Se alaba a España y a otros países de nuestro entorno geográfico como paraíso de la dieta mediterránea pero… ¿de verdad se puede denominar así la dieta que seguimos hoy en día?
Comidas preparadas, profusión de alimentos industriales, prisas en la cocina y locales de comida rápida por doquier no parecen responder al alabado patrón de dieta mediterránea.
Y de hecho, un informe que acaba de publicar la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) analiza el impacto de los cambios del estilo de vida y de la globalización en la dieta mediterránea, una dieta que hasta ahora era “modélica” para el resto del mundo. (1)
Hasta tal punto es (o quizá ya haya que decir “era”) una dieta ideal, tanto en términos dietéticos como por la sostenibilidad que representa para el medio ambiente, que en 2010 fue declarada por la Unesco “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”.
Más o menos todo el mundo sabe cuáles son los “ingredientes” de la dieta mediterránea: básicamente un alto consumo de vegetales (frutas, verduras, legumbres y frutos secos), un consumo moderado de carne y pescado (y dentro de éstos, un consumo preferente de pescado azul), de cereales (sobre todo trigo), aceite de oliva, vinagre, utilización de condimentos y especias, ajo y cebolla, y una copa de vino con las comidas. Este patrón de alimentación, característico de países como España, Portugal, Francia, Italia, Grecia y Malta, se asocia a una vida larga y saludable, a una menor incidencia de enfermedades cardiovasculares, a menor riesgo de deterioro cognitivo y menores tasas de sobrepeso, así como a un menor índice de obesidad abdominal (un indicador del riesgo de diabetes, hipertensión, infarto y accidente cerebrovascular). Incluso a un menor riesgo en la incidencia y mortalidad por cáncer, a sufrir enfermedades pulmonares, asma y alergias y a beneficios a la hora de conservar la masa ósea.
Pero la dieta mediterránea no es sólo lo que comemos, sino que abarca todo el proceso que conduce a los alimentos desde la tierra y el mar a la mesa. Como declaró la Unesco: “es una filosofía de vida basada en una forma de alimentarnos, de cocinar los alimentos, de compartirlos, de disfrutar de nuestro entorno y nuestro paisaje, de vivir y de relacionarnos con el medio”. Y es que los mediterráneos no nos sentamos a la mesa sólo para comer, sino “para comer juntos y disfrutar de la compañía de amigos y familia”.
Los beneficios de la dieta mediterránea (y los perjuicios de su abandono) no se limitan a la salud de sus gentes, sino que tienen un enorme impacto en el medioambiente y en las economías locales. Y es que debido a que se basa en gran parte en las hortalizas, tiene un escaso impacto en el medioambiente y requiere menos recursos que la producción animal. Por ello es sostenible y ha sido históricamente compatible con las economías locales.
El gran reto de los sistemas de alimentación es proporcionar a las poblaciones suficientes alimentos en cantidad y calidad, a la vez que se preservan los ecosistemas. Hay evidencias claras del coste que supone la dieta de una población en el medioambiente, en la economía y en la salud de esa población. La sostenibilidad, el consumo de agua, los alimentos y las dietas están íntimamente conectados. Y la dieta mediterránea -hasta ahora- era un ejemplo de cómo funcionaba a la perfección ese engranaje.
Pero curiosamente, sólo cinco años después de que la dieta mediterránea fuera reconocida por un organismo internacional como algo digno de alabanza, otro organismo internacional ha tenido que alertar del riesgo de su desaparición.
“La globalización, la comercialización de alimentos y los cambios en los estilos de vida están alterando los patrones de consumo en el Mediterráneo”, asegura la FAO en su informe.
El turismo, el desarrollo urbano, el agotamiento de los recursos naturales y la pérdida de los conocimientos tradicionales están acabando con la riqueza dietética y medioambiental del Mediterráneo. Cada vez llegan más productos de fuera de la región, los paisajes locales se han transformado en monocultivos no nativos mejorados (actualmente sólo se produce un 10% de las variedades de cultivos tradicionales) y también ha disminuido el número de razas de animales en todo el Mediterráneo.
