¿Es posible que la cerveza sea más saludable que el agua? Encontrarse con un titular de este tipo puede causar asombro, e incluso cierto alivio entre los aficionados a esta bebida. Sin embargo, tras esta sorprendente afirmación se esconde una historia -y un contexto- muy diferente…
Imagine que un día abre el periódico, o lo consulta vía online, y se encuentra con el siguiente titular:
“Beber cerveza es mejor que el agua para la salud, según un estudio”.
A la sorpresa inicial que supone leer algo así, puede que le siga hasta cierto alivio al pensar que esas cervezas que a veces se toma con los amigos no solo son malas, sino incluso buenas para la salud. Y que puede tomar más, sin remordimientos, ya que parecen ser más sanas que la propia agua.
Sin embargo, antes de llegar a ese punto es necesario detenerse para observar la noticia con atención. Y es que, como ya habrá sospechado, tras ese titular hay más de un truco que solo tiene como objetivo viralizar la noticia y conseguir más visitas para la web.
Pero es hora de poner los puntos sobre las íes.
El estudio al que hace referencia este titular (solo uno de los que han podido leerse en muchos medios de comunicación) ha sido publicado en el Journal of Development Economics. (1)
Y sí, habla de la cerveza. Y también dice que es mejor que el agua para la salud. Pero hay un “pequeño” detalle que lo cambia todo: el estudio está centrado en la Inglaterra… ¡del siglo XVIII!
Esto obliga a poner las cosas en contexto.
En esa época el agua de las fuentes (las pocas que había) estaba tan contaminada con patógenos, que beber cerveza en su lugar no era mala idea. Sobre todo en época de epidemias, como el cólera, debido a la falta de medidas de higiene.
Y es que por aquel entonces no era habitual lavarse las manos antes de cocinar. Además, el río del que se extraía el agua para beber era el mismo al que llegaban los desechos de las casas, heces incluidas.
A esto hay que añadir que para elaborar la cerveza se hervía la poca agua que esta contenía. Y con esa acción se eliminaban los patógenos que pudiera contener.
Como consecuencia, casualmente quienes bebían más cerveza que agua sufrían menos los estragos de las epidemias infecciosas. Pero no porque bebieran más cerveza, sino porque bebían menos agua contaminada.
Así que, en definitiva, la situación reflejada en el estudio está muy lejos de lo que ocurre en la actualidad, donde existen avanzados sistemas de depuración en buena parte del mundo.
De hecho, en esa investigación no se menciona en ningún momento que lo relatado sea extrapolable a lo que ocurre en el siglo XXI.
Por tanto, tras un titular que parece decir que es mejor beber cerveza que agua, nos encontramos con un estudio histórico que nos recuerda la época en la que el agua era un caldo de patógenos.
El problema es que la gente que solo lea el titular, sobre todo si son apasionados de la cerveza, tal vez usen ese estudio como excusa para tomar más de la cuenta.
Y esto nos lleva a poner el segundo punto sobre las íes.
Tanto la cerveza como el vino, dos de las bebidas alcohólicas más consumidas, se elaboran con productos naturales. Y estos tienen indudables efectos beneficiosos para la salud.
Por ejemplo, el lúpulo con el que se hace la cerveza procede del Humulus lupulus, una planta de la familia de las cannabáceas. Y este ingrediente, además de otorgarle ese sabor amargo característico, actúa como eficaz antiséptico.
Asimismo, es rico en vitaminas del grupo B (niacina, riboflavina, ácido fólico y vitamina B6), minerales (fósforo, silicio, magnesio y potasio) y antioxidantes, lo que lo convierte en un gran aliado del corazón. (2)
Por su parte, el vino destaca por su alto contenido en polifenoles, sustancias antioxidantes que ayudan a prevenir las patologías degenerativas, además de que contribuyen a retrasar el envejecimiento natural del cuerpo. Y por esta razón suele decirse que tomarse una copita de vino al día hasta es beneficioso para la salud. (3)
Ahora bien, en ambos casos es necesario contrastar los beneficios con los inconvenientes. (4)
Y por muy saludables que, efectivamente, sean el lúpulo o los polifenoles de las uvas, el contenido en alcohol de las dos bebidas es donde está el problema. Por eso su consumo solo debe ser esporádico y la moderación es fundamental.
Como ve, las cosas son muy distintas a como parecían al principio de este texto.
Por mucho que llamen la atención esos titulares tan sorprendentes, al final no pueden cambiar la realidad. Y esa es que, a día de hoy, el agua es esencial para la vida. Es nuestra principal fuente de hidratación, clave para mantener la salud.
Recordemos que el 70% de nuestro cuerpo es agua. Por eso, si bebemos poca agua, pueden aparecer síntomas como mareos y fatiga, dolores musculares y calambres, o incluso taquicardias y convulsiones cuando el problema va a más. Y en los casos más graves hasta pérdida de conocimiento, entrada en coma y la propia muerte del afectado.
Por tanto, se trata de algo muy serio. Y algo con lo que ni la cerveza ni el vino pueden ayudar, ni mucho menos. ¡Todo lo contrario! Y es que el alcohol contribuye a la deshidratación y, por eso, se recomienda beber agua después de haberse tomado una copa de vino o una cerveza.
En definitiva, por mucho que a los amantes de la cerveza les encantaría que el titular del principio fuera cierto, la realidad es otra muy distinta.
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