Las infecciones bacterianas resistentes a los antibióticos son cada vez más comunes, da igual la cantidad de fármacos que se empleen. Analizamos el porqué de esta situación y le damos útiles consejos para que pueda afrontar este grave problema de salud pública.
Hace unos años los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos difundieron una alerta mundial porque se había producido la primera muerte por la bacteria Klebsiella pneumoniae. Se trata de un microbio presente en espacios con gran concentración de gérmenes, como los hospitales, y que es resistente a casi todos los fármacos antibióticos existentes.
La mujer afectada murió en el condado de Reno (Nevada, Estados Unidos) por las complicaciones provocadas por esa bacteria, de la que pudo haberse contagiado en la India. Allí había estado en varios centros sanitarios por motivos de salud relacionados con la cadera y el fémur.
Pese a que se probaron en ella hasta 26 medicamentos distintos, los médicos no consiguieron que la infección remitiera y acabó falleciendo.
Aquella mujer era una persona anónima, pero hace unas semanas la cantante Madonna ha dado un gran susto a sus seguidores después de que fuera encontrada inconsciente en un hotel y fuera trasladada de urgencia al hospital. ¿El diagnóstico?: “infección bacteriana”.
La estrella del pop tuvo que estar ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos durante 6 días. Por suerte, pudo contarlo.
Desde que los CDC dieran la voz de alarma el problema ha ido a más y otras instituciones, como la Agencia Española de Medicamentos, también han impulsado campañas para llamar la atención sobre lo que ya es una de las mayores alertas sanitarias: que los antibióticos no están haciendo efecto cuando se necesitan y hay personas que mueren por una simple infección.
También la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado en los últimos años sobre este problema.
Alexander Fleming recibió el premio Nobel de Medicina en 1945 por el descubrimiento de la penicilina, el más famoso de los antibióticos. Pues bien, en su discurso dijo lo siguiente: “Existe el peligro de que un hombre ignorante pueda fácilmente aplicarse una dosis insuficiente de antibiótico, y, al exponer a los microbios a una cantidad no letal del medicamento, los haga resistentes”.
Y fue toda una profecía, pues es lo que está ocurriendo en la actualidad, aunque no tanto por usarlos en pequeñas cantidades, sino por abusar de ellos. Los antibióticos son recetados en exceso y ello conduce al desarrollo de resistencias por parte de las bacterias. Estas, para evitar que nuestro sistema inmunitario actúe y nos defienda de ellas, mutan y se convierten en otras especies contra las que es más difícil luchar, pues no hay fármacos específicos.
Y para contextualizar el problema, ¿de qué cifras estamos hablando? Pues de 25.000 fallecimientos anuales en Europa y 700.000 en todo el mundo. Para que se haga una idea, los decesos por accidente de tráfico en todo el planeta son 1.200.000.
Claro, con tamaño asunto de salud pública entre manos, los investigadores intentan comprender mejor al “enemigo”. Y hay trabajos, como uno publicado en la revista PNAS (Actas de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos), donde se han analizado las bacterias que portaban 250 personas internadas en varios hospitales de Boston y California (Estados Unidos) por infecciones resistentes a antibióticos.
El resultado también es inquietante. No solo encontraron una amplia variedad de esas especies “acomodadas” en su organismo. Además, observaron modificaciones espontáneas en el genoma de esas bacterias que las hacían resistentes a los fármacos específicamente diseñados para su aniquilación.
Otra de las conclusiones de ese estudio es que las bacterias más resistentes están más extendidas de lo que se pensaba. Y pueden estar transmitiéndose de persona a persona sin ser detectadas debido a que quienes enferman no muestran síntomas específicos.
Es decir, va a haber “guerra” para rato porque esos gérmenes están muy bien preparados para defenderse de nosotros. Les gusta nuestro cuerpo y no piensan salir de él por más antibióticos que les demos.
Volviendo al ejemplo del principio. La Klebsiella pneumoniae es especialmente resistente a los antibióticos de última generación, los carbapenemos. Y, según los expertos, al menos el 80% de las infecciones bacterianas remiten con la familia de antibióticos aminoglucósidos.
Y casi el 90% pueden combatirse con tigeciclina, el primer tratamiento de una nueva generación de antibacterianos.
Es decir, no todo son malas noticias. Pero claro, lo que sucede es que se está intentando apagar un fuego con gasolina y en cualquier momento las bacterias también pueden hacerse resistentes a los nuevos tratamientos.
¿Qué medidas pueden tomarse para enfrentar este problema?:
En otras palabras, es necesario abordar el problema de manera integral, involucrando a profesionales de la salud, investigadores, autoridades sanitarias y la comunidad en general.
La prevención, el uso adecuado de los antibióticos y la promoción de nuevas alternativas terapéuticas más naturales son clave para combatir este desafío de salud pública.
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