La soledad suele verse como algo negativo para la salud, pero ¿y si no siempre fuera así?
Y es que ciertos momentos de soledad pueden ser beneficiosos, ayudándonos a recargar nuestra “energía social” y a mejorar nuestro bienestar. La clave, como en tantas cosas, está en encontrar el equilibrio.
Numerosos estudios han confirmado que tener vínculos sociales es esencial para mejorar el bienestar e incluso vivir más años con salud. Por el contrario, la soledad tiene justo el efecto contrario: aumenta el riesgo de depresión y de deterioro cognitivo, pero también de sufrir cardiopatías, accidentes cerebrovasculares…
Por tanto, se podría decir que la soledad es mala para la salud.
Sin embargo, un reciente estudio ha dado un paso más en esta relación al señalar que la soledad puede ser buena para la salud.
Eso sí, siempre y cuando “no sea demasiado intensa”.
La investigación de la que le hablo ha contado con 900 adultos de Estados Unidos, que realizaron un cuestionario sobre sus interacciones personales, ya fuera de manera presencial o a través de la tecnología. (1)
De este modo, se quería poner el foco de atención en la forma en la que pasamos tiempo a solas. Y es que no todos los tipos de soledad tienen el mismo efecto sobre la salud.
Observaron así que las actividades que generan una soledad menos intensa, como por ejemplo ir al cine o jugar a un videojuego online, sí que son beneficiosas. En concreto, ayudan a restaurar nuestra “energía social”.
Así es como se denomina a la capacidad que tenemos de conectar con los demás, y que contribuye a un mejor bienestar y salud mental en general.
El problema es que esta energía tiende a agotarse cuando se mantiene un estilo de vida demasiado intenso en cuanto a relaciones sociales.
Por ejemplo, si tomamos un café con los compañeros del trabajo o los amigos, para después ir al cine con los nietos y terminar el día cenando con la familia. Y todo ello mientras hablamos por teléfono o escribimos por whatsapp a varios amigos o familiares, tal vez haciendo otros planes para el día siguiente.
Si esto sucede de manera ocasional puede incluso ser bueno, pues es prueba de que tenemos una vida social de lo más activa y saludable. Lo que ocurre es que esto se ha convertido casi en el día a día de muchas personas, en parte porque vivimos en una sociedad hiperconectada.
Y a veces ese exceso de conexiones produce justo el efecto contrario: que queramos alejarnos del resto del mundo, al haberse agotado nuestra “energía social”.
De hecho, esto es algo cada vez más frecuente. E incluso puede hacer que nos sintamos solos, aun estando rodeados de millones de personas a través de la tecnología.
Por ello, para no llegar a este extremo, se recomienda que tengamos momentos de soledad. Eso sí, debe ser una soledad “poco intensa”. Es decir, que disfrutemos de ella en pequeñas dosis, ya sea unos minutos al día o un retiro de fin de semana una vez cada varios meses.
Y es que, si estamos solos demasiado tiempo, incluso si inicialmente lo hicimos porque estábamos saturados de tantas conexiones, puede que al final acabemos en el polo opuesto y descuidemos nuestras relaciones con los demás. Incluso con aquellas personas que tenemos más cerca.
En definitiva, la clave está en encontrar un punto intermedio. Ni tener una interacción social muy intensa que agote nuestra “energía social”, ni acabar aislándonos de todo el mundo.
Para alcanzar ese punto intermedio, debemos partir de una actitud positiva hacia esa soledad. Ser conscientes de que esos momentos de soledad no significan que estemos solos, sino que son instantes que dedicamos a nosotros mismos.
Se trata de una soledad en la que no desaparecen las conexiones con el resto del mundo. Y comprender esto es esencial para poder conseguir esa recarga energética tan necesaria.
Por tanto, es muy distinta de la soledad no deseada. Esta es la que experimentan las personas que están solas, no porque quieren disfrutar de un momento para ellas, sino porque no tienen a nadie con quien compartir cualquier tipo de conexión o relación.
Y este es el tipo de soledad que puede conllevar todos los problemas de salud que mencionábamos al principio.
En este caso hablamos de un grave problema que azota especialmente a las personas de más edad, un colectivo en el que la soledad ha alcanzado proporciones de pandemia.
Son varios los factores que pueden explicar por qué cada vez hay más mayores que están solos aunque no quieran.
Por un lado, las sociedades envejecidas donde apenas nacen niños, al mismo tiempo que las personas viven cada vez más años.
Y, por otro lado, esas sociedades actuales imponen un ritmo de vida acelerado en el que apenas hay tiempo para visitar a las personas mayores que viven solas. Ya sea porque han enviudado, porque viven en residencias al requerir cuidados especiales, etc.
Por todo ello, en el caso de que usted o algún conocido esté sufriendo este tipo de soledad no deseada, le recomendamos que vea uno de los vídeos de nuestro canal de YouTube.
En él ofrecemos algunos consejos para ayudar a recuperar los lazos sociales, poco a poco, antes de que esa soledad pueda afectar al bienestar o, peor aún, a la propia salud.
Solo tiene que hacer clic en este enlace.
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