“¡Qué estrés de vida!”
Estimado Lector,
¿Quién no ha usado alguna vez esta expresión?
Seguro que usted también. Generalmente está asociada a problemas de trabajo, familiares o de pareja, compromisos inesperados, las prisas, la falta de tiempo… y a todas aquellas situaciones que podemos considerar una amenaza y escapan a nuestro control, conocidas como estresores.
Nos guste o no, el estrés está a la orden del día en nuestras vidas.
Según un reciente estudio, el 42% de los españoles de entre 18 y 65 años lo sufre con frecuencia, y 9 de cada 10 confiesa haberlo padecido durante el último año. Si trasladamos este porcentaje a personas estamos hablando de 12 millones, de las cuales las mujeres son quienes sufren un mayor nivel de estrés -una de cada dos declara sentirse estresada- mientras que en el caso de los hombres es uno de cada tres. (1)
De todas las llamadas “enfermedades modernas”, el estrés probablemente sea la más común y extendida entre la población.
Pero no por ello es la menos grave.
En un primer momento, este trastorno (ya que en sí mismo no es una patología) suele ir acompañado por síntomas aparentemente llevaderos, como irritabilidad, molestias en el pecho, fatiga, sudoración, temblores, desórdenes digestivos, cambios de humor o insomnio.
Pero si el estrés se prolonga o se padece con demasiada frecuencia, puede derivar en complicaciones físicas y psicológicas mucho más graves, llegando en algunos casos a ser devastadoras e incluso irreversibles: enfermedades cardíacas, caída del cabello, úlceras gástricas, aparición de adicciones (alcoholemia, drogas, ludopatía, etc.), comportamientos violentos o suicidas…
Y ahí la expresión “¡Qué estrés de vida!” cobra otro significado.
Si usted padece estrés no es mi intención alarmarle; estas últimas consecuencias de las que le hablo sólo se dan en casos muy extremos. Pero sí que debe ser consciente de que el estrés no es un buen compañero de viaje, y que puede y debe tratarlo para evitar que vaya a más.
De hecho, hoy voy a proponerle una solución natural, sin tener que recurrir a la química, para que pueda sacarlo de su vida y volver a la normalidad. Para que disfrute de todo lo que le rodea tal y como es en realidad, enfrentándose a los problemas con todo su potencial vital y sin magnificar las situaciones cotidianas adversas.
Pero antes necesito su ayuda para saber si está realmente estresado, porque no siempre es fácil detectarlo.
Aunque cueste creerlo, el placer y el estrés desencadenan respuestas similares en el cuerpo y en la mente, es decir, una cena romántica provoca sensaciones muy parecidas a las de una película de terror.
El estrés en sí mismo no es una enfermedad, sino una respuesta del organismo ante una amenaza; todos lo padecemos y lo necesitamos en nuestra vida.
No debemos olvidar que es un sistema de supervivencia y adaptación ancestral gracias al cual nuestro organismo se prepara para una situación que requiere un esfuerzo mayor. En el caso del hombre primitivo, tanto para cazar a una presa como para huir de una fiera.
Ahora observe detenidamente este gráfico.
Si se fija en el lado izquierdo, verá que existe una zona de estrés “bueno”. Este estrés positivo se llama eustrés, y es aquel que en un momento de normalidad nos estimula a enfrentarnos a los problemas; nos hace tomar la iniciativa, nos pone alerta, favorece la estabilidad emocional, permite que seamos creativos y respondamos eficientemente a aquellas situaciones que lo requieran.
Así, ante la aparición de un estresor (tener que entregar a tiempo un encargo, por ejemplo) nos dota de energía para resolverlo y salir airosos, nos hace sentir bien y favorece nuestra salud. En otras palabras, nos genera bienestar.
Sin embargo, si ese problema no se enfoca correctamente (pensamos que no llegaremos a entregar ese encargo a tiempo), el estrés deja de trabajar a nuestro favor. Nos acelera, nos provoca pensamientos erróneos y nos distrae de encontrar la solución. Nos aproximamos a la zona de alerta y nuestro bienestar comienza a peligrar.
A partir de ahí, dejamos de canalizar el estrés positivo, y ya todo es caída y cuesta abajo. Comienza el distrés, el estrés psicológico negativo. Ya somos completamente incapaces de adaptarnos al factor de exigencia o de demanda (ya no entregaremos el trabajo a tiempo, y las consecuencias serán nefastas) y eso nos genera tensión, sensación de impotencia, angustia y sufrimiento; cuanto más estrés tenemos, menor es nuestro grado de bienestar.