Ya en el año 2012, expertos del Centro Internacional de Altos Estudios Gastronómicos Mediterráneos -CIHEAM- (coautores del informe de la FAO) celebraron un seminario internacional cuyas conclusiones no podían ser más alarmantes respecto a la evolución de los sistemas alimentarios en los países mediterráneos:
Cada uno de nosotros tenemos responsabilidad en este asunto. Si dejamos de comer en familia, de disfrutar de conversaciones alrededor de la mesa descubriendo a nuestros hijos sabores naturales, buenos alimentos y condimentos naturales, y lo sustituimos por una visita al restaurante de comida rápida de turno, ¿qué herencia dietética y cultural les estamos dejando? Estamos creando una generación de niños con sobrepeso cuyo máximo placer gastronómico es ir al McDonald´s e incapaces de comer si no embadurnan la comida de ketchup.
Y estamos contribuyendo, a una pequeña escala que se agiganta si sumamos la de toda la población, a acabar con la riqueza medioambiental y la sostenibilidad de todas nuestras regiones. Porque detrás de cada una de nuestras decisiones de consumo hay muchas implicaciones. Cuando cogemos el carro y lo vamos arrastrando por el supermercado llenándolo con los productos que vemos en los estantes, estamos haciendo mucho más que la compra. Por supuesto, estamos implicando a nuestra salud en esas decisiones, pero también estamos dejando una huella en el medioambiente y en las economías de los productores de nuestras regiones.
El verano es un magnífico momento para recuperar la dieta mediterránea, utilizando alimentos frescos de temporada que además exigen preparaciones más sencillas, acordes al buen tiempo. Y también para recuperar las comidas en familia y con amigos y el placer de la charla en torno a la mesa.
¿Procura usted seguir la dieta mediterranea que tantos beneficios aporta a nuestro organismo? Le animamos a compartir su experiencia con el resto de lectores de www.saludnutricionbienestar.com haciendo un comentario un poco más abajo.
Fuentes:
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Está claro que como se come en España en ningún sitio.
Debido a la crisis me tuve que marchar del país al extranjero. ¡Ahora sí que echo de menos la dieta mediterránea! También hay que reconocer que vivimos con muchas y prisas y, eso a veces, hace que estemos cansados y comamos comida rápida. Pero si lleváramos una dieta equilibrada estaríamos mucho mas energéticos y sanos. La fruta y la verdura de temporada en España es bastante económica. Donde vivo ahora 3 tomates cuestan casi cuatro dólares, un paquete de pavo 5 dólares y pico, ¡de locos!
La FAO es una mafia, y no critico que la esencia del informe es razonable, aunque toda organización dependiente de la ONU es de mirar con lupa. Lo que está claro es que nos están envenenando y la FAO es complice de ello. Yo sugiero una dieta vegana, eso sería el mayor daño a las industrias más dañinas del planeta, la carne y la leche.
Me extraña que la FAO se calle el daño que está haciendo la política «cerealista” y en especial el trigo transgénico. Cada vez hay más adultos Celíacos, sin venir a cuento. Y desde que se impuso la idea de que desayunar cereales es «saludable» la obesidad se ha disparado…..Ay, los silencios de la FAO…
Sí AGONIZA, primero por la invasión brutal de la comida basura que ha pasado, y se hubiese podido evitar en parte por muchos. Los gobiernos han podido incluir en la educación una asignatura llámese Nutrición, obligatoria en primaria y secundaria para estudiar los alimentos y las grasas, aditivos y otros, incidiendo sobre el peligro del consumo, sin tecnicismos, de forma fácil y alarmante aunque exigiendo un aprobado en exámenes. También los padres no han querido mojarse en el tema, e incluso les gusta esa comida relamiéndose el ketchup con patatas fritas (19 aditivos químicos) y olvidan los bocadillos de su merienda tan sanos y sabrosos, desde jamón a chocolate; pero la bollería industrial es más fácil; y cenar juntos una sopa es de viejos y enfermos. Los médicos no hablan de alimentos y las medicinas son un negocio. Los móviles e internet son los juguetes y no se aprovecha su gran utilidad y ocupan mucho tiempo. El ejercicio físico es para unos pocos. No puedes ponerles una mano encima, el porro y otras drogas, la falta de respeto y educación, no hay diálogo entre ellos, sé visten de pena y etc etc etc …………. La lista sería interminable y no quiero seguir.