El campo de la salud está absolutamente invadido por los bulos. Estos, hoy también muy conocidos como “fake news”, son informaciones o noticias falsas que llegan a adquirir cierta repercusión porque la gente e incluso algunos medios de comunicación las creen, las comparten y las difunden, aumentando exponencialmente su alcance.
Pues bien, por culpa del lobby farmacéutico, el agroalimentario y el de la publicidad, como consumidores recibimos constantemente informaciones falsas acerca de la salud y la alimentación.
Su objetivo no es ayudarnos, sino hacernos comprar más y más.
Lo que buscan es hacer de nosotros “buenos” consumidores, creándonos necesidades irreales. Y si de paso enfermamos, ¡todavía mejor! Así compraremos todavía más, tratando de curarnos.
El problema es que muchos de estos bulos son avalados y difundidos por las autoridades sanitarias. Y así, a fuerza de desinformación, miles de personas caen víctimas de enfermedades año tras año.
Lo peor de todo es que esas personas están convencidas de que actúan bien, protegiendo su salud, e incluso llegan a sacrificarse gastando mucho dinero. Y sin embargo no están haciendo otra cosa más que arruinar por completo su salud…
Por eso vamos a analizar las mentiras más repetidas hoy día y que más en riesgo están poniendo su salud:
Está escrito en las cajas de cereales de desayuno, se enseña en las escuelas, se puede leer en carteles en los hospitales y las salas de espera de los centros de salud…
Y, sin embargo, muchos estudios científicos coinciden en que beber zumo de naranja por la mañana, incluso si es natural, podría ser tan perjudicial como beber Coca-cola.
Y es que los zumos de frutas pueden contener tanto azúcar como las bebidas con gas (¡a veces incluso más!), si bien es cierto que existen notables diferencias entre unos azúcares y otros. (1)
De hecho, un estudio de la Universidad de Harvard ha revelado que los zumos de fruta son tan culpables como los refrescos de algunos casos de diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer en nuestros días.
No me malinterprete: siempre será más perjudicial un zumo de frutas envasado y al que se le han añadido azúcares y aditivos. Pero incluso en el caso del zumo natural las frutas (por su composición nutricional) aportan azúcares simples como la fructosa o la glucosa que en exceso resultan nocivos.
Si usted se prepara un zumo de naranja natural, pongamos que con unas tres naranjas de media, estará aportando una nada despreciable cantidad de azúcares a su dieta. ¡Y en un solo vaso que podría beberse en apenas unos segundos!
De ahí que se haya calculado que beber un vaso de zumo de fruta fresca al día podría aumentar el riesgo de padecer diabetes ¡en un 21%! Y que, en efecto, un vaso de zumo de naranja o de manzana contiene la misma cantidad de azúcar y más calorías que un vaso de Coca-cola. (2) (3)
En definitiva, se opte por el tipo de zumo que se opte, el “chute” de azúcar de rápida y completa absorción pasa como un misil a través del intestino, directo a la sangre, haciendo aumentar la glucemia bruscamente y dando como resultado una descarga de insulina que provoca un pico de hipoglucemia al cabo de unas pocas horas.
Por eso los especialistas en nutrición recomiendan comer la fruta fresca pero sobre todo entera (de este modo se ingiere también la pulpa, rica en fibra que retrasa la absorción de glúcidos), así como en particular arándanos, uvas y manzanas, ya que están vinculadas a un riesgo más bajo de sufrir diabetes tipo 2. (4)
Con el pretexto de que el plan blanco es malo, el pan de grano completo es presentado como una alternativa saludable, tradicional y que se puede comer sin moderación.
Es cierto que el pan blanco elaborado a partir de harina ultrarrefinada aporta calorías vacías y almidón, que termina transformándose en glucosa en el proceso digestivo, pero sus alternativas -el pan integral y el de grano completo- también esconden sus “secretos”.
El pan integral, al contener salvado (la cobertura de los granos), por lo general tiene más pesticidas que el pan blanco, salvo que sea de cultivo ecológico. Y, aunque contiene más fibra, se trata de un alimento bastante pobre en vitaminas y minerales si lo comparamos con su elevado aporte calórico.
