Una vez que haya leído el número de este mes del Dr. Jean-Paul Curtay de Los Dossiers de Salud, Nutrición y Bienestar, le aseguro que no volverá a ver del mismo modo las chocolatinas, los snacks y los refrescos.
Detrás de ellos está el azúcar. Y no es sólo que engorde o provoque caries, sino sobre todo que se trata de una poderosa sustancia adictiva capaz de tomar el control de nuestro cerebro hasta convertirnos en otra persona. Alguien más agresivo, más violento, más peligroso…
Y esto no sólo sucede en los casos más extremos, aquellos que se encuentran en las páginas de sucesos de los periódicos. ¡Entre el 25 y el 30% de las personas podrían verse afectados por esa forma de control por parte del azúcar!
¿Cómo se desarrolla este “golpe de Estado” interno?
Para comprender la atracción que ejerce el azúcar hay que hacer una excursión hasta la base del cerebro. Allí se encuentra un pequeño núcleo azulado que se denomina locus cerúleo. Su color se debe a que contiene cobre, necesario para la producción de noradrenalina, la sustancia responsable del despertar, la atención, la concentración y la vigilancia.
Se segrega por la mañana, para despertarnos, y en caso de problemas o amenazas, se segrega en abundancia para producir un estado de alerta, que va asociado a la movilización de los músculos, del oxígeno (broncodilatacón) y de los carburantes energéticos (azúcares y grasas) para permitir responder al peligro. La noradrenalina es también, de alguna forma, un acelerador de nuestras pulsiones (la combatividad para defender el territorio, el consumo de alimentos y la sexualidad).
Pero, como sucede con toda buena maquinaria, a ese acelerador le hace falta un freno.
Nuestro sistema de freno es un neurotransmisor llamado serotonina, que necesita insulina para ser sintetizado.
Gran parte de nuestro equilibrio personal se debe a la armonía entre estas sustancias orgánicas. Es decir, que gracias a la acción modulada de los pedales de aceleración y de freno podemos conducir sin problemas; gracias a la serotonina, modulamos la noradrenalina, controlando las pulsiones.
¿Y qué tiene que ver el azúcar en este escenario de frenos, aceleradores y derrapes incontrolados? Pues lo que sucede con el azúcar es que atasca la mecánica de nuestro cerebro.
Cuando se consumen glúcidos lentos (pan de cereales, pasta integral, cereales integrales o combinados con verduras o proteínas, legumbres…) la glucosa pasa lentamente a la sangre y hace que aumente progresivamente la insulina, que permanece en unos niveles razonables y después vuelve a bajar también paulatinamente. Por lo tanto, el efecto de la serotonina es duradero.
El impulso se satisface y el sistema de freno funciona. En otras palabras: estamos al mismo tiempo pletóricos y calmados.
Pero cuando consumimos glúcidos rápidos, como ocurre al tomar bebidas y alimentos azucarados, el motor se embala: la glucosa en sangre aumenta rápidamente, haciendo aumentar en la misma proporción los niveles de insulina.
Unas dos horas más tarde, esta glucosa desciende por debajo de su nivel base. Entonces el efecto de la serotonina, en sí mismo, debilita el organismo. Como si de un “chute” de droga se tratase, el efecto del azúcar es inmediato y muy potente, pero desaparece rápidamente. Y entonces el cuerpo pide otra “dosis”.
Así es como el azúcar llega a tomar el control. Y el problema es que puede hacernos sobrepasar todos los límites.
Los estudios en torno al efecto del consumo del azúcar son realmente inquietantes.
La psiquiatra sueca Marie Asberg ha estado observando este fenómeno desde 1976 y ha demostrado que los pacientes depresivos con una tasa baja de serotonina llegan con mucha mayor frecuencia a cometer actos suicidas (40%) que los depresivos cuya tasa de serotonina es normal (15%).
El equipo del doctor Markus Kruesi (Universidad de Illinois, Estados Unidos) ha descubierto que, en el caso de un niño problemático, una tasa baja de serotonina es el factor que mejor puede predecir su comportamiento criminal o suicida.
Es decir, que el azúcar puede ser hasta tal punto perturbador.
Pero por suerte esta toma de control del cerebro es un fenómeno reversible.
En un estudio sorprendente el criminólogo Schoenthaler demostró que entre delincuentes la reducción del consumo de azúcares rápidos reducía los comportamientos violentos. Así, después de reducir los alimentos y bebidas azucarados entre los jóvenes de un centro de internamiento juvenil, los actos violentos disminuyeron un 66%, las tentativas de fuga un 84% y los daños a la propiedad y los robos un 51%.
En otro estudio las agresiones disminuyeron en siete meses un 82%, los robos un 77%, las infracciones normativas un 23% y las peleas un 13%.
Estas experiencias se han reproducido en otros países con resultados similares.
En una escuela danesa de Aarhus han instaurado un desayuno obligatorio para los escolares con problemas, reemplazando los dulces y los refrescos por alimentos que contenían sobre todo glúcidos lentos. ¿El resultado? Menos conflictos, menos absentismo y… ¡mejores resultados académicos!
Una vez que hemos comprendido los mecanismos que explican nuestra dependencia al azúcar, toca dar el paso de cambiar de hábitos y reemplazarlo.
En el Dossier de febrero, el Dr. Curtay le propone su lista de drogas “buenas”, cuyo aroma y sabor son mejores que los del azúcar y además son totalmente saludables:
Complementos alimenticios como el magnesio y las vitaminas B son la base para reequilibrar la relación entre el acelerador y el freno, y el Dr. Curtay también le explicará cómo actúan la luminoterapia, la melatonina y la oxitocina.
Además, hay otros medios que también permiten mejorar el control de las pulsiones y nos hacen menos vulnerables a cualquier tipo de dependencia: practicar deporte, yoga, Qi gong o métodos de respiración completa o de coherencia cardíaca, por ejemplo.
Ese es el caso también de uno de los aspectos más íntimos de nuestra vida: la sexualidad. El Dr. Curtay le plantea una serie de preguntas para ayudarle a descubrir si realmente tiene una vida sexual satisfactoria y plena, algo que tiene también efectos positivos en las tensiones pulsionales.
Como el alcohol, el tabaco o las compras compulsivas, el azúcar le desvía de la realización de sus deseos más profundos y auténticos, afectivos, sociales y ricos en verdaderos valores.
Pero, ¿es el azúcar algo que realmente nos esclaviza?
Cuando haya leído el próximo número de Los Dossiers coincidirá conmigo en que no se trata de ninguna exageración. Al contrario, se convencerá de que es necesario decirlo alto y claro. Qué digo decirlo… ¡gritarlo! ¡Pongamos fin a la dependencia del azúcar!
Cerramos el listado de envíos de este número de Los Dossiers de Salud, Nutrición y Bienestar dedicado al consumo excesivo de azúcar el día 28 de enero, para asegurarnos de que el envío de ejemplares a los suscriptores se realiza sin contratiempos.
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