La fábula del escorpión y la rana nos enseña la importancia de conocerse a uno mismo, incluida nuestra parte más oscura, para poder negociar con nosotros mismos y saber qué es lo que realmente nos interesa y beneficia
De autor desconocido, la fábula del escorpión y la rana narra cómo un día un escorpión quiso cruzar un río, para lo que pidió ayuda a una rana que pasaba por allí.
“Si me llevas a tu espalda, podré cruzar el río”, explicó el escorpión.
“¿Por quién me tomas? -replicó la rana-. Te conozco, ¡me picarás en cuanto puedas!”.
“Puedes confiar en mí -explicó entonces el escorpión-. Si te pico, yo también me ahogaré”.
La rana vaciló unos segundos, pero finalmente cedió a la petición del escorpión, permitiendo que se subiera a su espalda. Sin embargo, cuando estaban en mitad del río, el escorpión clavó su aguijón.
La rana se quedó paralizada y comenzó a hundirse, arrastrando al escorpión consigo. “¿Por qué has hecho esto, escorpión? ¡Ambos moriremos!”, logró preguntar antes del fatal desenlace, a lo que el escorpión se limitó a responder: “Es mi naturaleza”.
Muchos niños no comprenden el significado de esta popular fábula, y tampoco muchos adultos jóvenes. Y es que es necesario haber vivido un poco para entenderla. Para comprender que no es el interés lo que motiva a las personas.
Que, por el contrario, es su naturaleza, profunda y oculta, lo que las lleva a hacer constantemente cosas en contra de su propio beneficio. Incluso si eso las lleva a autodestruirse, como le ocurrió al escorpión.
El ser humano no busca su propio interés. Hace 150 años los filósofos Nietzsche y Kierkegaard revelaron esta realidad, que más tarde secundaría Sigmund Freud. En realidad, el hombre actúa por motivos oscuros, muchas veces desconocidos para él mismo, y ciertamente contrarios a lo que le conviene. Esto es algo que vemos a menudo. Por ejemplo, en aquellas personas que dicen:
Vistos estos ejemplos, la pregunta no sería realmente “¿qué me interesa?”, sino “¿cómo puedo negociar conmigo mismo para hacer lo que sí me conviene?”.
Y para lograr esto es necesario conocerse a uno mismo.
Debemos dar todos estos pasos para aprender a conocernos realmente. E igual de importante es aprender a aceptar nuestra parte más oscura: la sombra.
La “sombra” es esa parte de nosotros que quiere, desea y codicia cosas que no nos gustan. La que nos lleva a hacer cosas en contra de nuestro interés, que sabemos que lamentaremos después, pero que acabamos haciendo.
La sombra es como otra persona maliciosa que vive en nosotros. Se opone a nuestros propios proyectos y deseos y toma regularmente el control. Nos obliga a hacer lo que ella quiere…
Sin embargo, para ser realistas, debemos reconocer que existe esa sombra. Porque la mejor estrategia para manejarla no es negando su existencia, sino conociéndola bien para poder controlarla. No podemos eliminarla, pero sí tenerla en cuenta.
De este modo, aprenderemos a hacer concesiones para evitar que la sombra retome el control y nos lleve a hacer cualquier cosa. Y, para eso, primero debemos explorar las profundidades de nuestra conciencia, como un buceador que se sumerge en el abismo.
Una vez que hayamos reconocido nuestra parte oscura, al menos parcialmente, y tengamos una pequeña idea de lo que nos impulsa en la vida, podremos comenzar a negociar, suave y cuidadosamente, con nosotros mismos. Y con ello por fin obtendremos lo que sabemos que es bueno para nosotros.
Esta es la única forma de avanzar en la dirección correcta. Puede parecer desalentador porque es un proceso lento, pero son muchos los avances que puede lograr si comienza a moverse en la dirección correcta, día tras día.
Los cambios son lentos al principio, pero con el tiempo uno aprende a moverse más rápido. Y pronto sentirá que ha dado saltos gigantescos y que puede alcanzar objetivos que antes parecían irreales.
Es entonces cuando la vida se vuelve verdaderamente hermosa.
Aunque esto no es todo. Porque ese conocimiento de nuestra naturaleza profunda (lo que Freud llamaba “el Ello” y designaba como la fuente de todos nuestros deseos) nos permite entender que los demás también están guiados por deseos misteriosos y profundos. Y que ellos también pueden actuar en contra de su voluntad y de su interés.
Ser consciente de esta realidad nos ayuda a dejar de tener expectativas poco realistas y de buscar motivos maliciosos en otras personas. También nos enseña a ser más comprensivos con los demás, sin esperar grandes discursos, lecciones morales o teorías.
Solo con estas enseñanzas, con ese conocimiento de nuestro yo más profundo, incluido ese lado oscuro, podremos llegar a ser dueños de nuestros propios intereses.
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