Reducir el riesgo de complicaciones asociadas a un ictus, como deterioro cognitivo o demencia, a través del intestino. A priori parece que esto no tiene mucho sentido, pues se trata de dos órganos que de entrada parecería que no guardan relación. Sin embargo, en los últimos años la investigación científica ha demostrado que intestino y cerebro están intrínsecamente comunicados, hasta el punto de que se habla de un “eje intestino-cerebro”.
Pues bien, según un reciente estudio(1) esta comunicación hace que, cuando se produce un ictus, aumente la permeabilidad intestinal, lo que permite el paso de sustancias tóxicas al resto del cuerpo. Y a su vez eso conlleva una mayor inflamación de todo el organismo, así como el agravamiento de la lesión cerebral que se ha producido.
Pero la buena noticia es que el eje intestino-cerebro es bidireccional, por lo que a través del intestino se puede evitar el deterioro cognitivo y la demencia asociadas al ictus. ¿Cómo? De una manera muy concreta: reduciendo la permeabilidad intestinal por medio del trasplante de células madre epiteliales intestinales de donantes sanos a personas que habían sufrido un ictus.
Ya se han llevado a cabo las primeras pruebas de este proceso, con resultados positivos, lo que confirma la eficacia de este tratamiento. Eso sí, los responsables señalan que la clave de su éxito reside en la rapidez a la hora de aplicarlo una vez se ha producido el ictus.
1. Farida Sohrabji: “Texas A&M Translational and Experimental Stroke Research”. Facultad de Medicina de la Universidad de Texas A&M. 2022.
Artículos relacionados