Además, muchos de los panes que se venden como “integrales” están elaborados a partir de harinas refinadas a las que se ha añadido posteriormente el salvado. Si se fija en el etiquetado nutricional y en la lista de ingredientes de estos productos comprobará como algunos panes apenas añaden un 8-10% de salvado a la mezcla. ¡Poco o nada de integral!
Por su parte, los cereales de grano completo poseen las tres partes del grano: el endospermo (lo que se usa para hacer pan blanco, básicamente almidón), el salvado (lo que se utiliza o se añade para elaborar el pan integral) y, por último, el germen o embrión.
El pan de grano completo es el único que contiene estas tres partes, siendo la variedad a la que se debe dar preferencia, ya que el germen, que es lo que nutre la semilla -y lo que da origen a una nueva planta- es lo más nutritivo de los cereales. También se encuentran en él una buena cantidad de vitaminas del grupo B (tiamina, piridoxina, ácido pantoténico…), vitamina E y algunos minerales (hierro, magnesio, fósforo…) e incluso ácidos grasos esenciales de la familia omega 6, entre otros fitonutrientes.
Sin embargo, por su alto aporte calórico hay que consumir el pan de grano completo con moderación, en especial si no se practica deporte y el gasto energético no es muy elevado.
Es decir, que al igual que sucede con el zumo de naranja, tomar pan completo en el desayuno hace subir la glucemia, desencadenando un pico de insulina y, por tanto, también un pico de hipoglucemia pasadas unas horas.
¡Ay, los lácteos! El alimento “saludable” por excelencia. Hay que tomar 2 ó 3 al día, según la mayoría de las políticas de nutrición.
Sin embargo, estas recomendaciones no atienden tanto a lo que el cuerpo humano requiere como a las necesidades de la industria láctea.
Nunca nos cansaremos de repetirlo: la leche de vaca está concebida para los terneros, que pesan unos 45 kilos al nacer y alcanzan hasta 300 sólo en el primer año. (5)
¡Resulta evidente que las personas no tienen las mismas necesidades que ellos!
Ya en torno a 1850 se demostró claramente que la leche de cada especie posee una composición única. Cada animal tiene unas necesidades nutricionales particulares según la velocidad de su crecimiento, su exposición a las infecciones e incluso la composición de los tejidos de su organismo.
En este sentido, la leche humana es de lejos la más compleja de entre todas. Contiene más de 200 moléculas de azúcar diferentes, frente a las entre 30 y 50 de la leche de ratones y vacas, por ejemplo. (6)
En cambio, contiene tres veces menos proteínas que la leche de vaca y por supuesto no contiene los “factores de crecimiento bovinos” (rBGH, por sus siglas en inglés), responsables del prodigioso crecimiento muscular de los terneros.
En el ser humano estos factores de crecimiento bovinos favorecen el desarrollo de tumores, y de hecho eso podría explicar por qué el cáncer de próstata es más frecuente entre los grandes consumidores de leche. (7)
Además, a pesar de los progresos realizados en lo que respecta a la composición de las leches de fórmula para bebés, los niños alimentados con leche materna siguen sufriendo menos infecciones y tienen un menor riesgo de padecer diabetes y enfermedad celíaca (intolerancia al gluten). (8)
En el caso de los adultos el problema es todavía más grave: las tres cuartas partes de la población en general no cuenta con las enzimas digestivas que permiten asimilar los productos lácteos. (9)
De hecho, numerosos problemas digestivos, inmunitarios e infecciosos podrían estar provocados por intolerancias no detectadas a los productos lácteos.
Entonces, ¿por qué se consume en masa? ¿Mantiene la leche los huesos fuertes, al menos?
Pues no.
Las mujeres asiáticas, que no beben leche, sufren menos osteoporosis y fracturas que las escandinavas, las número 1 del mundo en lo que a consumo de leche se refiere. (10)
Y asimismo un estudio sueco ha demostrado que existe una mortalidad mucho mayor, así como un riesgo mucho más alto de fracturas, en las personas que más leche beben. (11)
Es destacable también que la mayoría de la leche hoy día provenga de la ganadería intensiva; es decir, de vacas que toman antibióticos y que son alimentadas con harina de soja modificada genéticamente y con otros cereales llenos de pesticidas, llegando a ser los lácteos en algunos casos una de las mayores fuentes de contaminación por disruptores endocrinos.
