“La supervivencia tras un cáncer de páncreas es escasa”, reconoce la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). “En ningún país del mundo supera el 10% a los 5 años, y en España es similar a la media europea, que se sitúa en torno al 4% en hombres y al 5% en mujeres”. (1)
Y es que, por duro que resulte decirlo, no se puede negar que esta enfermedad es una sentencia de muerte.
El repentino fallecimiento del icónico diseñador alemán Karl Lagerfeld conmocionó al mundo de la moda hace unos días.
No hubo confirmación oficial por parte de ninguna de las firmas para las que trabajaba (Chanel, Fendi y su propia marca), sino que ha sido una amiga y colaboradora del modisto quien ha desvelado después que padecía cáncer de páncreas. La misma enfermedad que se llevó al célebre fundador de Apple, Steve Jobs, y a otros rostros conocidos, como el escritor y filósofo Umberto Eco, el tenor Luciano Pavarotti, el actor Patrick Swayze o los populares artistas españoles Rocío Jurado y Tony Leblanc.
El cáncer de páncreas es el más mortífero de todos, con una tasa de supervivencia a 5 años de solo entre el 1 y el 5%. Y ¡ojo!, esa “tasa de supervivencia” no se refiere en ningún caso a “curación”, sino únicamente a que la persona enferma continúe viviendo 5 años después del diagnóstico.
Y por su parte la mortalidad apenas ha disminuido desde 1971 en el caso de los hombres y absolutamente nada en el de las mujeres. No ha habido, por tanto, casi progresos en el tratamiento.
Por otro lado, con unos 4.000 casos anuales se puede considerar que en España la incidencia está dentro de la media, aunque hemos experimentado un ascenso importante que arrancó en los 50 y continúa en la actualidad. (1)
El páncreas es una glándula digestiva de color amarillo situada justo detrás de la base del estómago y próxima a la columna vertebral.
Cumple diversas funciones vitales; es decir, que en caso de enfermedad grave no se puede extraer sin más, como sí puede hacerse con otros no vitales (útero, testículos…) o con aquellos que tenemos por duplicado (riñones, pulmones…).
Su extirpación acarrea gravísimas complicaciones para la salud y la necesidad de recibir insulina y hormonas.
Y es que las funciones del páncreas no son precisamente menores. Por un lado, contribuye a la digestión de los alimentos, vertiendo en el intestino enzimas digestivas indispensables para digerir los glúcidos, las grasas y las proteínas.
Por el otro, es el encargado de fabricar insulina y glucagón, dos sustancias indispensables para la regulación del azúcar en la sangre. La insulina permite a las células absorber el azúcar sanguíneo, mientras que el glucagón juega, justamente, el papel contrario.
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La palabra “cáncer” no es más que un término genérico que designa una proliferación rápida y anárquica de células. En realidad, la enfermedad es muy diferente según el tipo de células que prolifera.
En este sentido, el páncreas es un órgano complejo, con multitud de tipos de células diferentes, por lo que existen numerosos tipos de cáncer relacionados con él.
Sin embargo, en el 95% de los casos el cáncer de páncreas se origina en las células encargadas de fabricar las enzimas digestivas (situadas en la “cabeza”, una de las tres partes en que se divide el páncreas). Estas células se multiplican y pasan a formar una bola dura (un tumor) que tapona el canal pancreático, impidiendo a las enzimas digestivas fluir con normalidad.
El problema es que el paciente tarda en darse cuenta de lo que ocurre; únicamente se aprecian unos leves síntomas relacionados con alteración de la función intestinal. Eso no impide, sin embargo, que el tumor siga evolucionando, hasta el punto de que pronto colapsa también los canales biliares del hígado -se encuentran cerca-, dificultando el paso de la bilis.
El paciente empieza entonces a adquirir cierto tono amarillento (ictericia): en la piel, en el blanco de los ojos… Y también las heces pierden color y la orina adopta un tono marrón oscuro.
Después el cáncer se extiende al intestino y al estómago, provocando náuseas, vómitos y diarrea. Y enseguida las células cancerosas empiezan a desarrollar metástasis (por lo general en el hígado, pero en ocasiones también en los pulmones y en los huesos).
En el caso concreto de Karl Lagerfeld todavía se desconoce qué tipo de cáncer de páncreas sufría. Steve Jobs, por su parte, sufría un tumor neuroendocrino del páncreas.
Este tipo de cáncer se desarrolla a partir de células nerviosas y productoras de insulina. Es la forma menos grave del cáncer de páncreas, lo que explica que el magnate informático llegase a vivir 8 años más allá del diagnóstico (supo que sufría la enfermedad en 2003 y murió el 5 de octubre de 2011).
El riesgo de sufrir cáncer de páncreas aumenta con la edad, el sobrepeso y el consumo de tabaco y de alcohol. Pero también crece si se sufre una pancreatitis; es decir, una inflamación asintomática del páncreas provocada por el alcohol o por cálculos biliares.
Por el contrario, el riesgo disminuye si de forma general se reduce el consumo de azúcar y de carne roja y se aumenta el de frutas y verduras.
