Hoy quiero compartir con usted una curiosa iniciativa de la NASA.
Sí, sí, ha leído bien. Aunque de entrada no lo parezca, el nuevo proyecto en el que se ha embarcado la agencia espacial norteamericana guarda mucha relación con una cuestión de crucial importancia y de la que muchas veces hemos hablado en Tener Salud: consumir alimentos frescos y ricos en nutrientes.
Y es que la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, por sus siglas en inglés) quiere que sus astronautas coman más sano.
Viajar a la Luna, fotografiar los confines del sistema solar o enviar exploradores robóticos a Marte han sido algunos de los logros de esta organización. Sin embargo, en sus más de 60 años de historia todavía no ha sido capaz de conseguir algo aparentemente mucho más sencillo: que sus astronautas coman alimentos frescos.
Y digo bien, “aparentemente”, pues en realidad es algo bastante complicado. Tanto, que está dispuesta a pagar ¡hasta 500.000 dólares! (unos 400.000 euros) a la persona capaz de idear un sistema que permita cultivar con éxito diferentes alimentos en el espacio.
Este proyecto persigue un doble objetivo. El primero es que los astronautas cuenten con una mayor variedad de alimentos frescos capaces de aportarles los nutrientes adecuados, además de un sabor más apetecible.
El segundo, ya de cara a un futuro tal vez no muy lejano, es que puedan generar y mantener sus propios cultivos espaciales; bien para las misiones que duran más que la vida útil de los alimentos, bien para las bases que se establezcan en la Luna e incluso en otros planetas como Marte.
En el campo de la nutrición, hay diversos retos que se han convertido en auténticos quebraderos de cabeza para los científicos aeroespaciales.
Lo cierto es que en los últimos años sí se han podido cultivar con éxito algunos tomates o lechugas en las estaciones espaciales. (1) (2)
Lo que ocurre es que el entorno necesario para que crezcan esos vegetales es demasiado limitado. Solo permite cultivar unos pocos ejemplares, por lo que no se podría obtener la suficiente cantidad como para alimentar a la tripulación durante toda una misión. No digamos ya si esta se alarga durante semanas, meses o incluso años.
De hecho, el tiempo es el mayor problema de todos. Al principio de la carrera espacial, cuando las misiones apenas duraban horas o días como mucho, bastaba con meter en el transbordador un pequeño cargamento de alimentos frescos y conservarlos bien.
Ahora esta opción es completamente inviable. De ahí que sea necesario idear un nuevo sistema que permita cultivar con autonomía y la mayor economía posible de recursos.
Otro aspecto transcendental es que se puedan cultivar alimentos ricos en nutrientes. Eso sí, con unas características nutritivas muy concretas.
Se estima que cada astronauta gasta al día entre 2.500 y 2.800 Kcal. Por tanto, los alimentos en cuestión deben ser muy calóricos, como por ejemplo ocurre con los frutos secos y el aceite de oliva.
También interesa que ofrezcan un alto aporte de minerales y vitaminas, especialmente magnesio y vitamina D. El primero está presente en frutas y verduras como el brócoli y los plátanos, mientras que el segundo, naturalmente fácil de encontrar en pescados grasos como el atún y el salmón, también puede conseguirse en cantidades notables en vegetales como el aguacate, por ejemplo.
Estos nutrientes son muy importantes porque ayudan a fijar el calcio en los huesos. Y es que los astronautas sufren una importante pérdida de masa ósea debido a que, para que tenga lugar la correcta regeneración del hueso, interviene el propio peso del cuerpo y el movimiento; dos factores que no se dan en condiciones de baja gravedad.