Mientras al pan, al zumo de frutas, a los productos lácteos y al cacao en polvo se les rinde homenaje en cada desayuno, las autoridades sanitarias lanzan furibundas advertencias contra los huevos, ya que supuestamente contienen demasiado colesterol.
¡Es simplemente absurdo!
Para empezar, porque la tasa de colesterol en sangre poco tiene que ver con el colesterol alimentario. Y es que es el hígado el que fabrica más de dos tercios del colesterol sanguíneo, y lo hace a través del azúcar consumido.
De hecho, en el momento en que se aporta colesterol al organismo a través de la alimentación, el hígado pasa a producir menos. Tan simple como eso. Y mientras tanto la cantidad total de colesterol en sangre seguirá siendo la misma. (12)
Por lo tanto, son el zumo de naranja, el pan (rico en carbohidratos, es decir, glúcidos) y los productos lácteos (que contienen una forma de azúcar, la lactosa) los que precisamente hacen subir los niveles de colesterol… ¡no los huevos!
Por otra parte, un estudio de Harvard demostró que los hombres que comen cuatro huevos a la semana tienen un 37% menos de riesgo de sufrir diabetes que aquellos que consumen uno solo. (13)
Y un famoso estudio médico sobre un hombre que comía nada menos que ¡25 huevos al día! (era lo único que comía) demostró que sus niveles de colesterol eran absolutamente normales. Aquella investigación fue publicada por el Dr. Kern en 1991 en el New England Journal of Medicine y por supuesto dio la vuelta al mundo. (14)
Efectivamente, el huevo no contiene glúcidos, y es el alimento más completo que existe en cuanto a nivel de proteínas, que favorecen el desarrollo de una buena musculatura. Asimismo, contiene todos los aminoácidos esenciales, además de un amplísimo abanico de vitaminas (A, B2, B5, B6, B9, B12, D, E y K), luteína (muy útil para combatir las cataratas) y colina (una forma rara de vitamina B de la que tienen carencia la mayoría de las personas, a pesar de que es indispensable para el cerebro). (15)
Pero es que los huevos también son una de las mejores fuentes que existen de ácidos grasos omega 3, siempre y cuando procedan de gallinas alimentadas con semillas de lino.
Ahora bien, por buenos que sean los huevos huelga decir que no deben ser los únicos componentes de su dieta. De hecho, el protagonista del estudio del Dr. Kern (el hombre que comía más de una veintena de huevos al día y ningún otro alimento) sufría graves problemas de alzhéimer, puede que ligados a esa monodieta.
No obstante, sí debe saber que, mientras consuma huevos de calidad ecológica, puede comer sin ningún problema incluso tres al día. Esta parece una cantidad más que suficiente teniendo en cuenta que hay que comer otros alimentos, aunque como ha visto no hay motivos para pensar que un número mayor pueda resultar malo para la salud. (16)
De hecho, la italiana Emma Morano, una de las personas más longevas del planeta (falleció en 2017 a los 117 años de edad), incluía precisamente tres huevos al día en su dieta.
“No hay que comer demasiadas grasas, demasiado azúcar ni demasiada sal”, repiten como un mantra las campañas de nutrición promovidas por las instituciones sanitarias.
Ni demasiado azucarado ni demasiado salado, en eso llevan razón. Pero, en que no hay que comer demasiada grasa, ¿tienen razón en eso? No, en absoluto.
Hace cerca de 25 años que los médicos franceses Serge Renaud y Michel de Lorgeril pusieron el foco en lo que ellos denominaron la “paradoja francesa”. Y es que en el suroeste del país, donde la cocina es rica en grasa de pato y en vino tinto, la longevidad es superior a la media, al tiempo que las enfermedades cardiovasculares son menos prevalentes (en relación a otros países de su entorno). (17)
Es cierto que de forma general hoy día se consumen demasiadas grasas malas: aceites desnaturalizados, cocinados en exceso, oxidados, tóxicos, industriales…
Pero, ¿qué es lo que sucede cuando simplemente se opta por comer menos grasa? Que se tiene más hambre. Eso se compensa entonces comiendo más féculas (carbohidratos), que son glúcidos o, lo que es lo mismo, azúcares. Y el problema es que de forma general también se consumen ya demasiados glúcidos.
