Mucha gente desconoce qué es y cómo funciona la homeopatía. Y más todavía en una época en que buena parte de la medicina convencional se dedica a hacer bromas sobre ella y a vilipendiarla. Pues bien, aquí explicamos de forma clara y sencilla qué es, cómo funciona y por qué cada vez más gente la utiliza con tanto éxito.
Este es el mensaje que me encontré el otro día en el buzón de correo electrónico, respondiendo a un texto con las 5 mejores soluciones homeopáticas contra la acidez estomacal (si se lo perdió y le interesa, aquí puede leerlo).
Soy consciente de que mucha gente aún desconoce qué es y cómo funciona la homeopatía. Y más todavía en una época en que buena parte de la medicina convencional se dedica a hacer bromas sobre ella y a vilipendiarla.
Sin embargo, la realidad es que la homeopatía es una terapia cada vez más demandada. Hasta tal punto, de hecho, que 1 de cada 3 españoles (33%) ya la han utilizado en alguna ocasión para aliviar o tratar distintos problemas de salud y un 27% lo hace de forma recurrente. (1)
La mayoría de las farmacias dispensan con absoluta normalidad medicamentos homeopáticos, como no podía ser menos.
Así que, ¿de verdad es posible que tantas y tantas personas que utilizan esta medicina en nuestro país y en otros puedan estar equivocadas?
El médico alemán Samuel Hahnemann (1755-1843) fue el “padre” de la homeopatía.
“La corteza de quina actúa debido al efecto fortificante que ejerce sobre el estómago”, leyó un día con estupefacción mientras traducía el Tratado de materia médica del escocés Dr. Cullen.
El motivo de su sorpresa era que él mismo había tomado quina durante unas fiebres y no había notado para nada lo mismo. Lejos de fortalecerle su estómago, la corteza le había ocasionado fuertes quemaduras. ¿Se equivocaba entonces Cullen?
Para llegar a una concusión clara, Hahnemann decidió experimentar consigo mismo tomando mañana y tarde un poco de polvo de esa planta. Apuntó con esmero todas y cada una de sus reacciones y síntomas: enfriamiento de las extremidades, profundo cansancio, angustia, temblores, y, sobre todo, una sed intensa y la sensación de un calor interior abrasador que evolucionaba por ciclos.
Los picos duraban de 2 a 3 horas, recomenzando cuando repetía la dosis.
Lo que la quina provocaba en Hahnemann, en buen estado de salud, era una fiebre intermitente parecida a las fiebres del paludismo, contra las cuales precisamente se utilizaba con éxito.
Se quedó aturdido por esta coincidencia.
Sin embargo, enseguida volvió a sus lecturas y redescubrió la “ley de la similitud” formulada por Hipócrates 22 siglos antes. “Similia similibus curantur”, rezaba una de las anotaciones del griego. Es decir: “lo similar cura lo similar”.
¿Estaba ahí la explicación?
Hahnemann continuó con su autoexperimentación a través de otras sustancias e incluso llegó a probarlas con miembros de su familia y de su entorno cercano.
Y así fue como confirmó su hipótesis, lo que a su vez dio pie a la creación de un sistema terapéutico basado en la ley de los semejantes. Es decir, que se confirmaba que una sustancia que provoca síntomas en una persona sana puede curar a un enfermo que presente esos mismos síntomas.
Ahora bien, Hahnemann tampoco tardó en darse cuenta de que, en dosis elevadas, esa misma sustancia podía provocar un empeoramiento temporal de la enfermedad y/o la aparición de ciertos efectos secundarios más o menos graves.
A raíz de eso pasó a diluir los principios activos para atenuar sus efectos, naciendo en ese momento de forma efectiva lo que hoy denominamos “homeopatía” (término que proviene del griego “homeo”, semejante, y “pathos”, sufrimiento o enfermedad).
