El Medical News Today, uno de los diarios sobre medicina convencional más destacados de Estados Unidos, publicó un artículo con el título “El tratamiento por insulina contra la diabetes tipo 2 podría ser más nocivo que beneficioso”. (1)
Según el profesor John S. Yudkin, coautor de un nuevo estudio publicado en el Journal of the American Medical Association (JAMA): (2)
“En muchos casos, el tratamiento con insulina podría ser inútil para mejorar la esperanza y la calidad de vida de las personas. Si pensamos que la terapia con insulina reduce la calidad de vida en más de un 3 ó un 4 %, esto supera cualquier beneficio potencial del tratamiento en prácticamente cualquier paciente con diabetes tipo 2 y con más de 50 años”.
Esta forma de hablar es poco clara.
“Reducir la calidad de vida entre un 3 y un 4 %” no quiere decir nada concreto en nuestro idioma (ni siquiera en inglés, el idioma en el que está escrito el texto original).
Pero el mensaje que trasmite sí está claro: si la terapia con insulina le produce algunas molestias, éstas no se van a ver compensadas con un aumento de su esperanza de vida de un modo que valga la pena.
Y este estudio se ha publicado en el JAMA, ni más ni menos que la más oficial de las revistas científicas de la medicina convencional.
Los autores de dicho estudio calculan que un paciente que comience a tratarse con 75 años se beneficiará tan sólo de tres semanas de vida más, lo que nos hace plantearnos la cuestión de si vale la pena tomar píldoras o ponerse inyecciones todos los días durante diez o quince años y soportar todos los efectos indeseados del tratamiento por tan poca cosa.
No se atreven a responder a esta pregunta abiertamente (por miedo a que les caiga encima una lluvia de desaprobaciones), pero nosotros lo vamos a hacer por ellos: evidentemente no vale la pena, ni las molestias, ni por los riesgos.
Por el contrario, estos mismos autores explican que una persona enferma de diabetes tipo 2 que comience una insulinoterapia con 45 años de edad y reduzca su tasa de hemoglobina A1c un 1 % podría ganar diez meses de vida, tras décadas inyectándose. En este caso, según ellos mismos, valdría la pena seguir el tratamiento, pero sería el paciente el que tendría que valorarlo.
Según todos los indicios, las cosas están cambiando.
Aún no es posible encontrar ningún artículo donde se diga que la insulina es totalmente ineficaz y perjudicial para los diabéticos tipo 2. Durante unos años más, se seguirá diciendo que el tratamiento es imprescindible.
Y sin duda lo es en determinados casos extremos. Sin embargo, para la mayoría de los enfermos, como siempre hemos mantenido en Tener S@lud, tratar la diabetes tipo 2 con insulina es como tratar a un alcohólico con whisky.
Una frase que puede resultar dura, pero quién sabe si no la enseñarán en las facultades de medicina dentro de 25 años, o estará escrita en el Vademécum, que es la enciclopedia oficial de los medicamentos, ¡o grabada en la puerta de los consultorios médicos!
Un viejo amigo que durante muchos años ejerció la medicina me explicó que en otro tiempo les enseñaban en la facultad que no hacía falta dar insulina a los diabéticos tipo 2.
En los últimos años de su larga carrera profesional, hacia mediados de los años 2000, recuerda haber visto, para gran sorpresa suya, cómo algunos “diabetólogos” prescribían insulina a diabéticos tipo 2. Nunca antes había visto nada parecido.
Dedujo en aquel entonces que la medicina había logrado un nuevo “avance” en ese aspecto; pensó que sin duda se había descubierto que este tratamiento, desaconsejado en otro tiempo, era útil.
Pero me confesó, no obstante, que se preguntaba si esta nueva recomendación no habría surgido de la industria farmacéutica, a la que le interesa por encima de todo que se prescriban a los pacientes tratamientos a largo plazo, a pesar incluso de no reportar ningún bien.
Y cuando le hablé de este nuevo estudio del JAMA en el que se indicaba que este remedio producía sólo ese beneficio a la larga, no le sorprenderá saber que… no le sorprendió en absoluto.
Durante las décadas en las que ejerció la medicina, tuvo ocasión de ver otros medicamentos “milagro” que a la larga resultaban ser peligrosos para los enfermos.
La incidencia de la diabetes está aumentando por todas partes y es uno de los problemas sanitarios más graves de nuestro tiempo. La diabetes de tipo 2, incluso en ausencia de síntomas, conlleva lesiones en múltiples tejidos, con daños especialmente sensibles en los pequeños vasos de la retina, los riñones y los nervios periféricos. Por ello, la diabetes es una de las principales causas de ceguera, amputaciones y enfermedad renal terminal. Además, trae consigo un importante riesgo de enfermedades cardiovasculares (ECV), tanto por sí misma como por su asociación a otros factores de riesgo.
