¿Se considera una persona empática?
Lo normal es que responda que “sí”, pues no deja de ser algo inherente al ser humano.
Como seres sociales que somos, la empatía nos ayuda a acercarnos a otras personas y potencia el sentimiento de solidaridad y de pertenencia a un grupo. Es, además, la mejor habilidad para solucionar conflictos, lo que nos permite avanzar como sociedad.
Por tanto, es de esperar que todos los integrantes de esa sociedad seamos empáticos en mayor o menor medida…
Sin embargo, cada vez somos menos empáticos.
Esta es una opinión cada vez más generalizada. Pero, además, ha sido cuantificada gracias a una extensa investigación en la que se han analizado los factores que promueven las relaciones sociales. (1)
Los responsables del estudio contaron con un grupo de estudiantes universitarios que realizaron, a lo largo de 30 años, el Test de Reactividad Interpersonal (IRI por sus siglas en inglés), donde se analizan aspectos como la empatía, la toma de perspectiva y la angustia personal.
Los resultados señalaron que a partir de la década de 1980 empezó a observarse un menor nivel de empatía, al tiempo que aumentaban sentimientos y actitudes más narcisistas. Además, ambos fenómenos se vieron especialmente pronunciados a partir del año 2000, fecha desde la que ha seguido disminuyendo la empatía.
Pero, ¿por qué ha ocurrido esto?
Se barajan varias hipótesis al respecto. Y la que cobra más fuerza se centra en los cambios culturales y sociales experimentados en los últimos años.
Así, la cada vez mayor exigencia académica (en el caso de los participantes del estudio), pero que se puede extrapolar a un mercado laboral cada vez más competitivo, hace que muchas veces no podamos cumplir las expectativas que se tienen de nosotros. Y esto conlleva que la persona, agotada por esa excesiva carga y estrés, prefiera centrarse en sí misma.
Pero a ello hay que añadir la explosión de las redes sociales (RRSS), de las que no siempre se hace un uso adecuado, que han impulsado un mayor egocentrismo. Asimismo, conllevan una falta de atención nefasta para empatizar.
Así lo han señalado otros estudios que coinciden en que los niveles de empatía están cayendo en picado. Y es que, para ponernos en el lugar de otra persona, necesitamos tiempo para mirar hacia su realidad. Sin embargo, con las RRSS los smartphones se convierten muchas veces en el centro del universo de ese usuario. Y esto impide que sea consciente siquiera de lo que ocurre a su alrededor. (2)
Por supuesto, esto no ocurre con todos los casos. En muchas ocasiones las redes sociales nos demuestran que el ser humano es bueno por naturaleza.
Ahora bien, para responder a la pregunta que le planteábamos al inicio, lo primero es comprender qué es realmente la empatía.
Así es como solemos definir la capacidad de ser empáticos. Y dicho de esta manera parece algo que todos podemos hacer. Sin embargo, no es tan sencillo como parece. De hecho, suele decirse que la empatía es una capacidad que casi ninguna de las personas que cree tenerla, tiene en realidad.
Lo cierto es que la empatía no es un don innato, sino una habilidad. Hay quien nace con una mayor o menor predisposición a ser empáticos, lo que depende de muchos factores. Pero, como cualquier otra habilidad, se puede entrenar para mejorar.
Para entenderlo mejor, pongamos como ejemplo una situación muy común que seguro ha experimentado en alguna ocasión a lo largo de su vida:
Un día se encuentra con un familiar, amigo o compañero de trabajo que le cuenta que ha tenido un problema con otra persona. Y cuando le explica lo que ha ocurrido, usted le escucha, valora su actuación y añade algunos consejos de lo que habría hecho si hubiera estado en su lugar.
Si hubiera hecho esto, ¿cree que habría actuado de manera empática?
Planteemos ahora otra alternativa:
Cuando la otra persona le cuenta su problema, usted le hace una serie de preguntas para intentar ponerse en su lugar. Por ejemplo, sobre las circunstancias que han precedido al problema o sobre la relación que tiene con el otro implicado.
Y después, aún más importante, se pregunta a usted mismo qué es lo que realmente necesita esa persona de usted, cuál es la razón por la que le ha contado su problema. ¿Tal vez necesita comprensión? ¿Apoyo para ayudarle a resolver la situación? ¿O simplemente alguien que le escuche y le dé su afecto?
Como puede ver, hay una gran diferencia entre las dos reacciones.
En el primer caso, en realidad se ha quitado importancia a la situación vivida, mientras que en el segundo se ha escuchado con verdadera atención. Poniéndose realmente en su lugar.
Eso es la empatía. Ir un paso más allá y tratar de identificar las emociones de la otra persona. Conseguir que se sienta comprendida y que está siendo escuchada, lo que ya hará que se sienta mejor. Pero, además, gracias a esa interacción usted habrá aprendido algo más de esa persona, con lo que habrá mejorado su relación con ella.
Visto así, tal vez piense que es más complicado de lo que creía… ¡Y así es!
Porque la empatía es una habilidad que, como cualquier otra, requiere de esfuerzo para mejorar. Pero eso también significa que, incluso si creemos ser menos empáticos, podemos cambiar la situación.
Esta es, de hecho, la misma conclusión a la que llegaron los responsables del estudio del que le hablaba al principio. Porque sí, ahora parece que somos menos empáticos que hace 40 años.
Pero esta situación también puede revertirse.
Para ello la educación es clave, con estrategias que potencien esa capacidad en las escuelas, siendo una cuestión que debe tratarse desde pequeños.
Y, para los mayores, confío en que este texto le haya ayudado. No a ser más o menos empático, pues ya ha visto que esto requiere dedicación. Pero sí a comprender que el vivir en un mundo más o menos empático depende de todos nosotros.
Por ello le invito a compartir este texto con aquellas personas a las que pueda interesarle. Y también puede comentar la pregunta que le hacía al inicio para abrir un debate, siempre desde el entendimiento mutuo.
¿Cree que cada vez somos menos empáticos?
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