No depende solo de lo que se come o en qué cantidad; para asegurarse un buen gasto energético que permita quemar las grasas ingeridas también hay que tener en cuenta la hora a la que se come y a la que uno se acuesta. Y es que, si no se sigue un horario establecido y no se hace caso al reloj interno, hacer dieta o ejercicio no ofrece tantos beneficios como los que podrían obtenerse.
Esto es lo que asegura un estudio que ha señalado que la tasa metabólica varía en función del ritmo circadiano(1), lo que explicaría por qué aquellas personas que tienen horarios de sueño irregular son más propensas a engordar.
Para confirmar esta teoría se examinó durante tres semanas a siete pacientes que no tenían forma de saber en qué momento del día estaban, ya que la habitación en la que se encontraban no contaba con relojes ni ventanas, así como tampoco acceso a internet o a teléfonos.
La clave era que no debían saber qué hora era y que su reloj biológico tampoco pudiera guiarse por factores externos como la luz solar para que, en consecuencia, ajustara su metabolismo a ese ritmo biológico. También les obligaron a seguir un horario de sueño irregular, ya que cada día la hora de irse a dormir y despertarse variaba en cuatro horas, lo que permitió confirmar que su tasa metabólica se veía afectada por el ritmo circadiano.
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