La epidemia de obesidad que asoló primero Estados Unidos, después Europa y ahora incluso también algunos países en vías de desarrollo se desencadenó precisamente cuando la población empezó a plantar cara a las grasas. Es decir, allá por la década de los años 70 del pasado siglo.
Hoy día sabemos que no hay que comer menos grasas en general, sino específicamente menos grasas malas (grasas saturadas y grasas hidrogenadas), así como reemplazar estas por grasas buenas (grasas monoinsaturadas como el aceite de oliva).
¡Afortunadamente hay muchos alimentos donde escoger!
Recuerde que por lo general la alimentación actual es demasiado pobre en ácidos grasos omega 3, que se encuentran en los aceites de pescado y el aceite de colza, de lino y de nuez.
Y que privarse de las grasas en general, sin distinguir entre buenas y malas, no solo nos condena a pasar hambre, sino que además lleva casi inevitablemente y en poco tiempo a sucumbir ante un trozo de chocolate con leche, unas patatas fritas de bolsa o unas galletas.
Y es que es la grasa lo que le da el gusto y la consistencia a la comida. Es decir, que sin las grasas (de nuevo, hablamos de grasas saludables) la comida sería algo terriblemente triste e insípido.
¡Sólo es cuestión de saber elegir!
Es la gran obsesión: hacernos comer féculas (carbohidratos) en cada comida, alegando que no engordan.
¡MENTIRA!
Por supuesto que hacen engordar, dado que están principalmente compuestos por glúcidos (es el caso de las patatas, las pastas, los cereales, el arroz, la sémola, las harinas refinadas, las galletas…).
Estos glúcidos son azúcares; aunque no posean sabor dulce, son transformados en glucosa durante la digestión. Y, de hecho, no sólo hacen engordar, sino que provocan enfermedades como diabetes, patologías cardiovasculares y cáncer.
Pero a pesar de ello muchos expertos insisten en que las féculas “permiten mantener a raya el hambre, evitando el picoteo entre horas”.
Esto es, de nuevo, simplemente falso.
Al contrario, al provocar un pico de insulina que termina causando una hipoglucemia, estos alimentos son los mayores culpables de las conocidas como “compulsiones alimentarias” (es decir, las ganas irrefrenables de comer, incluso sin tener hambre).
En cambio, los alimentos que sí se “adhieren” al estómago, aplacando la sensación de hambre y las ansias de comer, son las proteínas y las grasas.
“Peligrosa moda”, “graves consecuencias para la salud”… son solo dos ejemplos de las expresiones que con frecuencia aparecen en los medios de comunicación de masas en noticias sobre la alimentación sin gluten.
Sin embargo, una vez más lo que vemos aquí es un bulo o, lo que es lo mismo, información falsa. Y de hecho normalmente en esas noticias no se explica en absoluto por qué comer sin gluten es al parecer tan peligroso para la salud.
De lo que normalmente hablan es de las estafas que existen entre los productos sin gluten que se pueden comprar en el supermercado. Y es que se han detectado muchos productos “sin gluten” que poseen muchos más aditivos y menos proteínas y fibras que los “normales” (además, con un precio que llega incluso a duplicarse en algunos casos). (18)
Sin embargo, extrapolar los riesgos que puedan entrañar esos productos a la dieta sin gluten en general es una manipulación mediática.
No, la alimentación sin gluten no conlleva riesgos, y sí existen muchas y muy buenas razones como para desconfiar del trigo modificado genéticamente, la principal fuente de gluten hoy día.
El trigo moderno no tiene nada que ver con las variedades tradicionales. A fuerza de cruzarlo e hibridarlo, en la actualidad contiene 42 cromosomas en lugar de los 14 originales.
