La exposición al aire contaminado aumenta el riesgo de morir antes de lo esperado. Así lo asegura el análisis epidemiológico que ha recopilado los datos de 652 ciudades de todo el mundo (incluidas Madrid, Barcelona y Sevilla) entre los años 1986 y 2015. Se trata del estudio sobre los efectos de la contaminación del aire a corto plazo más grande realizado hasta la fecha(1).
En el estudio se analizó la concentración de partículas en suspensión (PM por sus siglas en inglés, las partículas sólidas y líquidas que se encuentran suspendidas en el aire) y el número de personas que habían muerto en cada ciudad. Tras comparar ambos datos los investigadores comprobaron que la presencia de partículas PM10 (inferiores a 10 micras y capaces de llegar hasta los pulmones) y PM2,5 (inferiores a 2,5 micras y que pueden entrar en el torrente sanguíneo) está asociada con un aumento de la mortalidad de 0,44% y 0,68%, respectivamente.
Puede que esta cantidad parezca pequeña, pero la constante exposición a este tipo de partículas incrementa considerablemente el riesgo de muerte. Y a esto hay que añadir que se trata de un riesgo a corto plazo, incluso si la exposición a estas partículas se mantiene por debajo del umbral establecido como “seguro para la salud”. Según este umbral no pueden superarse los 50 microgramos por m3 durante 24 horas más de 35 veces al año.
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