¿Es posible mantener la sonrisa y disfrutar de la comida cuando lo que se tiene delante es un plato soso e insípido? “La sal de la vida”, suele decirse. Y, sin embargo, muchas personas se obligan a comer alimentos insulsos para cuidar su salud.
Pero salar los alimentos no implica, por fuerza, que se les añada sal de mesa.
Cuando las autoridades sanitarias aconsejan tomar menos sal, lo que quieren decir en realidad es que hay que reducir el aporte de sodio, y la sal de mesa es eso químicamente: cloruro de sodio.
Sin embargo, hay otra “sal” menos corriente y menos conocida, que tiene un sabor similar. Es el cloruro de potasio. Tiene la misma apariencia y el mismo sabor que la sal común, pero no es sal.
En lugar de aportar sodio, esta sal aporta potasio, un electrolito indispensable para la salud y del cual la alimentación moderna suele carecer (está presente sobre todo en las verduras, de las que no se suele consumir lo suficiente en la dieta moderna).
Por lo tanto, sustituir la sal de mesa por cloruro de potasio es una fórmula interesante para las personas hipertensas que deben seguir una dieta sin sal.
Lo encontrará fácilmente en las tiendas de alimentación especializadas, aunque sea menos común que la sal de mesa (cloruro de sodio).
Ahora bien, ¡ojo! He puesto “fórmula interesante” a propósito, en lugar de usar otra expresión más contundente del estilo “solución definitiva”.
Porque no se trata de pasarse con el cloruro de potasio. Los estudios demuestran que es beneficioso para las personas que sufren hipertensión, pero el efecto no es generalizado ni sistemático. Es por eso por lo que le pido que siga leyendo.
La hipertensión arterial es un exceso de presión que la corriente sanguínea ejerce contra las paredes arteriales.
Las arterias tienen la capacidad de dilatarse o contraerse en función de numerosos factores (endotelina, adrenalina, óxido nítrico, prostaglandinas, frío, calor, estrés…). El equilibrio entre todos estos factores es lo que proporciona una presión arterial normal.
La presión tiene dos componentes que conocemos como:
Ese es el motivo por el que al tomar la tensión a una persona siempre se ofrecen dos valores conjuntos expresados, por ejemplo, como 120/80 mmHg (milímetro de mercurio) o más coloquialmente 12/8 (cm de mercurio).
120/80 mmHg es un valor típico de una persona con buena salud, pero lo cierto es que no existe un valor estándar de tensión arterial.
La presión arterial fluctúa dentro de un rango variable de normalidad dependiendo de numerosos factores condicionantes (reposo, ejercicio, estrés, frío, calor, etc.).
Pero en ningún caso en reposo la presión normal excede de 135/85 (o como máximo 140/90 mmHg).
La hipertensión aparece debido al estrés, al tabaquismo, a hacer muy poco deporte, a seguir unos hábitos de vida insanos, por llevar una alimentación con demasiados fritos o azúcar y muy pocos productos frescos…
Las arterias se vuelven más rígidas, dilatan mal y a consecuencia de ello la presión sanguínea aumenta. En esos casos las pequeñas arterias pueden romperse en los ojos (provocando derrames oculares), y también en el cerebro o en los riñones, produciendo ictus hemorrágicos o hemorragias intrarrenales.
La hipertensión es, por tanto, un indicador de un mal estado general de las arterias.
Por eso es un importante agente causal de enfermedad coronaria (es decir, una patología oclusiva o aterotrombótica en las arterias que irrigan el corazón), de accidente cerebrovascular (ACV) o ictus, de insuficiencia cardíaca, de insuficiencia renal o de ceguera.
Es decir, que la hipertensión es mala para sus arterias y también para los órganos a los que éstas irrigan -corazón, riñones, cerebro y ojos-, daños que a veces se manifiestan a través de dolores de cabeza y malestar general, dolores anginosos en el pecho, cansancio, fatiga respiratoria, edemas de tobillos, mareos, síncopes…
La hipertensión arterial puede poner en serio riesgo su vida.
El verdadero problema radica en lo clínicamente inexpresivo que resulta el proceso en sus estadíos iniciales, un período que puede durar décadas. Cuando la hipertensión se manifiesta clínicamente (cefaleas, disnea, angina, cansancio extremo, mareos, síncopes, etc.) el proceso está muy evolucionado y la aparición de esos síntomas no son sino la viva expresión de las complicaciones en los órganos de la hipertensión.
Es por ello que los médicos aconsejan medir la tensión periódicamente a partir de los 40 años, ya que es en esas edades cuando la hipertensión es más prevalente.
Si ven que su tensión es demasiado alta, le recomendarán bajarla con la toma de cualquiera de las grandes familias de antihipertensivos (diuréticos, betabloqueantes, IECAs, ARA2, calcio antagonistas y algunos más). Todos ellos, y por mecanismos de acción distintos, suelen reducir la presión arterial.
La tendencia actual es tratar cada paciente hipertenso como si se le hiciera “un traje a medida”, dependiendo de las características de la hipertensión y sus complicaciones. A unos con diuréticos, a otros con IECAs, a otros con bebloqueantes… y a la mayoría, una asociación de todos ellos.
