Si no lo ha hecho, es recomendable que las revise cuanto antes para confirmar que las tuberías no tienen juntas de goma. Y es que una reciente investigación ha descubierto que estas piezas contienen aditivos nocivos que acaban filtrándose en el agua que bebemos(1).
En concreto, se trata de 1,3 difenilguanidina (DPG) y de N-(1,3-dimetilbutil)-N’-fenil-1,4-bencenodiamina (6PPD). Ambas sustancias se emplean para aumentar la resistencia, flexibilidad y durabilidad del caucho. Y ahora se sabe que pueden acabar en el agua de las tuberías, provocando con ello riesgos para la salud de quien la bebe. Por ejemplo, se sospecha que estas sustancias pueden provocar irritación y dolor abdominal.
Pero aquí no acaba todo, ya que esta misma investigación ha descubierto que cuando esos aditivos entran en contacto con agua que ha sido tratada previamente con desinfectantes para hacerla potable genera lo que se denominan “formas cloradas”. Es decir, subproductos de esos químicos que resultan aún más dañinos para el organismo, sobre todo por la bioacumulación que se produce a largo plazo, pudiendo afectar al sistema nervioso, inmunitario y reproductivo.
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