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9 señales de que tiene déficit de yodo

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Un déficit de yodo puede tener graves consecuencias para la salud. Si presenta síntomas como fatiga, aumento de peso inexplicable, piel seca o caída del cabello, es posible que esté sufriendo esta carencia. Explicamos cómo afecta el déficit de yodo al organismo y por qué está volviendo a convertirse en un problema de salud pública, además de consejos para evitar su déficit.

Fatiga, aumento de peso inexplicable, piel seca y escamosa o caída del cabello. Estos síntomas podrían estar alertando de un déficit de yodo.

En el siglo XIX esta carencia, considerada un problema de salud pública, consiguió erradicarse con una medida de lo más sencilla. Sin embargo, ahora esta afección parece que regresa del pasado.

Siga leyendo y le cuento por qué.

Cómo afecta el déficit de yodo a su salud

Un déficit de yodo está directamente relacionado con el hipotiroidismo, que es como se define a la falta de actividad de la tiroides: glándula encargada de producir las hormonas tiroideas T3 y T4.

Y es que para producir esas hormonas, que intervienen en procesos metabólicos tan importantes como la producción de energía, la reparación de las células o el correcto crecimiento del niño, debe haber suficiente yodo en el organismo.

Los 9 síntomas principales que alertan de una carencia son:

  • Fatiga, debilidad y falta de energía, especialmente por la mañana.
  • Pérdida de cabello.
  • Piel seca y escamosa, además de poca sudoración.
  • Aumento repentino de peso, sin explicación aparente.
  • Mayor sensibilidad al frío, sobre todo al despertar.
  • Ritmo cardíaco lento.
  • Períodos abundantes e irregulares (en el caso de las mujeres).
  • Problemas de aprendizaje y de memoria.
  • Formación del bocio, que no es otra cosa que la glándula tiroides agrandada, en ocasiones de manera desmesurada.

Este último síntoma, el más visible, es el que aparece en los casos más extremos, cuando el déficit de yodo es crónico, lo que suele darse en la población de regiones montañosas.

De hecho, al principio el hipotiroidismo se conocía como “cretinismo de los Alpes” precisamente porque afectaba a la gente de esas poblaciones (cretinismo era un término despectivo porque, además del bocio, el síntoma más visible de los afectados era un importante deterioro cognitivo).

¿Por qué estas regiones eran las más afectadas? Pues por la sencilla razón de que el yodo se encuentra de forma natural en el agua de mar.

Por ello en las zonas alejadas del mar, como ocurre con las montañas, apenas se tiene acceso a las principales fuentes alimentarias de ese elemento: almejas y berberechos (aportan 120 mcg por cada 100 g), crustáceos (langostinos, gambas y cigalas ofrecen 90 mcg/100 g) y pescados del mar como el mero (52 mcg/100 mg).

Atención a la cantidad mínima recomendada

La cantidad diaria recomendada (CDR) de yodo es de tan solo 150 mcg/día, que aumenta hasta los 220 mcg/día para las mujeres embarazadas y a los 290 mcg/día si están en período de lactancia. Estas mayores necesidades de la mujer se deben a que en esas épocas la madre debe obtener también suficiente yodo para el bebé y que este no sufra retrasos en su crecimiento, ya sea físico o mental.

Como ve, se trata de cantidades muy bajas. Aun así, a finales del siglo XIX apenas se alcanzaban entre la población de las regiones montañosas.

Pero en cuanto se descubrió que el hipotiroidismo se debía a una falta de yodo (ocurrió en 1920), se llevó a cabo un plan de lo más efectivo: añadir yodo a la sal.

Gracias a esta sal yodada, disponible desde entonces en cualquier supermercado del mundo, se consiguió acabar con el problema; incluso en zonas montañosas como Los Alpes.

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¿…O tal vez no?

Lo cierto es que la carencia de yodo vuelve a preocupar a las Autoridades Sanitarias. De hecho, hace años que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que la prevalencia de bocio en Europa, continente donde toda la población tiene acceso a la sal yodada, era de un 15%. (1)

En Suiza, por ejemplo, se estima que en la actualidad 1 de cada 6 mujeres sufre carencia de yodo. Y ojo porque España es uno de los países más afectados por este déficit, como han alertado diversos estudios. (2) (3)

¿Qué hacer en caso de hipotiroidismo?

Son varias las causas que estarían detrás de la vuelta de esta afección, en teoría erradicada.

Una de ellas es que algunas personas que quieren reducir el consumo de sal para evitar problemas cardíacos directamente optan por no consumir nada de sal. Pero, como suele ocurrir, ningún extremo es bueno.

Además, hay que tener en cuenta que el organismo no absorbe todo el yodo que llega a través de la alimentación, por lo que en ocasiones la sal yodada no bastaría para alcanzar la CDR. (4)

Y si a eso añadimos que muchas personas siguen una dieta escasa en lo que a productos del mar se refiere, tendrán más riesgo de sufrir un déficit.

Por ello, si experimenta alguno de los 9 síntomas que alertan de hipotiroidismo, es aconsejable que solicite a su médico un análisis de sangre. Y si el nivel de yodo es inferior a 10 mcg/dl, convendría aumentar su aporte.

Por ejemplo, puede acudir a otras fuentes alimentarias como acelgas, judías verdes, piña, champiñones… Aunque es cierto que estos productos aportan menos yodo que los crustáceos, de en torno a unos 30 mcg/100 g de media, también podemos encontrarnos con sorpresas como la del ajo, que tiene 94 mcg de yodo por cada 100 g.

Y en caso necesario, si con la alimentación no se alcanzan las cantidades necesarias, siempre puede apostar por los complementos nutricionales.

Por último, en caso de hipotiroidismo también es esencial evitar los denominados “alimentos bociógenos”, ya que dificultan la asimilación del yodo por parte del organismo (descubra aquí cuáles son y por qué tienen este efecto).

Fuentes

  1. Patrick L.: “Iodine: deficiency and therapeutic considerations”. Med. Rev. 2008.
  2. Assessment of Iodine Deficiency Disorders and Monitiring their elimination. A guide for managers. WHO/NHD/01.1. 2001.
  3. Díaz-Cadórniga FJ, Delgado Álvarez E.: “Déficit de yodo en España: situación actual”. Endocrinol Nutr. 2004.
  4. AFSSA: “Évaluation de l’impact nutritionnel de l’introduction de composés iodés dans les produits agro-alimentaires”. 2005.

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