De este modo ha aumentado muchísimo su contenido en gliadina, una proteína que causa permeabilidad intestinal (es decir, la aparición de microporos en el intestino). Esa porosidad permite el paso de grandes moléculas que desencadenan alergias, inflamaciones, dolores articulares y en ocasiones enfermedades autoinmunes.
Y esa es precisamente la razón por la que comer sin gluten puede hacer desaparecer los síntomas de decenas de enfermedades, entre ellas poliartritis, rectocolitis, lupus y muchas más.
La dieta sin gluten no es una simple moda, y si se está expandiendo es precisamente porque funciona y porque sus beneficios son percibidos por todo el mundo, no sólo por quienes sufren intolerancia (la enfermedad celíaca).
Los dermatólogos y los fabricantes de cremas solares tienen como objetivo convencer al mundo de que hay que evitar el sol a toda costa porque produce cáncer.
Es cierto que existe una relación entre abusar del sol (es decir, las insolaciones y las quemaduras solares) y el melanoma, una forma rara pero muy peligrosa de cáncer de piel. También que la incidencia de este ha aumentado desde los años 50 -y especialmente desde los años 90- en los países desarrollados, donde se producen un 81% de todos los nuevos casos en el mundo.
Sin embargo, la tasa de supervivencia a este tipo de tumor de piel maligno también ha aumentado en los últimos años. Y además hay que contraponer esta cifra al gran número de fallecimientos que a su vez el sol es capaz de evitar. (19) (20)
Y es que, bajo su efecto, nuestra piel fabrica vitamina D, que nos protege contra 17 tipos de cáncer, entre ellos los más frecuentes (mama, colon, ovarios…) y los más mortíferos (páncreas, pulmón…).
De acuerdo con un estudio del Dr. William Grant, experto en vitamina D, el 30% de las muertes por culpa del cáncer podrían evitarse gracias a unos mayores aportes de vitamina D. Es decir, que 2 millones de vidas podrían ser salvadas cada año en todo el mundo. (21)
Por su parte, el Dr. Cédric Garland, de la Escuela de Medicina de la Universidad de California, en San Diego (Estados Unidos), y también especialista en vitamina D (la cual estudia desde hace 30 años), sostiene que hasta 600.000 casos de cáncer de mama y colorrectal en todo el mundo podrían evitarse cada año gracias a unos mayores aportes de vitamina D.
Un estudio a gran escala aleatorizado y controlado por placebo ha demostrado que la vitamina D asociada al calcio puede disminuir el riego global de padecer cáncer hasta en un 60% de las mujeres menopáusicas. (22)
Y además las mujeres de piel clara que toman mucho el sol tienen a largo plazo un riesgo mucho menor de desarrollar un cáncer de mama metastásico, según un estudio de la American Journal of Epidemiology. (23)
Exponerse al sol también hace subir la tasa de óxido nítrico en sangre, lo que implica una bajada de la presión arterial. Por eso, de acuerdo con Richard Weller, un investigador especializado en dermatología que ha estudiado los efectos del sol en la salud, el sol podría ser un método eficaz para combatir la hipertensión. (24)
Para sacarle el máximo provecho hay que exponerse al sol durante 20 minutos como máximo cuando este está en lo más alto. Además, para preparar la piel para la exposición puede tomarse un complemento alimenticio de astaxantina, un antioxidante rojo protector extraído de las algas.
Si no tiene tiempo para exponerse al sol de mediodía o durante los meses de invierno (incluso viviendo en un país soleado como el nuestro) la solución pasa por la toma de un complemento de vitamina D3 que aporte la cantidad diaria necesaria (entre 4000 y 10 000 UI, según el caso).
Durante los meses de menos luz es muy difícil que pueda alcanzar la dosis que necesita al día sin un aporte extra, viva donde viva.
El resto del año le invito a que disfrute de los días soleados al aire libre, lo que le vendrá de maravilla para llenar sus depósitos de vitamina D y de óxido nítrico.
Y, sobre todo, libérese de la paranoia: evitando las quemaduras e insolaciones, que usted disfrute del sol hará disminuir su riesgo de sufrir casi cualquier enfermedad (especialmente cáncer y enfermedades cardíacas, pero también osteoporosis, esclerosis múltiple y depresión) mucho más de lo que pueda aumentar su riesgo de morir por un cáncer de piel.