En España la situación pronto estará fuera de control. La prevalencia total de diabetes mellitas tipo 2 es del 13,8%, es decir, que cerca de 6,5 millones de españoles sufren diabetes. (3)
Si la situación es más que inquietante en España, es decididamente explosiva en Estados Unidos, donde se calcula que un estadounidense de cada tres, actualmente con buen estado de salud, acabará siendo diabético. Y en ese mismo camino estamos. ¿Quiénes son los responsables? El pan, las pastas, los cereales y las patatas tienen gran culpa de la epidemia de diabetes. En otras palabras: muchos glúcidos y muy pocas grasas. En parte se debe a este error que el planeta se esté volviendo diabético.
Para la mayoría de la gente, el desayuno se compone de pan blanco o bollería, cereales, mermelada y mantequilla para untar en el pan y zumo. Los tentempiés se hacen con galletas, pasteles, tortas de arroz inflado, barritas de cereales, chocolate con leche o negro y productos fritos envasados. En la comida y en la cena también se come pan, y por supuesto pastas, arroz, pizzas, a veces sándwiches, patatas preparadas en todas las formas posibles.
Muchos especialistas siguen creyendo que alimentos como el pan o las patatas son azúcares “lentos” que liberan gradualmente su energía. Nada más lejos de la realidad. Estos alimentos poseen en general una carga glucémica elevada, es decir, liberan una cantidad importante de glucosa (azúcar puro) en la sangre en un lapso de tiempo corto.
En total, más de la mitad de las calorías de un régimen alimenticio habitual la aportan alimentos que son todo menos azúcares “lentos”. Todos estos alimentos nos inundan de glucosa. Para transportar dentro de las células este azúcar en sangre anormalmente alto, el páncreas segrega insulina en una cantidad proporcionalmente acorde con los niveles de azúcar en sangre; es decir, se incrementa notablemente la secreción de esta hormona, con lo que se hace trabajar excesivamente al páncreas hasta agotarlo, lo que conduce a la diabetes.
Si usted sigue una dieta de este tipo durante treinta o cuarenta años y además hace una vida sedentaria (lo que le ocurre a la mayor parte de la población), el sistema acaba por agotarse, simplemente porque no estamos equipados genéticamente para hacer frente a este exceso de azúcar en sangre. Las células acaban haciéndose resistentes a las instrucciones de la insulina. El páncreas reacciona produciendo aún más insulina para hacer pasar el azúcar a las células. Finalmente acaba por agotarse y deja de producir suficiente insulina. El azúcar en sangre se mantiene alto de forma persistente: es la diabetes. Diez años después del inicio de la diabetes, la mitad de los enfermos tienen necesidad de seguir un tratamiento con insulina.
Al ritmo actual, la enfermedad va a afectar a cada vez más personas, incluidos niños y adolescentes. En la diabetes, el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiaca se multiplica por 2,2, el de fallecimiento por accidente cerebrovascular por 1,7, el de insuficiencia hepática por 1,2, el de septicemia por 1,5 y el de cáncer por 1,3.
La buena noticia es que en la mayoría de los casos usted va a poder recuperar la salud y evitar las graves consecuencias de la diabetes. En efecto, aunque se pensaba que la diabetes de tipo 2 era irreversible, varios estudios recientes han demostrado que se puede curar cambiando de régimen alimenticio. ¿Cómo?
Los tres consejos anteriores son el a-b-c que debe seguir una persona diabética que quiera actuar con eficacia y contundencia frente a la enfermedad. Pero por supuesto que hay más cosas concretas que pueden hacerse. Porque el objetivo es poder controlar la diabetes únicamente a través de la dieta, e incluso curarla simplemente cambiando de régimen alimenticio.
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Fuentes:
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Me parece muy irresponsable escribir este tipo de artículos que carecen de un verdadero apoyo científico.
Estoy a sus órdenes para cualquier debate.
Me hicieron unos análisis y me salió 109 de azúcar me dijeron que tenía que tomar metformina, y cuando empecé a tomarla me dieron unos calambres en los pies, en las piernas y en las manos y un dolor de estómago. Estaba perdida, pero leí otra vez el prospecto y claro era de la medicina para el azúcar.
Deje de tomarla y estoy de maravilla, llevo una alimentación sana y ya no tengo azúcar, de los médicos cada día me fio menos.
Un saludo.
Felicitaciones por su trabajo.
Mi sugerencia de mejora para sus textos es prestar atención a las referencias bibliográficas, que a menudo aparecen incompletas, lo cual dificulta su búsqueda.
Gracias. Un saludo.