Hahnemann publicó la primera edición de su Organón de la Medicina, obra de referencia en el campo de la homeopatía en todo el mundo (aún hoy sigue considerándose un manual básico en el estudio de esta disciplina). En ella explica sus grandes principios: la similitud y la dilución infinitesimal, la globalidad, la individualización y, por último, la fuerza vital.
Para entender mejor en qué consiste cada uno, veamos cómo son utilizados en la práctica por los homeópatas actuales.
El principio básico de la similitud es lo que explica que toda sustancia susceptible de provocar, en un individuo sano, una serie de síntomas, sea capaz de curar a un enfermo cuando presenta esos mismos síntomas.
Cojamos como ejemplo la picadura de una abeja. Esta provocará una reacción de enrojecimiento, hinchazón y sensación de ardor que se puede calmar con la aplicación de algo frío.
Pues bien, precisamente por ello cuando un paciente presenta una reacción similar, como un brote de urticaria o una inflamación articular, la homeopatía le prescribirá justamente una preparación homeopática de Apis mellifica.
Este remedio homeopático se obtiene a partir de la abeja obrera europea, productora de miel, para obtener una tintura madre.
Otro ejemplo: si bebe demasiado café o es especialmente sensible a este, tendrá palpitaciones, insomnio con hiperideación (sobreexcitación mental) y agitación.
Ese es el motivo por el que un paciente que presenta este tipo de problemas de sueño mejorará con gránulos homeopáticos de la solución denominada Coffea cruda, preparados a partir de una disolución de semilla verde de café.
¿Un último ejemplo? Todo el mundo sabe que cortar cebolla provoca a la mayoría de la gente secreciones de nariz y ojos, incluso estornudos. De ahí, entonces, que algunos catarros se curen desde la medicina homeopática con Allium cepa, un remedio proveniente de esta hortaliza.
Ahora bien, la clave de todo esto se explica también por el carácter infinitesimal de las dosis que contienen los medicamentos homeopáticos.
Es decir, que para actuar en el plano sutil de la energía vital -sobre este principio hablaremos más adelante- evitando además los efectos tóxicos, las preparaciones homeopáticas son sistemáticamente diluidas y “dinamizadas”. Esto es algo que también conté en el e-mail anterior, ejemplificándolo además con la experiencia del propio Samuel Hahnemann, “padre” de la homeopatía.
Pero además de reducida a una muy baja cantidad, la sustancia activa es tratada expresamente en cada etapa de la dilución para rebajar su potencial efecto negativo a través de la dinamización (es decir, de agitarlo 100 veces).
En concreto, en la escala definida por el propio Hahnemann, también conocida como “diluciones centesimales de Hahnemann” o “CH”, se parte de la sustancia básica, llamada tintura madre (o polvo, en el caso de minerales) y se diluye a su centésima parte (1 sobre 100) en una mezcla de agua y alcohol.
Esa dilución será entonces de 1CH.
Después, se diluye de nuevo 1 parte de la preparación de 1CH en 99 partes de solución, pasando a ser la dilución entonces de 2CH (o sea, a 1:10.000).
Y la dilución puede seguir su curso una, dos, tres veces… Y además entre cada dilución se registran 100 sacudidas que suponen la “dinamización”.
Como digo, solo así se garantiza que, además de efectivo, el medicamento sea 100% seguro.
Un médico homeópata nunca prescribe una solución o tratamiento basándose únicamente en un síntoma aislado, sino que busca el remedio que cubra el conjunto o, en su defecto, el máximo de síntomas del paciente -ya sean físicos o psíquicos, objetivos o más bien subjetivos, como por ejemplo las sensaciones-.
Esto es a lo que responde el principio de globalidad: a ese objetivo de atender al conjunto de síntomas provocados por un mismo problema (lo que en jerga médica se denomina “patogénesis”).
Ahora bien, no solo tienen en cuenta los síntomas correspondientes a la enfermedad en concreto, sino también los que presenta un paciente en particular.
