañía aérea debería dejarle subir al avión, ni usted debería plantearse siquiera hacer un viaje.

Volar sí, pero sólo con certificado médico

En el caso de que padezca una enfermedad grave, o si se ha sometido recientemente a una operación, es necesario indicarlo en el momento de comprar su billete de avión. Siempre dependerá de cuál sea el problema de salud que tenga, así como de la compañía aérea con la que viaje, pero por regla general deberá descargar desde la web de la aerolínea un certificado médico que tendrá que firmar su médico para reenviarlo a la compañía, al menos 72 horas antes de volar.

Sólo de este modo tendrá la seguridad de que la compañía aérea toma las medidas preventivas necesarias en caso de que surja algún percance durante el vuelo. Y usted también se asegurará de que no va a tener ningún problema a la hora de volar, ya que si en el momento de embarcar la tripulación detecta que es un pasajero de riesgo, pero no tiene el certificado firmado por su médico, la compañía no le permitirá volar y se quedará en tierra. (1)

Las personas que deben tener firmada esa autorización son aquellas que han sufrido recientemente un infarto de miocardio, un accidente cerebrovascular o tienen heridas de cierta gravedad (fracturas), pero también las que se han sometido recientemente a una operación gastrointestinal, craneofacial u ocular, entre otras situaciones.

El caso de las enfermedades oculares es especialmente grave. Y es que, si se ha sometido a una cirugía por desgarro o desprendimiento de retina, lo normal es que le inyecten una burbuja de gas para mantener la retina en su lugar mientras se recupera, y ésta puede estallar a causa de los cambios bruscos de presión.

También deberá comunicarlo si padece alguna enfermedad coronaria sintomática (angina de esfuerzo o de reposo) o sufre la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), así como algún tipo de alergia grave o enfermedad infecciosa (tuberculosis, difteria o varicela, por ejemplo). Asimismo, tendrá que informar de ello si sufre una patología que en un momento dado exija una terapia con oxígeno.

Si alguno de los indicados es su caso, conviene que no lo deje para última hora. Contacte con su médico tan pronto como sea posible para que le firme la autorización. Aunque lo mejor siempre será que consulte con su médico antes de reservar sus vacaciones, pues es quien mejor conoce su historial clínico y sabe si está en condiciones de coger o no un avión. (2)

Problemas durante el vuelo

No obstante, aunque no tenga ningún problema de salud que le impida volar, no olvide que pueden surgir otros incidentes durante el vuelo que acaben afectando a su salud.

Aquellos pasajeros que sufren enfermedades cardiorrespiratorias (como EPOC, fibrosis pulmonar, insuficiencia cardíaca, enfermedad coronaria o cerebrovascular) tienen más riesgo de sufrir hipoxia (disminución parcial de oxígeno debido a la presión en la cabina del avión).

Si padece algún tipo de infección otorrinolaringológica, ya sea causada por procesos gripales o alergias, es muy probable que sus oídos sufran durante el vuelo. Y es que los rápidos cambios de presión que se dan, especialmente al despegar y aterrizar, obligan a la trompa de Eustaquio (que conecta la rinofaringe con la cavidad del tímpano) expandirse o contraerse para nivelar la presión de aire, lo que causa el dolor. Si esta presión es constante, o en caso de otitis, puede incluso producirse una perforación del tímpano.

En caso de tener piedras en el riñón tampoco es recomendable que vuele, ya que aumenta el riesgo de sufrir un cólico nefrítico. Y si lo que tiene es HBP (hipertrofia prostática benigna) muy evolucionada, lo que le obliga a vaciar la vejiga con mucha frecuencia, viajar en avión tampoco es lo más recomendable. Y es que si, por culpa de las condiciones del vuelo debe esperar demasiado para poder ir al baño, podría terminar sufriendo una “retención aguda de orina”, que sólo puede solucionarse colocando una sonda urinaria.

Por su parte, las personas que tienen problemas vasculares suelen temer el momento de volar, especialmente si se trata de un vuelo largo, y más aún si los asientos no dejan espacio suficiente para estirar las piernas. Ello hace que tengan que estar en la misma posición durante mucho tiempo, lo que además se ve agravado por la mayor presión y, en consecuencia, se ralentiza el flujo sanguíneo y aumenta el riesgo de que se formen trombos venosos.

Todas estas afecciones forman parte de lo que se conoce como “síndrome de la clase turista”, que puede sufrir cualquier persona, incluso si no se padecen problemas circulatorios. Para evitarlo y darle un respiro a sus piernas hinchadas, lo mejor es moverse todo lo posible, dando paseos por el avión al menos cada hora. También son muy efectivas las medias de compresión.

