Los koguis, una comunidad indígena que vive en las montañas de Colombia, han mantenido durante siglos una conexión profunda con la Naturaleza. Su percepción de la vida, pero también de la salud, debe hacernos reflexionar sobre la importancia de preservar nuestra cultura y territorio frente a los desafíos del mundo contemporáneo.
Fue en 1985 cuando el geógrafo Éric Julien se encontró con los koguis, una tribu del norte de Colombia. Aquel encuentro transformaría su visión del mundo y desde entonces, con el deseo de cambiar la perspectiva occidental sobre la vida en general y la salud en particular, se dedica a compartir lo mucho que podemos aprender de este pueblo indígena.
Cierre los ojos. Imagine un dolor de cabeza punzante que no le ha abandonado durante horas y que puede deberse a múltiples causas: la presión en el trabajo, vivir en una ciudad donde los atascos son constantes…
Sea por la razón que sea, la cuestión es que el dolor de cabeza no cede, por lo que va a la farmacia de la esquina para comprar un analgésico. Apenas cinco minutos para poner fin a un malestar que casi ha paralizado su día, impidiéndole hacer nada más.
Así es como funciona la medicina occidental. Soluciones rápidas para problemas de salud que parecen cruciales.
Pero… ¿y si estuviéramos ante un problema realmente grave que puede costarnos la vida?
Esto es justo lo que le ocurrió a Éric Julien, geógrafo y guía de alta montaña, durante una expedición por la sierra del norte de Colombia. Mientras caminaba a unos 5.800 metros de altitud, el explorador sufrió un edema pulmonar.
Esta emergencia médica, mucho más grave que un simple dolor de cabeza, hizo que incluso se resignara a morir solo en la montaña. Consciente de que no estaba en una ciudad donde podría recibir asistencia casi inmediata.
Sin embargo, la suerte quiso que unos koguis (significa “gente” en su dialecto) pasaran cerca de donde se encontraba. Al verlo al borde de la muerte, no dudaron en recogerlo y curarlo con plantas de la zona.
Gracias a aquel encuentro, totalmente providencial, Julien estableció una profunda amistad con el pueblo Kogui. Sobre todo, a raíz de conocer su concepción de la vida, la salud y la naturaleza, tan opuesta a la occidental.
De hecho, según este aventurero, en su sabiduría podemos encontrar las claves para concebir un futuro viable para el planeta. “De ellos tenemos que aprender a poner la Naturaleza en el centro de nuestros pensamientos y acciones”, asegura.
Y es que en Occidente la Naturaleza es concebida como un “territorio-paisaje”. Un objeto inerte, estético, que puede proporcionar bienestar, pero cuyo funcionamiento y complejidad están completamente invisibilizados. Por el contrario, para la tribu colombiana la Tierra funciona igual que un ser humano, con sus sistemas sanguíneo, nervioso y respiratorio, pero que hay que aprender a ver.
Se trata de tomar conciencia de las leyes intangibles que rigen el Universo para analizar mejor los fenómenos naturales. Un concepto difícil de asimilar en las sociedades modernas.
Para establecer esa concepción de vida, tan única, cada aldea cuenta con un “mamo”. Comparable a un chamán, se trata de una persona con autoridad que garantiza la armonía entre las vidas humanas y no humanas, y cuya formación es de lo más exigente.
Estos hombres y mujeres dedican dieciocho años de su vida al aprendizaje de “cómo ver el mundo”. Desarrollan así la capacidad de leer un territorio o un cuerpo con una agudeza especial. Y gracias a ello pueden realizar diagnósticos precisos sobre los problemas que afectan tanto a los seres humanos como a su entorno.
De este modo, mientras en Occidente estamos acostumbrados a una sociedad donde todo está compartimentado (la salud, la agricultura, la vida social, etc.), la filosofía de los koguis es totalmente opuesta.
Para ellos todo está interconectado, a modo de fractales, por lo que un fenómeno se reproduce en múltiples escalas, desde la más pequeña hasta la más grande.
Y esta capacidad para leer el cuerpo humano, al igual que hacen con el territorio, cambia profundamente su relación con el cuidado de la salud.
Para esta tribu de las montañas las afecciones del cuerpo, al igual que los problemas ambientales, corresponden a desequilibrios generados muy a menudo por la propia actividad humana. De este modo, cuando consiguen identificar la fuente de ese desequilibrio, pueden avanzar hacia la curación.
Y ojo porque entre ese posible origen también se encuentra la degradación de las relaciones personales. Algo que también ha contrastado la ciencia, con estudios que han demostrado que las personas desvalorizadas o aisladas (en el trabajo, en la familia…) tienen más probabilidades de desarrollar patologías graves, depresiones, enfermedades crónicas, etc.
Aunque lo que más los diferencia de nuestra concepción de salud es que ellos practican cuidados que previenen la enfermedad, mientras que nuestra medicina convencional es meramente curativa. Un conjunto de medidas (parches) que se usan cuando aparecen los síntomas, como ese dolor de cabeza que le comentábamos al principio, sin preocuparse por el desencadenante ni pensar a largo plazo.
Para los koguis la salud es una relación con el mundo, el entorno y la manera en que interactuamos con él.
Nada que ver con la concepción del mundo de Occidente, más cercana al imperialismo. Esto ha hecho que durante siglos nos hayamos apropiado de recursos (humanos y no humanos) en numerosos territorios y hayamos exportado nuestra visión del mundo, clasificando como “salvajes” o “primitivos” a los pueblos que prefieren conservar sus propios modos de vida.
Y que hayamos rechazado a las tribus que se resisten a la civilización, como le ocurrió al pueblo del norte de Colombia cuando llegaron los colonizadores en el siglo XVI.
Esta arrogancia propia de Occidente, lamentablemente, ha sido el origen de numerosos etnocidios en todo el mundo.
Otra consecuencia de nuestra forma de ser sobre la que de debemos reflexionar si merece la pena seguir por ese camino. Si no sería mejor cambiar la actual concepción que se tiene del mundo y la salud, como hacen los koguis, para un mejor porvenir de nuestra vida y la del planeta.
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