La única manera de controlar esa pérdida, que puede llegar a ser del 1% al mes (supera a la sufrida por algunos afectados por osteoporosis), es por medio de un mayor aporte de esos nutrientes. (3)
Tampoco hay que olvidarse los otros cambios fisiológicos derivados de la microgravedad: disminuye el número de eritrocitos (los glóbulos rojos), el sistema inmunitario se debilita, hay alteraciones cardiovasculares (la menor presión atmosférica facilita la formación de trombos) y, sobre todo en los primeros días, suele haber problemas gastrointestinales porque no es posible liberar gases en esas condiciones.
Para evitar esto último interesa consumir alimentos bajos en carbohidratos, como por ejemplo almendras, soja o semillas de sésamo, para así reducir las fermentaciones.
Por último, las diarreas también son muy habituales porque en el espacio las mucosas intestinales reducen su eficiencia a la hora de absorber los nutrientes. Para cortar este problema un alimento muy beneficioso es la manzana, al ser rica en pectina, una fibra soluble en agua.
El simple hecho de estar en el espacio ya es toda una odisea. Son muchos los factores que pueden hacer que en el transbordador o la estación espacial haya una explosión, incluida una pequeña miga de pan que empiece a flotar y se meta en algún recoveco.
Los expertos en aeronáutica siempre han sido muy conscientes de este riesgo. Por esa razón los primeros alimentos que se consumieron en el espacio se ofrecían en tubos similares a los de la pasta de dientes. De este modo, para comer solo había que meter el extremo del tubo en la boca y presionar.
Con el tiempo se añadieron otras opciones. Por ejemplo, alimentos elaborados con gelatina que no podían flotar, otros en forma de polvo deshidratado (incluidas bebidas) que recuperaban su forma en contacto con la saliva y, entre los más recientes, alimentos deshidratados metidos en bolsas a las que después se incorpora agua caliente y se comen con pajita.
Por último, otro de los grandes adelantos de la carrera espacial fue la introducción de las barritas. De hecho, esos snacks pensados para comer en cualquier momento, incluso caminando, en realidad fueron un diseño de la NASA para que los astronautas no usara cubiertos.
Tal vez piense que, con las “fórmulas” de alimentos que ha visto, la importancia del sabor queda relegada por completo. ¡Pues lo cierto es que es muy necesario!
Este es un factor clave para alimentarse adecuadamente y obtener el aporte nutricional necesario. Especialmente cuando el gasto calórico de los astronautas, como ha visto, es muy alto.
Sin embargo, durante décadas los “hombres del espacio” no han tenido más remedio que conformarse con alimentos que, aunque ofrecen una cantidad de nutrientes aceptable, tienen un aspecto y un sabor que dejan mucho que desear.
Encontrarse con los “manjares” que le he descrito antes todos los días, y sin un solo cambio en el menú, acaba pasando factura al estado anímico del astronauta: se vuelve más irascible, el estrés le afecta más e, incluso, prefiere no comer.
Precisamente al observar que en algunas misiones regresaban con síntomas de desnutrición porque dejaban de comer, los expertos de la NASA comprendieron la importancia de ofrecer alimentos no solo nutritivos, sino también sabrosos y variados.
Después de este pequeño repaso por la historia de la nutrición aeroespacial, tal vez se le haya ocurrido una idea que permita a los astronautas cultivar sus propios alimentos y comer mejor.
¿Se animaría a presentarla?
Si le interesa esta iniciativa de la NASA, tiene hasta el 30 de julio para enviar su propuesta.
Deberá hacerlo a través de este enlace.
Y si conoce a algún amante de las misiones espaciales o de la botánica, le animo a que comparta con él este texto.
¡A su salud!
Luis Miguel Oliveiras
P.D.: Ya ve que hasta la NASA está interesada en que los astronautas puedan cultivar sus propios alimentos. Si a usted también le gustaría plantar verduras o frutas, en el siguiente vídeo nuestro experto en agricultura ecológica, Pablo Vela, le ofrece algunos consejos para que pueda empezar a hacerlo. Y no hace falta tener un jardín para ello. También puede hacerlo en el balcón o en una simple maceta. ¡Anímese!
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