El estrés continuado puede cambiar el funcionamiento de nuestro cerebro, lo que además hace que aumente el riesgo de obesidad. Esta ha sido la conclusión de un estudio que ha analizado los mecanismos del estrés y cómo este inicia un círculo vicioso del que resulta muy difícil salir(1).
Los investigadores han observado que una exposición continuada al estrés afecta al funcionamiento de una región del cerebro, la habénula lateral, que interviene en el denominado “sistema de recompensa”. Por esta razón, cuanto más estresados estamos más ganas tenemos de comer, ya que eso hace que nos sintamos mejor. Pero si lo que comemos son alimentos hipercalóricos, esto va a hacer que el cerebro envíe nuevos estímulos para sentirnos bien, en esta ocasión pidiendo productos ricos en glúcidos. Y a la larga esto aumenta el riesgo de obesidad.
Para llegar a esta conclusión se hicieron ensayos con ratones a los que dieron, bien una dieta equilibrada, bien una rica en grasas. Y observaron que los ratones estresados del segundo grupo consumían después hasta tres veces más glúcidos en comparación con los del primer grupo. Ahora bien, también comprobaron que aquellos ratones que, aun estando estresados, siguieron una dieta equilibrada, no sintieron después esa mayor preferencia por consumir alimentos azucarados, lo que hizo que no aumentaran de peso.
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