Además este estrés negativo se retroalimenta, ya que al tratar de eliminarlo y no lograrlo nos hace sentir más estresados aún. La rutina diaria se convierte en un laberinto sin salida, arrastramos el estrés 24 horas y es entonces cuando surge el rosario de problemas para la salud que le comenté anteriormente.
Llegados a este punto, voy a pedirle que haga el siguiente ejercicio: aplique la curva del estrés a su día a día, y analice cómo reacciona ante las amenazas o problemas cotidianos, si los gestiona desde el estrés positivo con proporcionalidad o si por el contrario atraviesa la zona de alerta con facilidad y cae en la zona de “bajón” del distrés.
Hágalo con honestidad, y usted mismo podrá determinar si sufre estrés negativo, y en qué grado. Si el resultado es que efectivamente sí lo padece, le animo a que continúe leyendo; enseguida le daré la solución para su estrés.
Ya le anticipé que el tratamiento que le propongo contra el distrés o estrés negativo es 100% natural.
Esto es especialmente importante, teniendo en cuenta que médicos y psiquiatras tienen por costumbre prescribir tranquilizantes y ansiolíticos ante cualquier asomo de estrés. Y lo hacen a diestro y siniestro: el año pasado en España se consumieron 60 millones de envases de estos medicamentos y su consumo se ha disparado un 40% durante los últimos 5 años.
Las benzodiacepinas, los fármacos antiestrés por excelencia, presentan un triple problema: el abuso, la dependencia y la cronificación de los tratamientos. Sus efectos secundarios van desde somnolencia, pérdida de la atención y del equilibrio (que aumentan el riesgo de caídas, accidentes de circulación y laborales) hasta los efectos paradójicos u opuestos a lo esperado, cuando en lugar de combatir el estrés desembocan en episodios de nerviosismo, ideas delirantes e impulsividad.
Además, otro de los peligros de estos fármacos es que combinados con otros psicotrópicos, como alcohol y antidepresivos, se convierten en una auténtica bomba para la salud.
Así que una vez desechada la química farmacéutica, quiero hablarle de una planta que es casi una recién llegada al universo de las plantas medicinales.
Fue descubierta en la década de1950, cuando en plena Guerra Fría el Ministerio de Defensa soviético encargó al KGB la búsqueda de un producto que fuese capaz de mejorar el rendimiento físico y psíquico de sus ejércitos. El objetivo era encontrar sustancias capaces de mejorar la adaptación del organismo para ayudar a sobrellevar situaciones de estrés intenso y prolongado, manteniendo la capacidad para el trabajo físico y mental de los militares. (2)
Tras varios años de investigación se desarrolló una fórmula que contenía tres plantas diferentes y a la que llamaron ADAPT-232. Mientras que los soviéticos compartieron sus conocimientos acerca de dos de ellas, el ginseng siberiano (eleuterococo) y la schisandra, sus hallazgos sobre la tercera planta siguieron en secreto durante muchos años más, al considerarla “la clave de la formulación”. (3)
Pero finalmente, tras la disolución de la Unión Soviética, en 1992, la identidad de aquella misteriosa planta finalmente vio la luz: se trataba de la rodiola (Rhodiola rosea), también denominada “raíz de oro” o “raíz del ártico”, ya que su raíz al ser cortada desprende olor a rosas debido a su contenido en aceites esenciales.
Pero más allá de las curiosidades, ¿por qué captó inmediatamente la rodiola la atención de investigadores y científicos de medio mundo?
La primera particularidad de la rodiola es que esta planta está catalogada como “adaptógena”.
El origen de este curioso término se remonta a 1947 y se atribuye al médico y científico soviético Nikolai Lazarev, y define a aquellas plantas que contienen sustancias que ayudan a la adaptación del organismo a situaciones de estrés.
Las plantas adaptógenas no actúan sobre nada concreto de forma directa, sino que lo hacen en la confluencia de la biología, la bioquímica, la neurología, la inmunología, la endocrinología… lo que explica la dificultad de identificar claramente sus mecanismos de acción. Y como tal, la rodiola aumenta la resistencia general del organismo frente al estrés, ayudándole a responder con mayor rapidez y de una forma mejor adaptada frente a las tensiones a las que nos enfrentamos cada día, ya sean de tipo físico, psicológico o climatológico.