Además, probablemente le recomendarán dejar de tomar sal, dado que las grandes cantidades de sodio que contiene resultan nocivas para las arterias y los riñones.
Finalmente, le darán ciertos consejos para seguir unos hábitos de vida más saludables, que es lo que más va a ayudarle a combatir las complicaciones en las vísceras de la hipertensión y evitar los problemas de salud e incluso la muerte súbita, así como proteger sus arterias (piense que una vez que sus arterias resultan dañadas es muy difícil repararlas; por eso la prevención es la estrategia más eficaz).
La sal potásica, como sustituta de la sódica, no es la panacea del tratamiento de la hipertensión, aunque ayuda mucho en su normalización. Se trata así de un pequeño cambio en la dieta que le permitirá seguir disfrutando de todos los sabores.
Comparado con el cloruro de sodio, el cloruro de potasio incluso posee un ligero efecto que hace disminuir la presión sanguínea. (1)
El potasio (sin cloruro) también resulta beneficioso para la masa ósea, los impulsos nerviosos, las contracciones musculares, las glándulas suprarrenales (que fabrican hormonas), el corazón y los riñones.
Los aportes de potasio recomendados por las autoridades sanitarias son de 3 g por día para los niños y hasta 5 g para los adultos (también en el caso de las mujeres embarazadas), aunque numerosos expertos en nutrición consideran que estas cifras deberían ser hasta dos veces más elevadas. (2)
Los médicos hablan en miliequivalentes por litro de sangre (mEq/L.). Y un potasio normal en sangre sería aquel que se sitúa entre 4 y 4,5 mEq/L.
La media de aportes en potasio a través de la alimentación en Canadá y Estados Unidos es insuficiente, y les faltarían nada menos que entre 2 y 3 g más al día, lo mismo que ocurre en España y en los países europeos (por lo general los problemas derivados de la mala alimentación se repiten a ambos lados del Atlántico). (2)
La elevada carencia de potasio es poco frecuente, pero debe vigilarse en las personas que toman medicamentos antiinflamatorios y laxantes. (2)
Unos bajos niveles de potasio en sangre (hipokaliemia) pueden provocar severas arritmias cardíacas, que pueden incluso causar la muerte. Ahora bien, los excesos de potasio (por encima de 7 mEq/L) también pueden provocar la muerte, esta vez por parada cardíaca. Prueba de su peligrosidad lo demuestra que el potasio es uno de los componentes con los que se prepara el mortífero cóctel de la “inyección letal”.
¡Atención! El potasio se suele eliminar por vía renal. Por ello, las sales de potasio suelen estar contraindicadas en pacientes hipertensos con insuficiencia renal y en tratamiento con hemodiálisis.
Todo lo expuesto aquí explica por qué le recomiendo que cambie su salero, llenándolo con cloruro de potasio en vez de con cloruro de sodio. Pero siempre sin excederse.
Como ya le he dicho, puede encontrar el cloruro de potasio en cualquier tienda especializada. Si la etiqueta no fuese clara, busque la anotación de “sin sodio” en el envase. También puede pedirle a su farmacéutico que le dé “sal de régimen” (libre de sodio).
No obstante, en cualquier caso mi recomendación también es que evite las sales sin sodio pero que contienen potenciadores de sabor como el glutamato. Los fabricantes suelen añadirlo porque el cloruro de potasio proporciona menos sabor que la sal sódica. Sin embargo, lo mejor es prescindir de él.
A mí me gusta especialmente el cloruro de potasio con algas y especias aromáticas, pero es una opinión personal.
En los herbolarios podrá encontrar también sales de plantas saborizantes sin sodio, hechas a base de apio, ajo, jengibre, etc., y que son un buen complemento para hacer la dieta más sabrosa.
Las investigaciones sobre nutrición más punteras subrayan que, más allá de la disputa entre potasio y sodio, se debate hoy en día si la formulación hecha a base de cloruro es la verdadera responsable de los efectos nocivos de la sal sódica, ya que éste sería el responsable de procesos patológicos como la osteoporosis y determinadas afecciones renales. (3)
Por lo tanto, si usted ya está afectado por alguna de estas dos enfermedades lo mejor será que no utilice ninguna sal, ni siquiera la sal sin sodio.
Esta es la razón por la que los complementos de potasio están hechos a base de citrato de potasio o, en su defecto, de bicarbonato de potasio, y no con cloruro.
Los alimentos más ricos en potasio son:
De forma general todas las frutas y verduras son muy ricas en esta sustancia imprescindible. Es decir, que apostar por aumentar notablemente su consumo es siempre la mejor opción.
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Hola, todas las publicaciones que manda son muy interesantes.
Un saludo.
Cuidado con la sal de potasio, puede causar insuficiente filtrado flomerular en los riñones, a mí me pasó y la dejé de tomar y ya se me reguló el filtrado. Hace 10 años que ya no tomó nada que contenga la palabra sal, de hecho, averigüé que la sal de potasio era perjudicial para los riñones a través de la web de la National kidney Foundation, de USA, donde explicaban el caso de una consumidora de dicha sal de potasio que a pesar de estar sometida a diálisis seguía con problemas de riñón a causa del potasio.