Es decir, que el diagnóstico “clásico” -llamado “nosológico”- no es suficiente para un médico homeópata a la hora establecer un tratamiento.
Por el contrario, tiene en cuenta todas las circunstancias particulares de la persona: desde su forma de ser, su emotividad, sus antecedentes de salud…
Y es que una situación personal, concreta y diferente a cualquier otra necesita una solución médica que también lo sea, adecuada perfectamente a ese caso específico.
Esto es lo que se conoce como “principio de individualidad” de la homeopatía. Y por cierto sería la clave de su excepcional eficacia, de acuerdo con muchos expertos.
Pero también es la razón por la que un médico homeópata busca ante todo síntomas raros, poco habituales y característicos de una reacción personal del paciente, lo que puede extrañar a una persona que visita por primera vez una consulta homeopática.
Todo el arte de la homeopatía consiste, en realidad, en reunir un máximo de información a través del examen e interrogatorio, antes de seleccionar, entre la multitud de síntomas recogidos, los síntomas homeopáticos correctos y darles repuesta con las soluciones asociadas a ellas.
Pero aún queda un último principio básico que abordar:
Una de las críticas más mordaces y recurrentes que recibe la homeopatía alega que el proceso de dilución al que son sometidos los principios activos los deja prácticamente ineficaces.
Desde luego, esto es algo que desmienten los casos de éxito de millones de personas que en todo el mundo recurren a esta medicina para solucionar sus problemas de salud.
Pero es que incluso el propio Dr. Hahnemann, “padre” de la homeopatía, se adelantó en sus explicaciones a estas diatribas.
Resulta que el principio de fuerza vital (también denominado “dynamis”) es precisamente lo que explica que los remedios homeopáticos funcionen.
En su tratado Organón Hahnemann escribió: “Cuando el hombre se pone enfermo, la energía vital inmaterial (o ‘principio de vida’) está desafinada y se manifiesta por síntomas mórbidos -únicas manifestaciones accesibles para los sentidos del observador-”.
Es decir, que los síntomas del enfermo son, a su entender, simples reflejos de la perturbación de la energía vital, pero inmateriales e inaccesibles para nosotros. De ahí que solo una sustancia diluida y dinamizada sea capaz de actuar a nivel inmaterial sobre la fuerza vital del enfermo.
¿Complejo de entender? Puede. Pero desde luego también resulta de lo más fascinante el hecho de que hace siglos se comprendiese la complejidad del ser humano de una forma mucho más atinada que la que hoy todavía muchos alcanzan.
P.D.: He de reconocer (¡y agradecer!) que para el texto de hoy y el del otro día me he valido de las fabulosas enseñanzas que el Dr. Frédéric Rérolle, médico homeópata y eminencia en la materia a nivel europeo, comparte mes a mes en Salud AlterNatura. Con frecuencia esta publicación mensual dedica un apartado específico a la homeopatía, una eficaz medicina respetuosa con el organismo y que aporta soluciones adaptadas a cada caso concreto y frente a todo tipo de dolencias. Aquí puede conocer un poco más sobre Salud AlterNatura y, si lo de desea, suscribirse recibiendo un gran regalo de bienvenida.
1. Gualberto Díaz Sáez, Gemma Moreno Sánchezb y Sylvaine Balmy. “Estudio sobre conocimiento y uso de homeopatía en España”. Rev Med Homeopat. 2012;5(3):113-11.
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No me explico cómo un científico puede decir que la homeopatía cura (salvo un efecto placebo) y puede ser muy perjudicial si realmente sustituye a una medicina que se ha probado efectiva. Distinto es, y ustedes lo confunden y lo entremezclan, la curación por el efecto de determinadas plantas medicinales, de hecho muchísimas medicinas proceden precisamente de plantas. En resumen, por favor no engañen la homeopatía es un engañabobos y un timo.