Aunque también puede darse el caso de que usted sufra alguna afección que impide la correcta circulación de sangre, pero -y esto es lo peor- no sea consciente de ello. Por ejemplo, es lo que les ocurre a las personas que tienen el factor V Leiden, responsable del trastorno genético de hipercoagulabilidad (tendencia patológica a la formación de trombos sanguíneos intravasculares; es decir, coágulos). Por ello, para prevenir cualquier posible riesgo, sobre todo si lo sufre algún familiar, lo mejor es que se haga pruebas para confirmar que usted no es una de las personas que padecen esta mutación genética y que a la hora de volar puede causarle problemas.

La peculiar situación de las embarazadas

Con respecto a las mujeres embarazadas corren ríos de tinta sobre si pueden volar o no, ya que según la compañía aérea con la que se viaje y la opinión del médico que la trate, las respuestas son completamente opuestas.

Encuentro Artrosis

El “Manual Médico” de la IATA (Asociación Internacional de Transporte Aéreo, por sus siglas en inglés) recomienda que al menos hayan pasado 28 semanas de gestación para que la mujer pueda volar, a fin de evitar el riesgo de sufrir un aborto. Y lo mismo ocurre a partir de la semana 32; para evitar el riesgo de que el parto se presente antes de tiempo. (3)

Por tanto, el período que por regla general no supone ningún problema es el que va entre la semana 28 y 32 de gestación. Fuera de él es obligatorio presentar la autorización firmada por su médico en el momento del embarque. Pero, ¡ojo! Si ya ha superado los 9 meses de embarazo, da igual que tenga ese certificado: la compañía nunca le va a permitir subir al avión.

En el caso de los bebés la IATA recomienda que al menos tengan una semana de vida para evitar que los cambios de presión puedan causarles perforaciones en los tímpanos, además de que tienen más riesgo de deshidratarse.

¿Va a practicar buceo durante las vacaciones?

Las personas que han practicado buceo poco tiempo antes de coger un avión tienen riesgo de sufrir lo que se conoce como “síndrome de descompresión”.

Se debe a que el aire que respiramos está compuesto por nitrógeno (en un 78%) que va diluido en la sangre y en los diferentes tejidos del organismo, donde permanece estable; pero siempre y cuando no haya cambios de presión. Si aumenta la presión atmosférica también lo hace la cantidad de nitrógeno y, aunque el cuerpo puede ir eliminando de manera progresiva ese nitrógeno acumulado, requiere de un tiempo para ello.

Por eso se recomienda a los buceadores que no viajen en avión poco tiempo después de haber realizado una inmersión. Imagínese que su cuerpo no ha terminado de eliminar el exceso de nitrógeno cuando está volando; entonces la excesiva presión va a hacer que ese nitrógeno todavía presente en el torrente sanguíneo se transforme en burbujas. Esas burbujas de nitrógeno causarán inflamación y dolor en los músculos, las articulaciones y los tendones, y en los casos más graves pueden llegar a obstruir el sistema circulatorio cerebral, con todos los riesgos que ello implica para la salud (trombos o ictus).

Lo mínimo es esperar 12 horas antes de subir a un avión en caso de que se haya realizado una inmersión, 18 si han sido varias inmersiones a lo largo de varios días y 24 horas si lo que ha realizado es una inmersión profunda (a partir de 30 metros de profundidad). (4)

Por otro lado, hay más riesgos de sufrir un síndrome de descompresión si se tienen problemas cardíacos, obesidad o una edad avanzada. (5)

No olvide tener a mano sus medicamentos

Si está siguiendo un tratamiento para alguna enfermedad o dolencia que le exija tomar medicamentos, tenga en cuenta que las actuales medidas de seguridad exigen que tenga siempre a mano los fármacos, en el equipaje de mano.

Además, deberá llevarlos en el envase original, junto con la prescripción y el certificado médico en caso de que lo requieran, y guardados en una bolsa aparte para que los agentes de seguridad del aeropuerto puedan revisarlos. Estas medidas son especialmente aplicables en caso de fármacos que deben inyectarse (insulina, por ejemplo).

Por otro lado, puede ocurrir que la patología que sufra exija un tratamiento un poco más complejo. Así ocurre, por ejemplo, con ciertos dispositivos de respiración empleados para la apnea. En estos casos las compañías aéreas permiten que se suba a bordo el equipo necesario, pero siempre después de haberlo indicado en el momento de hacer la reserva y recibir la aprobación por parte de la aerolínea.

Como ve, subirse a un avión puede ser más arriesgado de lo que cree.

Fuentes:

  1. IATA: “Sample medical inciden report”.
  2. Viajes internacionales y salud. Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. 
  3. IATA: “Medical Manual”. 2018. 
  4. Diagnóstico y Tratamiento de la Enfermedad por Descompresión y el Embolismo Gaseoso Arterial (manual de buceo de la Marina de los Estados Unidos).
  5. Alfred A. Bove, MD, PhD, Professor (Emeritus) of Medicine, Lewis Katz School of Medicine, Temple University: “Enfermedad por descompresión (Enfermedad de descompresión; Enfermedad de Caisson; Enfermedad del buzo)”


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