¿Y cómo lo hace? Pues a través de su capacidad para modular y reducir los niveles de cortisol (la hormona que se libera como respuesta al estrés), y de esa manera devolver al sistema nervioso su equilibrio de forma natural. (4)
Además la rodiola mejora el transporte de oxígeno por parte de los glóbulos rojos, por lo que está indicada para devolver la energía al organismo en estados de fatiga o en periodos de estudio o trabajo intenso, y en otros casos de estrés no específico. (5) (6)
Entre sus compuestos bioactivos hay que destacar las rosavinas (rosavina, rosarina y rosina) que pertenecen al grupo de los fenilpropanoides. Los estudios han demostrado que estos principios activos presentes en el extracto de rodiola reducen tanto la fatiga metal como la fatiga física, así como aumentan la actividad muscular y psicomotora y también tienen acción antidepresiva. (7)
Esto es muy importante, porque la depresión aparece en muchos casos asociada al estrés prolongado. El efecto antidepresivo de la rodiola se debe a la inhibición de las monoaminooxidasas A y B, enzimas que degradan los neurotransmisores serotonina y adrenalina, y están implicadas en procesos de depresión y demencia senil. Y a diferencia de la mayoría de los antidepresivos convencionales, el extracto de rodiola es bien tolerado en los estudios a corto plazo y presenta un perfil de seguridad favorable. (8)
También merece la pena analizar la diferencia entre las plantas adaptógenas y las plantas con acción estimulante (como el guaraná, el té, el jengibre o la hierba mate). La Agencia Europea del Medicamento (EMA) emitió un informe en el que definía que el término estimulante alude a las sustancias con la capacidad temporal de aumentar la capacidad de trabajo seguido de un periodo en el que la energía disminuye considerablemente. En cambio con los adaptógenos, tras su ingesta, no se produce esta disminución de la capacidad de trabajo por lo que actúan más a largo plazo y de manera sostenida. (9)
Está claro que la ciencia que esconde la rodiola en su interior acredita sus cualidades para prevenir y luchar contra el estrés como ninguna otra planta.
Como acaba de ver, la rodiola ha sido objeto de multitud de investigaciones científicas en cuanto a sus propiedades terapéuticas antidepresivas y antiestrés. Y en función de todos estos datos la Agencia Europea del Medicamento (EMA) recomienda para adultos una dosis diaria de entre 144 – 400 mg (administrada por vía oral). (10)
Atendiendo a esta recomendación, a la dificultad para conseguir la rodiola fresca y a la importancia de tomar extractos de plantas convenientemente titulados en sus principios activos, he seleccionado para usted un complemento nutricional muy recomendable.
Se trata de un complemento muy sencillo, porque se centra en la planta y nada más. Sin añadidos ni artificios, extracto de raíz de Rhodiola rosea y 400 mg por toma, ni más, ni menos.
Y además, como le he dicho, este complemento presenta una correcta titulación en sus principales principios activos. ¿Cómo saber si no qué cantidad de principio activo hay en cada cápsula? ¿O cómo garantizar que todas y cada una de esas cápsulas contienen la misma cantidad efectiva del principio activo?
Que no le engañen, los extractos de plantas se trabajan estandarizados, si no, es mejor que no se trabajen. Y este complemento está titulado al 5% en rosavinas, lo que significa que en 400 mg de extracto de esta planta adaptógena hay garantizados 20 mg de su principal principio activo. Y lo contienen por igual todas y cada una de las cápsulas. Sencillo sí, pero eficaz, sobre todo eficaz.
Estos son todos los beneficios que obtendrá simplemente con el consumo diario de una sola cápsula:
Si sufre de estrés negativo o distrés, nota que no llega a todo, se siente agotado y esto le afecta a su estado de ánimo, este es el complemento que su cuerpo necesita.
Y como la mejor forma de evitar este estrés es prevenirlo, le recomiendo que comience a tomarlo ya si prevé picos de estrés en el futuro, ya sea por cambios (de situación laboral o familiar, de estación, etc.), viajes, temporadas de mucho trabajo, alteraciones emocionales…
Pero antes tenga en cuenta que este complemento es sólo para adultos y no está recomendado para mujeres embarazadas ni en periodo de lactancia. Si toma algún tipo de medicación o tiene alguna condición médica o de salud específica consulte antes con su médico.
Las dificultades para sobrellevar el ritmo de la vida moderna, y para afrontar situaciones conflictivas o un entorno agresivo, están convirtiendo al estrés negativo en la epidemia del siglo XXI.
No se resigne a vivir con él, y diga ¡basta ya!
Comience a recuperar la normalidad en su vida desde ahora mismo en este enlace.
P.D: Siguiendo nuestro criterio de apostar exclusivamente por lo natural, también he seleccionado este complemento porque el laboratorio no utiliza plantas modificadas genéticamente en su elaboración. Y no olvide recomendárselo a todas aquellas personas cercanas a usted que sufran estrés para que dejen de hacerlo.
*******************************
Fuentes:
Artículos relacionados