Se suele decir que la tiroides, esa pequeña glándula (pesa unos 30 ó 40 gramos en los adultos) que se encuentra debajo de la nuez, es el director de orquesta de todos los órganos y las funciones del cuerpo.
Y es que estimula procesos vitales de todo el organismo: crecimiento, consumo de energía y oxígeno, producción de calor, fertilidad, regulación inmunitaria del intestino, regulación cardiovascular, regulación del sistema nervioso central, utilización de las vitaminas, proteínas, glúcidos, grasas, electrolitos y agua… Influye en el peso, en la fuerza muscular, en los nervios, en el nivel de energía, en el estado anímico… ¡Casi nada!
Por eso es tan importante que la tiroides funcione correctamente, pues cuando no lo hace, ocurre que las funciones en las que influye se desequilibran, y puede tener graves consecuencias para la salud.
Hasta el 5% de la población general sufre hipotiroidismo (algunos estudios lo elevan al 10%), la enfermedad más frecuente de la grándula tiroides, que hace que ésta no produzca suficiente cantidad de hormonas tiroideas. ¿Y sabe algo increíble? La mitad de las personas que sufren hipotiroidismo nunca son diagnosticadas. ¿Y sabe algo más increíble aún? De los que son diagnosticados, muchos no reciben el tratamiento adecuado.
Veamos por qué ocurre esto.
El hipotiroidismo a veces se manifiesta sin síntomas y, cuando éstos se presentan, son sutiles, muy diversos y además pueden achacarse a otras causas. Por ejemplo, entre sus síntomas está el cansancio, la intolerancia al frío, tener olvidos, la piel seca, el pelo quebradizo… ¿Cuántas personas pueden pensar simplemente que están pasando por un momento de estrés, al que achacar el cansancio o los olvidos, que son frioleras, o limitarse a comprar una crema o un champú más hidratantes en lugar de acudir al médico? Sin embargo, esa pérdida de energía y todos los otros síntomas pueden deberse a que la glándula tiroides no está haciendo bien su función, por lo que los procesos metabólicos son más lentos y el cuerpo y sus funciones se ralentizan. Y los problemas de salud se acentúan con el tiempo.
Ante una sospecha de hipotiroidismo, el médico mandará un análisis de sangre para medir la concentración en la sangre de TSH (la hormona estimulante del tiroides, segregada por la glándula hipófisis, que se aloja en la base de cráneo). Y ahí empiezan los problemas.
Para empezar, hay un intenso debate entre investigadores y médicos sobre cuál debería ser el límite superior del intervalo de referencia de lo que deberían ser los valores “normales” del nivel de TSH. Los laboratorios de análisis suelen situarlos entre 0,30 y 4,5 m UI/l. Sin embargo, muchas asociaciones médicas de todo el mundo abogan por bajar ese 4,5 a 4 , 3,5 , 3 , 2,5 ó incluso a 1,5.
El siguiente problema es que algunos médicos se limitan a medir la TSH, cuando es una prueba claramente insuficiente. Hay que medir otras hormonas (la T4 o tetrayodotironina y la T3 o triyodotironina) e interpretar correctamente sus distintos valores, hasta poder llegar a un diagnóstico y ajustar el tratamiento adecuado. Por eso es frecuente que muchos pacientes que están recibiendo tratamiento y que su TSH a primera vista se sitúa en valores normales, sigan sufriendo síntomas de hipotiroidismo.
La alimentación tiene un papel determinante en el funcionamiento de la tiroides. Destaca el yodo, hasta el punto de que forma parte de las dos hormonas principales que produce la tiroides: la hormona T4 (que tiene cuatro átomos de yodo) y la T3 (con tres átomos de yodo).
El yodo es un micronutriente esencial para la salud, que no puede sintetizarlo el organismo, por lo que debe ser incorporado a través de la alimentación. Y además el cuerpo no lo almacena, por lo que debería estar continuamente en reposición. Su fuente principal son los alimentos de origen marino (pescado, marisco, algas…), y en menor medida otros alimentos como la leche, la carne o los huevos. Sin embargo, gran parte de la población vive en lugares que carecen de yodo.
¿Y cómo andamos de yodo en España? Pues regular, y además hay zonas del país en las que directamente se ignora el estado de nutrición de yodo de la población. Pero es especialmente grave en Galicia, la sierra de Cádiz, el sur de Córdoba, Granada y León. (1)
La solución fácil podría parecer el consumo de sal yodada (que supone añadir yodo a una sal a la que, durante el proceso industrial de fabricación, se le ha eliminado), pero hay que tener en cuenta algo paradójico, y es que de la misma forma que el déficit de yodo puede causar hipotiroidismo, también puede causarlo un consumo excesivo.
Varias sustancias que se encuentran en el ambiente, sobre todo metales pesados, son tóxicas para la tiroides. La lista es larga, pero hay algunas muy comunes en nuestro día a día (presentes en juguetes, ropa de cama, alfombras, productos de limpieza…) que son nefastas para la salud de la tiroides y que conviene claramente evitar.
Hay mucho que está en sus manos para preservar el buen funcionamiento de su tiroides.
Si le preocupa su tiroides o tiene síntomas que le hagan sospechar que quizá tenga algún problema relacionado con el funcionamiento de esta glándula o, si usted ya tiene diagnosticada esta enfermedad y quiere acercarse a otras formas de tratarla, quizá le interese saber que hemos preparado un Informe especial dedicado en exclusiva al hipotiroidismo.
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