Existe un vínculo significativo entre la apnea del sueño y un mayor riesgo de desarrollar párkinson. Y es que en esa afección los músculos de la garganta se relajan de forma excesiva durante el sueño, lo que puede bloquear las vías respiratorias y que se deje de respirar durante unos segundos. Pero esto también reduce el oxígeno que llega al cerebro y, con el tiempo, esta falta de oxigenación puede afectar el funcionamiento cerebral y contribuir al deterioro cognitivo.
En el estudio que llegó a esta conclusión se analizaron más de 20 años de registros médicos de casi 1,6 millones de estadounidenses con apnea del sueño, comparándolos con los de 10 millones de personas que no tenían esta afección. Y los resultados mostraron que, en el grupo con apnea, se registraron 1,8 casos más de párkinson por cada 1.000 personas en comparación con quienes no la padecían. (1)
Pero también se observó la importancia de obtener un diagnóstico lo antes posible, para así aplicar un tratamiento adecuado que reduzca el riesgo de desarrollar párkinson. Por ejemplo, los investigadores observaron que entre las personas con apnea del sueño que comenzaron la terapia denominada “presión positiva continua en las vías respiratorias” (CPAP) dentro de los dos años posteriores al diagnóstico, se registraron 2,3 casos menos de párkinson por cada 1.000 personas. (2)
Por otro lado, se ha demostrado que el ejercicio físico ayuda a reducir el riesgo de apnea del sueño ¡y en unas proporciones sorprendentes! Bastaría con hacer 8 minutos diarios de actividad física intensa o caminar 20 minutos al día para reducir en un 10% ese riesgo. (3)
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