¿Conoce el término “nutricionismo? Se refiere a la creencia de que los alimentos son sólo la suma de los nutrientes que contienen; en otras palabras: que el valor nutricional de la comida es la suma de todos sus nutrientes individuales.
El nutricionismo es una de las trampas en las que caen muchos de los aficionados a la nutrición que, a fuerza de examinar con lupa los antioxidantes, aminoácidos, vitaminas y ácidos grasos presentes en los alimentos, y sus efectos para la salud, acaban olvidando que un alimento consumido en su totalidad tiene efectos concretos que van más allá de los componentes de cada una de las moléculas que albergan en su interior.
Los alimentos naturales en estado bruto no pueden separarse en moléculas perfectamente catalogadas, pues contienen sustancias (algunas de las cuales son conocidas y otras continúan siendo un misterio) que dependen de la forma en que se cultivan y que pueden tener efectos aún desconocidos para la salud. Además, las interacciones entre los nutrientes son un campo muy poco conocido, sobre todo porque dependen del momento en que comemos, con qué acompañamos los alimentos, el tipo de cocción que utilizamos, etc.
Así, las frutas no son meros contenedores de fructosa y agua, los frutos secos no son sólo cáscaras repletas de ácidos omega-6, y la miel no es una simple mezcla de fructosa y glucosa.
Muchas personas desconfían de la miel por su alto contenido en fructosa. Algunos nutricionistas llegan incluso a afirmar que no es mejor que el azúcar blanco (1).
Es cierto que alrededor de un 40 % del peso total de la miel se compone de fructosa.
La fructosa es un azúcar que se transforma fácilmente en grasa en el hígado. Se trata de un producto ampliamente utilizado en la industria agroalimentaria -que produce versiones de bajo coste a partir de maíz y de trigo (sirope de trigo)- y al que hoy en día atribuimos una gran responsabilidad en el aumento de la obesidad y la diabetes.
No obstante, consumir la fructosa añadida a alimentos industriales no es lo mismo que consumir miel con alto contenido en fructosa.
La miel es un auténtico alimento natural que ha acompañado al ser humano durante toda su existencia. Se ha ganado un sitio en nuestra mesa y merece que la conozcamos mejor.
Las abejas liban las flores para recolectar su néctar, un líquido rico en azúcar que almacenan en su interior y que transportan a la colmena. La miel se elabora dentro de la colmena en una actividad colectiva que consiste en tragar, digerir y regurgitar el néctar repetidamente, expulsándolo del tracto digestivo.
Tras varios ciclos de este tipo, el néctar se transforma en miel, que posteriormente se recalienta, gracias a la actividad de las abejas, para evaporar el exceso de agua. Su composición y sus propiedades nutritivas dependen del origen del néctar y, por lo tanto, de las flores próximas a la colmena.
La composición habitual de la miel es la siguiente:
Sobre la miel se han llevado a cabo más de 4.000 estudios científicos, que demuestran que tiene propiedades cicatrizantes y antibacterianas cuando se aplica sobre la piel. Actúa contra unos sesenta gérmenes y contra determinadas cepas de bacterias multirresistentes a los antibióticos. Resulta especialmente útil para combatir las infecciones por E. Coli, Staphyloccocus aureus, Helicobacter pylori y Salmonella.
Sus virtudes provendrían, en primer lugar, de su composición: por su acidez, impide que las bacterias se desarrollen; tanto es así que es capaz de atraer y absorber el agua que éstas necesitan para vivir. Contiene también peróxido de hidrógeno (antiséptico y antifúngico) y defensinas, unos péptidos capaces de inhibir el crecimiento de los gérmenes pero, sobre todo, flavonoides y numerosas enzimas que “digieren” los microorganismos, destruyéndolos.
La miel es, por tanto, una sustancia viva y sumamente activa, por lo que no es de extrañar que por sí sola sirva de remedio para un gran número de enfermedades en el ámbito de las infecciones otorrinolaringológicas, gastrointestinales y cutáneas.
Cuando usted come miel, seguramente es muy consciente de que se trata de un producto que tiene un contenido muy elevado de azúcares y calorías. Es normal que se pregunte si esto supone para usted un riesgo de aumento de peso o de incremento de las tasas de azúcar o de triglicéridos en sangre.
Se ha realizado un estudio al respecto en 48 personas diabéticas. Y seguro que le sorprenderá saber que aquellas que consumieron miel durante 8 semanas experimentaron pérdida de peso y un descenso de sus tasas de triglicéridos y de colesterol total.
