Hace apenas unas semanas la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaba acerca de la frenética carrera en la que están inmersas las grandes farmacéuticas por el desarrollo de nuevos medicamentos contra el cáncer. Con esa advertencia la autoridad sanitaria expone el riesgo de “burbuja” en el sector, que maneja precios desorbitados y del todo inaccesibles tanto para pacientes como para la mayoría de los sistemas sanitarios del mundo(1).
Sobre las más innovadoras líneas de investigación contra el cáncer en la actualidad también habló en una conferencia reciente María Blasco(2), directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y una de las mayores investigadoras sobre el cáncer que existen hoy día en todo el mundo.
Entre los caminos que más destacan, en su opinión, hay dos que hasta hace poco la ciencia había ninguneado y que sin embargo se han demostrado un recurso de lo más interesante.
Por un lado, la inmunoterapia, en la que actualmente se desarrolla la comunicación de la célula con el sistema inmunológico (por ejemplo, a través de la microbiota del intestino).
Por el otro, una sorprendente técnica basada en una especie de “corta y pega” genético en la que los científicos trabajan en alteraciones del ADN, cuya idea surgió en la década de los años 90 en Salinas de Santa Pola, Alicante, donde un equipo de investigadores estudiaba las bacterias presentes en la sal(3). Pues bien, hoy aquella investigación sirve de base para una de las líneas más revolucionarias que existen en materia de oncología y terapia génica.
Fuentes:
Artículos relacionados