Se trata de un tipo de cáncer muy insidioso, ya que uno no lo percibe en absoluto durante mucho tiempo. Y encima cuando los síntomas aparecen con frecuencia son desoídos tanto por el paciente como por el médico, ya que como hemos visto son muy inespecíficos: ictericia (la piel amarillea), náuseas, vómitos, diarrea, pérdida de peso, dolor difuso en el abdomen y cansancio (incluso agotamiento).
Por eso generalmente, cuando la enfermedad al fin se diagnostica, el tumor ya ha invadido los tejidos circundantes (hígado, intestino, estómago…) y es necesaria una cirugía masiva y muy peligrosa para deshacerse de él.
De hecho, en el 85% de los casos la operación no tiene como objetivo la remisión, sino simplemente ralentizar la progresión de la enfermedad.
Se habla por ello de cirugía paliativa, la cual debe acompañarse de otros cuidados en el caso de los enfermos más graves: apoyo psicológico y moral para atenuar la angustia, lucha contra el dolor, alimentación artificial cuando el sistema digestivo se ve profundamente afectado…
No es necesario que aclare a estas alturas que se trata de un auténtico calvario para quien lo sufre…
En el 15% de los casos, cuando el tumor es todavía pequeño y no hay metástasis, sí puede esperarse una remisión. No una curación definitiva, pero sí que la enfermedad se detenga durante un tiempo antes de volver a manifestarse de nuevo.
La tasa de éxito es desafortunadamente muy baja, lo que explica que, en conjunto, los resultados sean tan desalentadores. Y es que en los pacientes no operables y metastásicos la supervivencia media es de 6 meses.
¿Hay al menos un resquicio de esperanza en todo esto?
Si atendemos a lo que dicta la medicina convencional (y a los medios de comunicación que repiten sin criterio lo que esta dice), el cáncer de páncreas es tan mortífero que hay que huir a toda costa de la medicina alternativa y complementaria, más suave y respetuosa con el organismo.
Prueba “irrefutable” de ello, de acuerdo con esta teoría, es que Steve Jobs, que siguió tratamientos de acupuntura y era vegetariano, está muerto.
Muchos medios de comunicación han explicado que Jobs se dejó enredar por el peligroso mundo de los “charlatanes” y de las terapias alternativas, y eso precisamente es lo que acabó con su vida.
Pero el argumento no es tan lógico como podría parecer. De hecho, podríamos decir que el razonamiento más coherente debería ser justo el contrario: dado que el cáncer de páncreas es efectivamente tan mortífero, ¿por qué no iban los enfermos a probar aquello que puedan ofrecerles otras terapias? ¿Qué tienen que perder?
Ahora bien, se trata de una cuestión muy personal.
En una situación tan grave como es el anuncio de un cáncer de páncreas, que equivale a pronosticarle enormes padecimientos a la persona que se tiene enfrente, caben dos posturas:
Así, se reprochó a Steve Jobs que hubiera acudido a extrañas clínicas en México y en Alemania; que se hubiera acercado a la homeopatía y a la acupuntura; que hubiera participado en encuentros de meditación, de yoga y de recolección de plantas silvestres…
Pero podría decir, sin temor a equivocarme, que para ese hombre que pasó toda su vida de despacho en despacho, delante de un ordenador, esas experiencias fueron algunas de las más reconfortantes de su vida.
El cáncer le obligó a parar, a dejar de lado sus obligaciones (y sus obsesiones) profesionales y tecnológicas, logrando algo que hasta la fecha nada había conseguido.
Aquellos que habrían preferido verle enfermar y morir en la cama de un hospital, en nombre de la ciencia, parecen no darse cuenta de que eso era precisamente lo último que Jobs necesitaba en ese punto de su vida.
Estoy seguro que usted comprende mis palabras de hoy y que no se escandalizará porque defienda que, en un caso como el del cáncer de páncreas, ambas posturas (la ejemplificada con Steve Jobs y la de las miles de personas que deciden someterse a un tratamiento convencional hasta el final de sus días) son perfectamente legítimas.
Y es que no es la primera vez que cuestionamos juntos el camino trillado que ofrece la medicina convencional ante según qué enfermedades. El mismo camino que, aunque a veces pudiera parecer la opción más razonable, en realidad no es más que un enorme pozo de desesperanza sin fondo.
Hoy día se sabe cómo de importantes son la esperanza y el valor a la hora de aumentar la calidad de vida e incluso las probabilidades de curación, especialmente cuanto más grave es la enfermedad. ¿Por qué privar entonces a un enfermo de ellos?
Fuentes:
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En el año 2008 a mi hija de 34 años la detectaron un tumor cerebral de grado 4 el más maligno que puede existir. Recurrimos a la homeopatía y a los tratamientos convencionales. Mi hija falleció en 2011 cuando la esperanza de vida de ese tumor es de máximo de un año. Yo estoy convencida de que algo tuvo que ver la homeopatía.
¿Qué referencias tienen de Immunocal®?
Un cordial saludo.