Sin embargo, su tasa de HbA1c (hemoglobina glicosilada) había aumentado, lo que es malo. La tasa de hemoglobina glicosilada determina las concentraciones medias de glucosa en sangre en los últimos dos meses. Es una dato de mayor valor diagnóstico y pronóstico que el simple análisis de azúcar en ayunas (glucemia). Su valor normal se sitúa entre 5,5% y 6%. (2)
Otro estudio realizado en tres tipos de personas -sanas, diabéticas o con hiperlipidemia (exceso de grasa en la sangre) revela que la miel: (3)
La miel no procesada contiene abundantes antioxidantes que podrían tener grandes efectos beneficiosos para la salud. En términos generales, el consumo de antioxidantes en la dieta se asocia a un mejor estado de salud y a un menor riesgo de enfermedades. (4) (5)
Algunos estudios realizados en seres humanos revelan que la miel de acacia aumenta la tasa de antioxidantes en la sangre (6) (7).
Solemos sentirnos naturalmente atraídos por el color dorado de la miel, y tendemos a pensar que una miel clara o incluso blanca es mejor.
Sí es cierto, por ejemplo, que la miel de lavanda es muy clara y cremosa, y que además es exquisita.
Sin embargo, hay que tener en cuenta el contenido en antioxidantes de la miel. Asi, los antioxidantes pueden oscilar en una escala de 1 a 20. En general, las mieles más oscuras, como la miel de castaño, superan al resto en términos nutritivos.
Hoy en día, en Norteamérica, la miel de alforfón (o trigo sarraceno) canadiense es la más codiciada por sus propiedades terapéuticas. Es una miel marrón y densa, espesa y característica que desprende aromas y olores a madera y a tierra, a pesar de que su olor inicial es relativamente discreto.
Hace un tiempo recomendé en uno de los textos de Tener S@lud la miel de manuka por sus propiedades antibacterianas y cicatrizantes. Numerosos estudios, algunos de ellos clínicos, han demostrado que esta miel permite acortar el tiempo de cicatrización, reducir el número de recidivas, etc.
Sin embargo, el éxito comercial de la miel de manuka, producida en Nueva Zelanda, ha generado recelo en algunas asociaciones de apicultores de otros países. Hoy nos explican que, de haberse realizado estudios comparables sobre las mieles locales (de tomillo, romero, acacia, lavanda, etc.), los resultados sin duda habrían sido idénticos.
Problema: la inversión del gobierno neozelandés en estudios sobre la miel de manuka es directamente proporcional al escaso número de estudios comparables realizados sobre las mieles producidas por otros países.
En cualquier caso, sus argumentos parecen convincentes. Podría decirse que el precio de la miel de manuka se ha disparado de una forma exagerada, ¡y sus virtudes terapéuticas podrían ser incluso inferiores a las de otras mieles! (8)
¿Debe consumir miel? Le corresponde a usted decidirlo y, como en otras muchas cuestiones de nutrición, depende del tipo de miel, pues el índice glucémico de la miel puede ser de bajo a elevado en función de la miel de la que se trate. (9).
Pero sobre todo depende de usted. Si tiene buena salud, es una persona activa, y no tiene propensión a la diabetes, la miel le sentará bien siempre que la consuma con moderación (por ejemplo, en el desayuno).
Por el contrario, las personas con sobrepeso y con tendencia a consumir abundantes dulces y azúcares (pan, pasta, patatas y bollería) deberían evitar la miel. Pero si hay que elegir entre comer bombones o miel, mejor decidirse por una cucharada de este producto natural fabricado por las abejas.
Si va a hacer repostería, plantéese sustituir el azúcar por miel. Es una excelente alternativa que aportará un aroma complementario y más rico, una textura más fundente y una buena carga de antioxidantes.
La miel posee un alto contenido de fructosa pero, ¿conocía todos los beneficios que aporta a nuestra salud consumirla en pequeñas cantidades? Comparta su opinión con el resto de lectores de www.saludnutricionbienestar.com dejando un comentario un poco más abajo.
Fuentes:
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Conocía las muchas propiedades de la miel y la tomo de vez en cuando con moderación.
Para repostería la he utilizado alguna vez, a pesar de que imagino que la alta temperatura del horneado (galletas o bizcochos) debe menguar o destruir todos o muchos de sus componentes saludables.
En cuanto al artículo, hay alguna cuestión que no entiendo del todo.
Por ej. donde dice «También contiene peróxido de hidrógeno (agua oxigenada, extremadamente oxidante y antiséptica).», entiendo que oxidante se asocia a algo negativo y antioxidante es positivo, por lo que no sé si se trata de un error, o realmente es correcto.
Tampoco me acaba de quedar claro el resultado de los estudios con personas diabéticas: ¿mejoraron o no sus índices glucémicos?
Con esa explicación tan exhaustiva como científica me pierdo un poco.
Gracias por la aclaración si procede.
Tomo miel todos los días. A mis hijos también se la doy desde que eran muy pequeñitos, se lo echo en la leche. No sé si será la miel, pero apenas han tenido resfriados.