El primer antibiótico de la Historia tiene nada menos que 1.000 años de antigüedad. Sin embargo, los científicos continúan estudiándolo a día de hoy para arrojar luz sobre todo su potencial.
Quizá usted estudió en sus tiempos de colegio que Alexander Fleming descubrió el primer antibiótico, la penicilina, en 1928.
Sin embargo, debe saber que esa creencia, pese a que está ampliamente extendida, es errónea.
El primero de los antibióticos se encuentra en realidad en un grimorio -es decir, un antiguo libro de recetas curativas y mágicas- de nada menos que ¡1.000 años de antigüedad!
Y no solo eso: también podría contener la solución a muchos casos de bacterias resistentes a los antibióticos, un problema que hoy en día tiene contra las cuerdas a la medicina convencional.
Conozcámoslo un poco más a fondo.
Fue en las páginas del conocido como Bald’s Leechbook o Libro de recetas del Sr. Bald que recientemente se redescubrió una fórmula “mágica” para acabar con casi todo tipo de microbios. (1)
Y digo “redescubrió” porque nosotros mismos nos hicimos eco de esta eficaz solución tiempo atrás (aquí puede volver a leer aquella noticia). No obstante, estos nuevos “descubridores” han arrojado luz sobre su eficacia frente a las peores bacterias de nuestro tiempo, por lo que cabe poner el foco en sus hallazgos.
Este libro del Sr. Bald, que data de finales del siglo IX o principios del X, se conserva en la Biblioteca Británica de Londres. Atesora diversos remedios medicinales de autores ilustres, entre ellos Galeno (médico griego del siglo II), Filagrios de Epiro (científico también heleno del siglo III) o Antilo (cirujano romano del siglo III).
Pues bien, entre el sinfín de soluciones que guarda destacan las indicaciones para elaborar este preparado del que hablamos, que podría considerarse el primer preparado antibiótico documentado de la Historia.
Elaborado a base de cebolla, ajo, vino y sales biliares bovinas, la investigación en laboratorio ha demostrado su eficacia frente a las especies de bacterias más resistentes (entre ellas la Acinetobacter romani, la Staphylococcus walleye, las Streptococcus…).
Durante mucho tiempo se creyó que esta solución cuasimágica era el remedio para cualquier enfermedad infecciosa causada por bacterias.
Tiempo después, la aparición de los antibióticos de síntesis la dejó atrás en lo que a eficacia se refiere (si bien estos plantearon otros problemas, como por ejemplo sus efectos secundarios, con los que antes no había que lidiar).
Ahora bien, en los últimos siglos también se ha avanzado mucho en el conocimiento de las propias bacterias. Y así, si hasta hace no tanto -debido sobre todo al trabajo de Robert Koch- se pensaba que las bacterias eran células individuales que flotaban o nadaban exclusivamente en soportes líquidos, hoy por hoy se sabe que las más resistentes crecen y prosperan no solo en ellos, sino también en superficies de lo más variadas (madera, metal, plástico, membranas mucosas e incluso organismos vivos).
Estos bacilos, además, forman comunidades multicelulares llamadas “biopelículas” (o “biofilms”), las cuales pueden ser muy peligrosas.
Por ejemplo, del 10 al 50% de los pacientes con catéter urinario sufren una infección debido a las biopelículas que se han desarrollado en su superficie.
Y la eliminación de estas requiere dosis de antibióticos entre 100 y 1.000 veces superiores a las de las bacterias que circulan libremente, sin que ello garantice ningún éxito.
¿En qué deriva todo esto? En que la incidencia de ciertas afecciones causadas por bacterias resistentes a los antibióticos, como por ejemplo algunas tuberculosis, estén alcanzando niveles alarmantes.
En este sentido, un estudio realizado en 8 países entre 2005 y 2008 mostró que el estado del 43,7% de los pacientes con tuberculosis evaluados no mejoraba ni siquiera después de recibir dos tratamientos antibióticos diferentes (isoniazida y rifampicina).
“Mezclar ajos y cebollas con vino blanco de un 11% de alcohol y bilis de vaca esterilizada. Verter en una botella esterilizada y dejar reposar en un lugar oscuro durante 9 días”.
Cualquiera que afirmase con rotundidad que esta es la cura universal contra la resistencia bacteriana a los antibióticos estaría exagerando.
Ahora bien, no es ninguna mentira que los doctores Harrison, Furner-Pardoe y Anonye, coordinadores de la investigación que ha devuelto a la luz este remedio, depositan enormes esperanzas en los antimicrobianos elaborados con ingredientes cotidianos.
Y no solo por su eficacia, sino también por su seguridad, la cual habrían ido probando en diferentes ensayos.
Según los científicos responsables del ensayo, la eficacia de este remedio ancestral se basa en la combinación de sus diversos componentes. Es decir, que es la sinergia lo que lo hace formidable ¡incluso contra las biopelículas!
En particular se han observado excelentes resultados frente a las siguientes bacterias:
Apuesto a que la eficacia de esta sorprendente receta, ahora nuevamente desenterrada, puede abrir la mente incluso de los más reticentes a la medicina basada en el conocimiento ancestral.
Sin embargo, por si no fuera suficiente, aquí tiene otros 3 ejemplos de remedios medievales que le dejarán con la boca abierta debido a lo mucho que podrían aportarnos hoy en día (y de hecho la ciencia moderna los está avalando uno a uno).
1. Furner-Pardoe, J., Anonye, B.O., Cain, R. et al. “Anti-biofilm efficacy of a medieval treatment for bacterial infection requires the combination of multiple ingredients”. Sci Rep 10, 12687 (2020).
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