La sandía es una fruta típica del verano en la que es común no comerse las pepitas… lo cual es una auténtica pena. Sobre todo si pensamos en las variedades transgénicas que se “crean” para que no tengan pepitas, y de las que por supuesto debe huir, ya que en ellas no solo se incorporan otros “ingredientes” nefastos para la salud, sino que además se pierden las propiedades nutricionales de estas semillas.
Y es que las pepitas de la sandía poseen un aminoácido denominado citrulina que, junto a la arginina (otro aminoácido), aumenta la producción de óxido nítrico y por tanto dilata las arterias y los vasos sanguíneos.
Es decir, que al comer sus semillas la sandía actúa como vasodilatador, convirtiendo esta fruta en un potenciador sexual natural tremendamente eficaz. Lo idóneo es masticar las pepitas, pues con las masticación se consigue una mayor asimilación de estos aminoácidos, además de que en la saliva hay varias enzimas que ayudan a empezar a digerir en la boca.
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