Que la gran mayoría de la población posee un déficit de vitamina D es ya hoy día para muchos una verdad incontestable. Los últimos estudios aseguran que el déficit de vitamina D entre la población española (y en general en toda Europa) alcanza el nivel de pandemia. Entre los adolescentes, por poner un ejemplo, alcanzaría nada menos que al 80% del total. ¡Imagine lo que eso implica, dado que están en una edad crítica para su crecimiento y salud!
Y algo similar sucede con el magnesio y con los ácidos omega 3, cuya carencia está completamente extendida hoy día.
Esto se debe a que, por lo general, la alimentación en nuestros días contiene demasiada sal y una insuficiente cantidad de frutas y verduras frescas, por lo que también se sufre carencia de antioxidantes y de vitaminas.
Está claro que la solución pasa por optimizar la dieta al máximo, pero en ocasiones es necesario complementar de forma personalizada los aportes que no se consiguen a través de la dieta (algo similar a lo sucede con la vitamina D y la luz solar durante los meses de invierno).
Por otro lado, los estudios científicos han demostrado el interés de los complementos nutricionales especialmente en la lucha contra el envejecimiento: “Los beneficios potenciales de los complementos multivitamínicos superan probablemente todo riesgo para la población general, pudiendo ser especialmente beneficiosos para las personas de más edad”. (25)
Y, aunque han tardado mucho en hacerlo, las autoridades sanitarias empiezan a reconocer el importantísimo papel que juegan los complementos nutricionales en la salud. De hecho, en nuestro país han sido incluso incorporados en la última actualización de la pirámide alimentaria promovida por parte de las instituciones. Es decir, que aunque queda mucho camino por delante, se empieza a reconocer que son un elemento básico para preservar la buena salud. (26)
En nuestro mundo, absolutamente “colonizado” por la comida basura, el peor consejo nutricional que se puede seguir es el de que “hay que comer un poquito de todo”.
Hagamos la prueba. Salga a la calle, entre en la primera tienda o supermercado que se encuentre y repare en qué es lo que ve.
Envoltorios de todos los colores que contienen patatas fritas, caramelos, galletas y otros dulces, refrescos, pizzas, cereales, platos precocinados y alimentos ultraprocesados atiborrados de azúcar, colorantes y aditivos…
Si decidiese coger un “poquito de todo”, se encontraría con un carrito de la compra lleno esencialmente de comida basura.
Si usted no desea llevarse a casa una pequeña muestra de todas las porquerías a la venta en la mayoría de tiendas hoy día, si lo que quiere es comida sana, rica en nutrientes esenciales, no refinada, no transformada, local, orgánica… lamentablemente tendrá que evitar prácticamente todas las estanterías del supermercado.
Le bastará con quedarse en la zona en la que se ofrecen verduras, frutas, buen pescado, buena carne, huevos y aceites “bio” y condimentos y productos básicos. Y eso siempre que no pueda optar por un mercado local en el que se vendan productos ecológicos, de proximidad y comercio justo. Esta es indudablemente la mejor opción de todas.
Ya lo ve: hay que abrir bien los ojos y no dejarse engañar por los lobbies, que no están ahí para cuidarle. Su objetivo es vender sus productos… ¡muchas veces incluso a costa de nuestra propia salud!
Hasta aquí la lista de las 10 mentiras sobre salud más extendidas hoy día y que más pueden perjudicar a su salud. Ahora bien, desgraciadamente la lista podría ser mucho más larga. ¿Ha echado de menos algún bulo en particular? En ese caso, le invito a que deje su comentario más abajo. Estoy seguro de que el resto de lectores de Tener S@lud se lo agradecerán enormemente.
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J.J. Ferrer
Magnífico artículo. Claro, conciso y útil. Gracias
Muchísimas Gracias! De veras interesante el artículo derribando los mitos con los que más nos bombardean.
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Estupenda información, pero corta, CORTISIMA. TIENES QUE MOJARTE MÁS, BASTANTE. , MÁS. SALUDOS
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