¿Por qué tantas personas no aprecian la verdura?
En la pequeña localidad francesa de Saint-Denis se está llevando a cabo un proyecto piloto partiendo de una tesis: si la gente se abalanza sobre la comida basura antes que sobre las espinacas y las judías verdes, que son mucho más saludables, es por razones económicas.
Por eso hay que ayudarles económicamente para que coman verduras. En base a ese razonamiento, durante un año cien familias necesitadas, con hijos de entre 3 y 10 años, escogidas por asociaciones, recibirán todos los meses cupones por valor de 12,50 euros (es decir, 150 euros al año) que pueden canjear por verduras frescas, congeladas o en lata.
De esa manera, las personas con menos medios económicos, ya no se verán obligadas a alimentarse a base de patatas fritas, pizzas congeladas y snacks de todo tipo.
La intención es buena, pero hay algo que me preocupa de este plan.
Mis hijos suelen invitar a sus amiguitos a casa. Las verduras están en la mesa, incluso en el plato, pero sus amigos no se las quieren comer.
No hace falta decir que no es porque no tengan dinero para pagar las verduras, pues estaría bueno que cobráramos la comida a los amigos de nuestros hijos…
El problema es otro.
Les decimos incluso que las judías son “patatas fritas verdes”, que están deliciosas, y no sólo porque sean sanas, sino porque pueden echarles todo el zumo de limón, aceite de oliva o aliño que quieran. No sirve de nada. Ya les hacen ascos antes de empezar.
A mí esto me parece más bien un problema “cultural” que ha aparecido recientemente con los hipermercados, los congelados y el microondas.
El otro día vino a casa una niña de cuarto de primaria (de nueve años) de una familia no desfavorecida.
Como entrantes habíamos preparado aguacates y pomelos. Lo crea o no, la niña no conocía ninguno de estos productos.
Y otro ejemplo todavía peor: hace poco la invitada era una estudiante de secundaria, que además es una alumna brillante. Nos dimos cuenta de que nunca en la vida había visto ni probado las berenjenas. Era la primera vez que se las servían en la mesa. Trece años y no tenía ni la menor idea de qué eran.
En cambio, y esto hay que destacarlo, tanto una como otra conocían todos los tipos de patatas fritas, galletas, chucherías, helados y refrescos inventados por la industria.
Así pues, lo que me preocupa es que estos cheques no cambien demasiado el consumo de verduras por parte de la gente. Y que se pierdan por el mundo.
Quizás los encontremos en los mercadillos, en eBay o en páginas web de anuncios clasificados: “¡100 euros de cheques-verdura por sólo 50 euros!”
Y los acabarán recomprando aquellos que, de todas maneras, ya tienen la costumbre de comer verdura.
Me dirá que estoy exagerando, y sin duda es así. Pero un poco de humor nunca viene mal.
Sin embargo, he conocido otra iniciativa que parece muy prometedora para hacer que los niños descubran las verduras.
Una escuela de Nueva York, en Estados Unidos, ha montado un huerto que gestionan los alumnos y lo que cosechan se utiliza después para abastecer el comedor. (1)
El resultado es magnífico: aunque la ración de verduras que ofrece el autoservicio del colegio siga siendo la misma, los alumnos eligen de forma natural los productos que ellos mismos han cultivado, multiplicando de esta manera por cuatro su consumo de verduras.
He comprobado que les ocurre lo mismo a mis hijos, que se mueren de impaciencia por recoger (¡y comer!) los nabos y zanahorias (que devoran crudos, todavía con tierra que apenas sacuden en la ropa) que ellos mismos han sembrado. Y ya ni hablo de las fresas, frambuesas o de las cerezas y manzanas del huerto: ¡esas se las tengo prohibido tocar!
Mi sugerencia es que sería muy positivo conseguir que la gente redescubriese la felicidad de cultivar sus propias lechugas, calabacines… ¡y de comerlos!, fomentando los “huertos familiares” (la nueva forma de llamar a los antiguos huertos obreros, esos huertos que aparecieron a finales del siglo XIV y repuntaron tras la Segunda Guerra Mundial).
Por eso en el plan piloto de Saint-Denis es esencial otra de las acciones que forman parte del proyecto: los talleres formativos con las familias. Durante estos, y a lo largo de los doce meses que dura el programa, tanto los padres como los hijos participan en clases en las que nutricionistas les enseñan las propiedades de las verduras y también se les enseña a preparar y cocinar las verduras.
Para hacer el seguimiento, al principio del programa, a la mitad y al final las familias se someten a cuestionarios que permiten conocer mejor el punto de partida y la evolución de la relación de los miembros de la familia con las frutas y verduras, y que les permiten recibir otros diez euros en cheques canjeables por verdura por cada entrevista.
Dicho esto, no es del todo cierto dar por hecho que las frutas y las verduras son más caras que la alimentación industrial.
Se han hecho cálculos que demuestran que alimentarse de repollo, apio, puerro, zanahoria, cebolla, nabo y judías es menos caro que los platos preparados y la comida basura.
Si no está convencido, aquí tiene ocho consejos para comer verduras sin arruinarse, aunque no tenga la suerte de contar con una huerta:
Fuentes:
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Muy interesante de Acuerdo contigo; hay que crear hábitos alimenticios en los niños desde pequeñísimos. Mi hijo de 2 años se comía los dientes de ajo crudo y le gustaban. Solo en la adolescencia algunas cosas ya no le gustaban, pero ahora que es adulto retomo lo aprendido de pequeño
Primero el consumo de carne es una tendencia del organismo hacia lo más nutritivo y si el nivel de prótidos y grasas [más necesarias en otros tiempos] es muy alto ,así como de toxinas claro, por generaciones su grado alto de dificultad para obtenerla, la hacía más apetente, y eso con otras cosas la estableció culturalmente. Otras como las frituras rápidas calientes saladas y grasas se posicionan así como los dulces.
Ante esa gama ,las verduras les es más difícil sobre todo ante paladares muchas veces un tanto atrofiados, desensibilizados, pero no solo las verduras los maravillosos hongos, da mucho trabajo ir introduciéndolos en las dietas.
La lucha contra un Marketing poderoso y por años no es fácil pero será. Los hábitos van cambiando y creo que el tiempo e importancia quedamos a la parte social de la mesa va pasando. GRACIAS
Muy, muy interesante. Desde pequeña en mi casa se comieron verduras. Con 7 años nos trasladamos a Asturias (no diré el pueblo, que hoy es casi una ciudad…) 1941. Allí mi madre no encontraba «acelgas» por ninguna parte. Comentó con la lechera que le gustaría encontrarlas… se las daban al ganado…. En poquísimo tiempo, había acelgas en… Avilés
La idea es muy buena y funcionara. Los franceses son firmes y orgullosos (omito lo de patriotas) de sus proyectos.
No habrá mercado negro, porque no habrá compradores. Aquí no habría evasión y corrupción de capitales públicos, sin la necesaria colaboración de los honrados bancarios.
También es preocupante la poca formación y capacidad que tienen los padres para educar a sus hijos (no hablo del botellón, sino la de madres y padres que no saben cocinar.) En Francis hay alguna población donde los jubilados cuidan los jardines públicos, aquí todavía la gente se lleva la plantita a casa, cuando reponen algún conjunto floral.
Como decía Reverte, el problema ya no son los políticos, el problema es la gente, y los políticos es una muestra de este gente.
En este foro, aparecen pronósticos innecesarios dudando del éxito de una iniciativa que no nos concierne porque no es extrapolable.