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Almohadas de piedra, cerámica, madera… ¡Así han evolucionado y cuidado nuestra salud!

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Desde sus inicios en la antigua Mesopotamia, descubre la apasionante historia de las almohadas y cómo se han convertido en el elemento de confort sin el que ahora no podemos imaginar nuestras noches.

Es sorprendente el largo camino que recorren algunos objetos cotidianos que hoy damos por sentados.

Las almohadas son un buen ejemplo de ello, ya que originalmente no fueron diseñadas para favorecer el descanso. ¡Ni mucho menos!

Conozcamos un poco más de su apasionante historia.

Producto de lujo… y de protección

Se cree que fue en la civilización de Mesopotamia donde surgió la idea de crear un objeto para apoyar la cabeza mientras se dormía. Las primeras evidencias datan del año 7000 a.C. y también hay registros de almohadas en las tumbas de los faraones del Antiguo Egipto.

Ahora bien, estas primeras almohadas no se pensaron para ofrecer confort. De hecho, eran bloques de piedra, lo que no es precisamente cómodo, y en realidad se usaban para mantener alejados los insectos de la boca, el pelo y la nariz del durmiente. (1)

Asimismo, este objeto estaba rodeado de cierto misticismo. Por ello era habitual colocarla bajo la cabeza de los difuntos, siempre de las familias más pudientes. Y también los más acaudalados podían dormir sobre almohadas de marfil, mármol, jade o madera, ricamente talladas con elementos protectores. De este modo se protegían de los bichos mientras dormían, pero también de las deidades malignas, mientras hacían alarde de su estatus económico.

Menos supersticiosos eran los habitantes de la antigua China, que también dormían sobre ladrillos, pero en este caso de cerámica. Ahora bien, esta elección se debía a que ese material se mantiene a baja temperatura, lo que proporcionaba una superficie más fresca para apoyar la cabeza mientras se dormía. Y esto era indispensable para soportar las calurosas noches de verano.

¡Al fin la comodidad!

Con el tiempo, la forma y el material de las almohadas evolucionaron, pasando de ser duros ladrillos a piezas más pensadas para el confort. Esto se lo debemos sobre todo a las Antiguas civilizaciones de Grecia y Roma, donde se cree que empezaron a usarse trozos de tela rellenos con paja o plumas para que la cabeza pudiera apoyarse sobre una superficie más suave.

Eso sí, seguía siendo un producto de lujo, solo al alcance de los más ricos, quienes no dudaban en decorarlas con motivos florales o mitológicos.

Para que tuviera lugar la “democratización de las almohadas” debemos esperar al siglo XIX, en plena Revolución Industrial. Fue entonces cuando comenzaron a producirse en masa, lo que abarató los costes y permitió que fueran accesibles al resto de la población.

Llegan las almohadas terapéuticas

Con este nombre se conocen las almohadas que están pensadas para tratar problemas de salud concretos.

Pero no hablamos solo de modelos con una consistencia perfecta para ofrecer un buen apoyo y que no duelan las cervicales. Por ejemplo, material viscoelástico que se amolda a la propia forma de la cabeza.

También están las que se han diseñado para introducir diferentes plantas medicinales, dependiendo de la dolencia que tenga el usuario de esa almohada.

Encuentro Artrosis

Así, se pueden introducir plantas que favorezcan la respiración, como el eucalipto, la menta o el pino silvestre, por lo que suponen una gran ayuda para las personas con problemas respiratorios. (2)

Y también son muy recurrentes las plantas para aliviar el estrés, la ansiedad o los trastornos del sueño derivados de ese malestar, como melisa, tilo o lavanda.

Aunque lo cierto es que esta tendencia viene de antiguo, pues ya en la Edad Media existía la costumbre de colocar bajo la cabeza hierbas de propiedades medicinales para facilitar el sueño o mitigar dolores concretos.

¿Almohadas para abrazar?

Dentro de este recorrido por los usos de las almohadas, no podemos olvidarnos de aquellas personas que no solo las utilizan para apoyar la cabeza. También para abrazarse a ellas, pues de lo contrario les es imposible dormir.

Y, ojo, porque la ciencia ha confirmado que esta costumbre tiene bastante lógica.

Así, se sabe que el hecho de abrazar ofrece una sensación de seguridad que ayuda a relajarse y conciliar el sueño. A fin de cuentas, es lo mismo que les ocurre a muchos niños que necesitan dormir abrazados a su peluche cuando son pequeños.

Aunque este poderoso efecto también se debe a que, con el abrazo, se libera oxitocina, la conocida como “hormona del amor”, y a su vez bajan los niveles de cortisol y adrenalina, que son las “hormonas del estrés”.

Por tanto, con ese sencillo gesto no estamos haciendo otra cosa que replicar un abrazo, que bien podría considerarse el mejor medicamento (descubra aquí por qué).

Y lo cierto es que ya se han desarrollado varios prototipos de almohadas pensadas, no para dormir sobre ellas, sino para ofrecer ese contacto tan calmante. (3)

Como ve, las almohadas sirven para mucho más que apoyar la cabeza.

Fuentes

1. Soane, Ely Banister. “To Mesopotamia and Kurdistan In Disguise”. Cosmino Inc. 2007.
2. “Almohada con plantas medicinales para problemas respiratorios y estrés – Sweet Breath”. Repositorio Académico UPC.
3. Alice C. Haynes Annie Lywood, Emily M. Crowe et al.: “Un abrazo calmante: Diseño y validación de una ayuda táctil para aliviar la ansiedad”. PlosONE. 2022.


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