El glaucoma es la segunda causa de ceguera entre los mayores de 60 años, después de las cataratas. Además, los primeros síntomas aparecen cuando la enfermedad ya se encuentra en estadios avanzados, lo que dificulta el tratamiento y que el paciente pueda recuperar la vista. De ahí que la detección precoz sea fundamental para prevenir este trágico desenlace.
¡Y llegan buenas noticias a este respecto! Porque las pruebas de diagnóstico más habituales eran la tonometría (mide la presión intraocular) y la tomografía de coherencia óptica (ayuda a determinar en qué etapa se encuentra esta afección ocular). Pero ahora se añade el estudio de la córnea, tras comprobarse que su espesor también ayuda en el diagnóstico del glaucoma.
Así lo ha determinado un amplio estudio, que comenzó en el año 2002, y que ha concluido que una córnea más fina aumenta el riesgo de glaucoma; sobre todo en pacientes con hipertensión ocular(1). Y las pruebas realizadas han confirmado su eficacia en ese diagnóstico precoz, evitando así la progresión de la enfermedad y posible ceguera del paciente.
1. Mahmoudinezhad, Golnoush, et al. “Association of Long-term Intraocular Pressure Variability and Rate of Ganglion Complex Thinning in Patients with Glaucoma”. American Journal of Ophthalmology.
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